Alan Rudolph se plagia de nuevo a s¨ª mismo
Decepcionante retorno de Andrei Konchalovski a Rusia con 'Mi gallina Riaba'
Como todas las pel¨ªculas del independiente norteamericano Alan Rudolph, La se?ora Parker y el c¨ªrculo vicioso tiene dentro buen gusto, una filmaci¨®n eficaz y un elegante y peculiar¨ªsimo sentido del ritmo. Sin embargo, una vez m¨¢s el cineasta se plagia a s¨ª mismo, lo que convierte al c¨ªrculo vicioso al que alude el t¨ªtulo del filme en doblemente cierto, pues es aplicable tanto al personaje como a su autor. No obstante, esta aceptable pel¨ªcula es una gerdalidad si se la compara con la rusa Mi gallina Riaba, donde Andr¨¦i Konchalovski retorna del exilio a sus ra¨ªces con tanta torpeza que su autoplagio es doblemente mortal: suicida para ¨¦l y homicida para quienes aguantan sin sublevarse esta ofensa al cine.
Quien viera hace unos a?os Los modernos puede decir que ya ha visto lo m¨¢s significativo de La se?ora Parker, ya que nada nuevo a?ade.En Los modernos, Rudolph describ¨ªa -sin lograr atravesar la piel de los personajes y qued¨¢ndose en el umbral de sus andanzas- el exilio bohemio y gandul de la corte parisiense de Gertrud Stein, agitadora y mecenas art¨ªstica con vocaci¨®n de cazatalentos. En La se?ora Parker, Rudolph indaga, con evidente paralelismo respecto de la anterior, en la vida de la narradora, dramaturga, poeta y guionista de cine Dorothy Parker, que durante algunos a?os anim¨® una tertulia llamada La Tabla Redonda, en la que un grupo de escritores, comediantes y periodistas que frecuentaban el Hotel Algonquin de Nueva York, tambi¨¦n en el periodo de entreguerras, alcanzaron alguna notoriedad.
La primera mitad de la pel¨ªcula -potencialmente lo m¨¢s interesante de la historia: la vida y milagros de aquel peque?o y sofisticado grupo literario y art¨ªstico- es, sin embargo, cinematogr¨¢ficamente la m¨¢s farragosa. Narra los cotilleos de alcurnia en aquellos a?os en Manhattan, por la que resulta bastante ininteligible: una acumulaci¨®n de nombres y de gui?os sin armaz¨®n dram¨¢tica, en que, a falta de tronco, la c¨¢mara se pierde, y nos pierde, en las ramas de un ¨¢rbol seco.Y nos vemos obligados a recordar al Rudolph de hace 10 a?os: el de El¨ªgeme, que sigue siendo muy superior al posterior, pues ¨¦ste no acaba de encontrar un buen cauce para sus dotes.
Hace casi 30 a?os, Andrei Koncholovski, un joven nacido en la alta aristrocacia sovi¨¦tica, film¨® su primer largometraje titulado La felicidad de Assia. La censura estalinista se lo prohibi¨® y secuestr¨®: era demasiado libre. Sigui¨® haciendo buen cine en su pa¨ªs -T¨ªo Vania, Siberiada- hasta que en los primeros a?os ochenta se exili¨® e hizo en Estados Unidos media docena de pel¨ªculas del mont¨®n, con la excepci¨®n de El tren del infierno, que superaba la median¨ªa de las otras. Mi gallina Riaba nace en plena libertad y es una pel¨ªcula tir¨¢nica, porque es esclava del vac¨ªo, de la carencia de ideas, del nada que decir a nadie, de la p¨¦rdida de la generosidad de su autor incluso para consigo mismo.
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