Que pena que no sea ropa francesa
El Espai Poblenou de Barcelona atrae a un p¨²blico inusual con su montaje que prendas usadas de Christian Boltansk¨ª
Ya que el artista franc¨¦s Christian Boltanski indaga sobre la muerte en su obra, cualquiera podr¨ªa suponer que los montones de ropa que desde el viernes invaden el Espai Poblenou de Barcelona pertenecieron a seres ya desaparecidos. Incluso, siendo m¨¢s retorcidos, siabiendo de la obsesi¨®n de Boltanski por el holocausto nazi, la ropa -si no fuese porque la moda revela las ¨¦pocas- podr¨ªa evocar la de un grupo de jud¨ªos aniquilados, abandonada a las puertas de la c¨¢mara de gas. Nada de eso le importaba a Catalina, una se?ora que acudi¨® al Espai ante el reclamo de la oferta: por 200 pesetas se puede llevar la ropa usada que desee. "Yo he venido por la ropa, para qu¨¦ voy a.enga?arle", dec¨ªa, "si esto es arte o no, no me importa".El montaje de Boltanski -Dispersi¨® permanecer¨¢ en el Espai hasta el mes de septiembre da a la nave-superior un aspecto realmente singular. Iluminados s¨®lo por la luz natural, entre las columnas, las paredes blancas y los ventanales de la sala, montones de ropa usada aguardan a que el p¨²blico 100 personas el primer d¨ªa- los revuelva, se lleve las piezas que le interesan, intercambie prendas de mont¨®n a ' mont¨®n. "No, no hab¨ªa estado nunca en el Espai PobIenou", comentaba Xavi, un joven maquetista con aspecto de rockero, examinando una camisa oscura, sobria., "Est¨¢ bien, pero no s¨¦ si es de t¨ªa". Xavi no fue al Espai atra¨ªdo por la figura de Boltanski, a quien no conoc¨ªa: "Es que flipo con la ropa usada".
Y as¨ª, j¨®venes con pinta de modernos, mujeres con aspecto de tarde de ocio y compra, estudiantes que encaraban el fin de semana, acudieron el viernes ante la oferta de camisas, ba?a dores, albornoces, abrigos, ame ricanas, camisetas, gorras, cha quetas, e incluso alguna bota -in¨²til el intento de hallar el segundo par- A Mar¨ªa Isabel, la oferta le satisfizo: "Tienes que buscar, pero mira esta chaqueta de cuero que he encontrado". Su acompa?ante no estaba tan de acuerdo: "Es que hab¨ªan dicho que se trataba de ropa de marca, y siendo un artista franc¨¦s, cre¨ªa mos que habr¨ªa m¨¢s calidad. Pero toda, la ropa es de aqu¨ª, y no muy buena".Pese a todo, ambas se fueron bien entrada la tarde, cargando sendas bolsas -editadas por el Espai para la ocasi¨®n- llenas hasta los topes. "?S¨®lo se puede coger una bolsa por persona?", se o¨ªa constantemente. "S¨ª", contestaba el joven que vend¨ªa las bolsas. Realmente, el Espai vivi¨® uli d¨ªa de ¨¦xito, y ya que la gente permanecia incluso una hora rebuscando entre las prendas -una mujer doblaba la ropa con un cuidado conmovedor-, se lleg¨® a congregar en la sala una cantidad de p¨²blico inusual; ello se convirti¨® al final en parte fundamental de la obra. "Es una forma de pasar la tarde", dec¨ªa una mujer que hab¨ªa llegado acompa?ada de sus hijas. "F¨ªjate, los montones de ropa son como mierda, y la gente... como moscas van a ellos", comentaba un joven, algo m¨¢s distanciado del af¨¢n consumista de la tarde.,
1 Porque tambi¨¦n los hab¨ªa que conoc¨ªan ya la obra de Boltansk?. Como Ximena y Sandra, dos argentinas de paso por Barcelona, que acudieron atra¨ªdas por la personalidad del artista. "Es un montaje muy diferente a todo lo que hab¨ªa hecho Boltanski, y es como de locos ver a la gente por ah¨ª, revoloteando", dec¨ªa Sandra. A Sandra, como a Ximena y como a una veintena de personas, tuvieron que rogarles que saliesen a las ocho y media de la tarde, hora del cierre, algo que nunca hab¨ªa sucedido en el Espai. Y, humanas pese a estar interesadas por el arte, tampoco resistieron la tentaci¨®n de llevarse unas prenditas. "Yo es que hab¨ªa estado ya ayer [por el jueves], durante la inauguraci¨®n, y escond¨ª unas cuantas cosas que me interesaban", confes¨® Sandra.
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