Vaivenes cubanos
PESE A sus graves limitaciones, especialmente la falta de publicidad, la reuni¨®n celebrada en La Habana hace un mes entre un grupo numeroso de emigrados cubanos y los principales dirigentes. del pa¨ªs augura una forma de di¨¢logo m¨¢s libre con las fuerzas que se sit¨²an fuera de la ortodoxia "socialista" que Fidel Castro sigue proclamando como base intocable de su r¨¦gimen. Se han anunciado nuevos encuentros de ese g¨¦nero, y cabe esperar no s¨®lo que se realicen, sino que desemboquen en formas m¨¢s reales de pluralismo, sin lo cual el descontento popular se orientar¨ªa hacia la desesperaci¨®n y la violencia. El objetivo no declarado de los que tomaron parte en esa reuni¨®n era preparar un tr¨¢nsito paulatino hacia un sistema de libertad pol¨ªtica y de libre mercado con un m¨ªnimo de traumas. Pero la condici¨®n primera para un tr¨¢nsito de ese g¨¦nero es dar al pluralismo un creciente espacio legal.Ahora, a la vista de las medidas econ¨®micas que Fidel Castro ha anunciado despu¨¦s de las sesiones de la Asamblea Popular, surgen reflexiones de un doble car¨¢cter por un lado, se toman decisiones imprescindibles para sanear la econom¨ªa estatal de despilfarro que ha reinado durante muchos a?os. En ese sentido se inscriben las medidas para reducir el d¨¦ficit del presupuesto, suprimir subsidios a empresas insolventes, establecer un sistema real de impuestos, elevar ciertos precios de productos no indispensables para la vida y el prop¨®sito de disminuir dr¨¢sticamente una masa monetaria excesiva que reduce la productividad y alimenta la especulaci¨®n.
Son medidas duras -y Fidel lo ha enfatizado-, pero sin las cuales no ser¨¢ posible tener un sistema econ¨®mico capaz de resistir a la grav¨ªsima situaci¨®n actual. Un m¨ªnimo de racionalidad es indispensable en un periodo de transici¨®n tan confuso como el cubano; incluso cuando se sufre una penuria casi como en una econom¨ªa de guerra.
Por otra parte, y es el aspecto que se ha puesto en primer plano en los medios de comunicaci¨®n, Fidel Castro ha anunciado medidas de confiscaci¨®n de los bienes de las personas que se han enriquecido gracias a las especulaciones que se han desarrollado al calor de las primeras medidas liberalizadoras tomadas por el Gobierno cubano, como el trabajo por cuenta propia, la venta de productos agrarios o las transacciones en d¨®lares.
El l¨ªder cubano ha comparado incluso estas confiscaciones con las que tuvieron lugar en el momento de la revoluci¨®n, cuando se trataba de eliminar los privilegios de la burgues¨ªa al iniciar la marcha hacia el socialismo. Esta medida tiene sin duda una justificaci¨®n pol¨ªtica: puede dar satisfacci¨®n a masas profundamente indignadas al ver que algunos aprovechados viven espl¨¦ndidamente mientras ellas pasan hambre.
Sin embargo, si la liberalizaci¨®n de la econom¨ªa se lleva adelante, es inevitable que unos se enriquezcan y que otros lo pasen mal. Es una injusticia, pero inherente a una evoluci¨®n hacia una econom¨ªa de mercado. Cortar los extremos delictivos que surjan en ese proceso es l¨®gico; pero querer suprimir por principio las diferencias es inviable. Concretamente en el caso de los campesinos, s¨®lo con la libertad de producci¨®n se podr¨¢ paliar la penuria en las ciudades; y ello supondr¨¢ que las capas rurales se enriquecer¨¢n, aunque ello indigne a muchos.
Hoy existen muchos tipos de liquidaci¨®n de las econom¨ªas socialistas. El polaco es quiz¨¢ el m¨¢s radical en cuanto a la implantaci¨®n de empresas capitalistas. El caso cubano es muy distinto. En Cuba, la direcci¨®n comunista no ha sido derrotada en el plano pol¨ªtico. Sin embargo, est¨¢ obligada para sobrevivir a liquidar lo esencial de la econom¨ªa socialista. Ello explica las vacilaciones, los pasos hacia atr¨¢s y hacia adelante. Todo ello, en medio de la contradicci¨®n entre dirigentes del sector econ¨®mico, m¨¢s conscientes de la necesidad de cambios, y un Fidel Castro que, si bien no est¨¢ dispuesto a renunciar al poder, como reiter¨® ayer, deber¨¢ al menos ir soltando las amarras de una experiencia revolucionaria hoy insostenible.
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