?Cinco derribos, cinco!
Pe?ajara / Silveti, Luguillano, Rodr¨ªguez
Toros de Pe?ajara, muy serios y con trap¨ªo, cornalones astifinos; derribaron cinco veces (el 6o, tres); de feo estilo. Alejandro Silveti, que confirm¨® la alternativa: pinchazo, estocada y descabello (silencio); bajonazo (silencio). David Lugw1lano: estocada corta ca¨ªda y seis descabellos (silencio); dos pinchazos y dos descabellos (silencio). Miguel Rodr¨ªguez: pinchazo, estocada ladeada -aviso- y tres descabellos (aplausos y tambi¨¦n pitos cuando saluda); pinchazo baj¨ªsimo perdiendo la muleta, otro hondo bajo, rueda insistente de peones y dos descabellos (palmas). Plaza de Las Ventas, 14 de mayo. la corrida de feria. Lleno.
La corrida de Pe?ajara derrib¨® en cinco ocasiones, ?lo nunca visto! Cinco derribos, cinco; se dice pronto. En s¨®lo una corrida de San Isidro se han producido cinco veces m¨¢s derribos que en las ferias de Sevilla y de las Fallas juntas. Tres toros -porque fueron tres los autores de la proeza- derribaron cinco veces m¨¢s que el centenar y medio largo lidiados en los seriales dichos.Y a¨²n se observaron otras diferencias. Las astas de los seis Pe?ajara, puestas una a continuaci¨®n de otra,- a lo mejor tambi¨¦n quintuplicaban las que se vieron en las ferias de Sevilla y de Valencia. Toda una revelaci¨®n. Dec¨ªase de los toros de Sevilla y de Valencia que la ganader¨ªa de bravo est¨¢ mohina por culpa de la consanguinidad o pudiera ser de la ru¨ªn gen¨¦tica; dec¨ªase que los cuernos de los toros son ahora pequenajos, deformes y romos por un prurito que all¨ª les entra, y alivian rasc¨¢ndolos en las piedrecitas del campo. Dec¨ªase.
Dec¨ªase... hasta que saltaron al barrizal vente?o los pe?ajaras, m¨¢s serios que guardias de asalto, dotados de buidas cornamentas y tres de ellos con poder¨ªo suficiente para entrampillar el enguatado caballazo de picar y mandarlo a hacer g¨¢rgaras con el picador y su castore?ito gracioso encima. El sexto derrib¨® tres veces y ya estaba la afici¨®n cruz¨¢ndose apuestas sobre si ser¨ªa capaz de derribar la cuarta, ya anhelaba presenciar el puyazo que hab¨ªa de ahormarle el cuerpo y calibrar su bravura, cuando el presidente cambi¨¦ el tercio.?La que se arm¨®! Pues la lidia qued¨® incompleta; el toro, sin medir ni picar; frustrado el p¨²blico; y, adem¨¢s, se acrecentaba el peligro de banderillear aquel toraco, que llevaba la cabeza por las nubes ense?oreando su arboladura. Naturalmente pasaron fatigas los subalternos, mientras el p¨²blico liberaba su indignaci¨®n grit¨¢ndole al presidente un denso surtido de ep¨ªtetos. Hubo tambi¨¦n discursos, seg¨²n corresponde a las corridas de toros como Dios manda. En una corrida de toros (como Dios manda) nunca deben faltar estrepitosas ca¨ªdas de picador, un quite para el recuerdo, piezas oratorias de los aficionados, bronca al presidente. La elocuencia de los aficionados suele soliviantar a las masas, que calla expectante para recibir doctrina en cuanto les oye decir: "?Se?or presidente!".
Uno de los numerosos "?Se?or presidente!" ilustrativos de la protesta tuvo cierto corte surrealista. El aficionado parlamentario dijo: "?Se?or presidente: gol del Sevilla!", y suscit¨® encontradas emociones.
Miguel Rodr¨ªguez peg¨® derechazos valent¨ªsimos al toro no Picado, con el prop¨®sito vano de que bajara la cabeza y embarcarlo desde el mando y la templanza que reclaman las reglas del arte. Muy pundonoroso estuvo este torero toda la tarde, oportuno en quites, arriesgado asimismo durante su otra faena en la que consigui¨® sacar dos estupendas tandas de naturales. Las tom¨® el toro, y constituy¨® gran novedad, pues result¨® ser el ¨²nico que dio media docena de embestidas sin plantear problemas.El resto sac¨® mal estilo. Inv¨¢lido el primero, Alejandro Silveti apenas pudo instrumentarle tres ver¨®nicas ce?idas, par de gaorieras, otros tantos derechazos. En el cuarto repiti¨® Silveti las gaoneras, dio dos espeluznantes pedresinas en el centro geom¨¦trico del redondel, sorte¨® las inciertas arrancadas.David Luguillano, con peor lote -uno reserv¨®n, otro moribundo tras recibir la visita del se?or del castore?o- capote¨® y rriulete¨® voluntarioso, lo que no es poco. Pero no transcurrieron anodinas las respectivas lidias, ni mucho menos; ya que, aparte las emociones propias de los derribos propiciados por ambos toros, al quinto lo pare¨® con torerer¨ªa y majeza el banderillero Jes¨²s Delgado, y se gan¨® la ovaci¨®n de la tarde.
Babelia
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