Resaca y descanso
Jalabert se aprovecha de la confusi¨®n y gana el 'sprint' m¨¢s extra?o
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Fue el sprint m¨¢s extra?o. A la entrada de Zaragoza todo transcurr¨ªa con normalidad. El pelot¨®n, lanzado a toda velocidad. Peque?os escarceos 4 y 3 kil¨®metros antes de la meta. Duro callejeo y trabajo a destajo de los equipos de sprinters. Luego, poco antes de la se?al del ¨²ltimo kil¨®metro, el salto del dan¨¦s Jesper Skibby. Algo tambi¨¦n habitual. Y entonces comenz¨® la comedia de los errores. Skibby, que ya sent¨ªa en la nuca el aliento de la fila india que le persegu¨ªa, tom¨® una curva con demasiada velocidad y se fue contra las vallas. Se cay¨® sobre el manillar y se golpe¨® en una dolorosa zona. De repente, el primer perseguidor, el hombre que quer¨ªa utilizar a Skibby como propulsor, se vio solo ante el peligro. A chuparse todo el viento y a ser utilizado por los dem¨¢s. Y quedaba casi un kil¨®metro. Van Poppel, que era ese hombre, no tuvo m¨¢s remedio que seguir adelante esperando lo inevitable. El destino se llam¨® Jalabert, que salt¨® del pelot¨®n, cogi¨® su rueda y en la ¨²ltima rueda le super¨® con facilidad. Van Poppel, cansado y abrumado por su error. "Extra?¨ªsimo que un corredor de su experiencia se comporte como un juvenil", dijo su director, Miguel Moreno. Jalabert no pens¨® en eso. ?l ten¨ªa su esquema: coger la rueda del que fuera el primero en la ¨²ltima y peligrosa curva, y luego superarle. As¨ª termin¨® una etapa aburrida. Con el cuarto triunfo parcial del llegador del Once, Jalabert. Algo de consuelo para el equipo de Z¨¹lle.
Entre bostezos
Entre bostezo y bostezo, entre Benasque y Zaragoza, la gente intentaba reflexionar. El pelot¨®n hizo un ejercicio de an¨¢lisis sobre los hechos del d¨ªa anterior. "Tony", dicen sus pr¨®ximos,
quiere que haya espect¨¢culo, que la gente no se aburra. Y se enfad¨® bastante en Cerler. Por eso gan¨®'-. Esta versi¨®n, que Rominger le dijo a Zarrabeitia que tirara del grupo de cuatro cuando Z¨¹lle se hab¨ªa quedado detr¨¢s para asegurar la. segunda plaza en la general, es generalmente aceptada.
Jos¨¦ Miguel Ech¨¢varri le cree. "Claro que dijo la verdad", dice. ?Y por qu¨¦ no tir¨® Zarrabeitia cuando se lo pidi¨®? "A veces, ah¨ª arriba no se tienen las ideas claras", responde el director navarro diplom¨¢ticamente y con cierto tono cr¨ªtico. Tambi¨¦n parece una respuesta oficial.
Javier M¨ªnguez, otro director del Banesto, salta airado: %Y por qu¨¦ no le pregunt¨¢is a Rominger que por qu¨¦ se lanz¨® detr¨¢s de Zarrabeitia en los tres ataques y no le dej¨® largarse? ?Si tan generoso se cree, por qu¨¦, eh?". "Es que un l¨ªder no puede dejar que el segundo le ataque impunemente", responden desde el Mapei.
Sin embargo, en carrera las relaciones de ambos ciclistas no son las que aparentemente tendr¨ªan que tener un primero y un segundo. Mientras Delgado contaba chistes y se divert¨ªa con otros ciclistas en la cola del pelot¨®n, Zarrabeitia se junt¨® con Rominger en mitad del pelot¨®n y ambos se pusieron a charlar. El suizo luego cont¨® que le interrog¨® a Zarrabeitia sobre su proceder el d¨ªa anterior. Una reconvenci¨®n m¨¢s propia de un maestro hacia un alumno mal aplicado que la de un l¨ªder hacia un rival peligroso.
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