De gatos y liebres

Pat¨¦tica result¨® la demostraci¨®n de horas bajas, por las que atraviesan Chris Wilson, Danny Minh, James Farrell y Daniel Jean Renaud, a su paso por el escenario de Rev¨®lver. Primero, por vender su militancia en una de las bandas m¨¢s afloradas del rock'n'roll de los ¨²ltimos 20 a?os, The Flaming Groovies. Despu¨¦s, porque el concierto que ofrecieron fue insuficiente para las 2.000 pesetas que costaba la entrada. Ni bajista se trajeron.El repertorio era granado en versiones de cl¨¢sicos: Shake some action y Slow death, de los Groovies; Sympathy for the devil y Jumping Jack Flash, de sus majestades los Rolling Stones; No particular place to go, de Chuck Berry, y cl¨¢sicos del blues, como Down the road apiece. Pero su ejecuci¨®n y resultado eran m¨¢s adecuados para una actuaci¨®n de bar que para una sala en toda regla. Fue, descaradamente, la cl¨¢sica adquisici¨®n de gato por liebre.

A pesar de que el precio de la entrada era el mismo, otra cuesti¨®n fue la fiesta stoniana organizada una noche despu¨¦s por los Chesterfield Kings. Este cuarteto norteamericano ha parado el reloj de la historia a principios de los setenta y su mera existencia como grupo musical es un continuo homenaje a Jagger y Richards. Su inequ¨ªvoco aspecto, su pose, su sonido, todo, en definitiva, reproduce a la exactitud la ¨¦poca del Sticky fingers. Unos tiempos en los que el rock era transgresor y provocativo. Muchas canciones de los Stones sonaron en el concierto, y otras que, sin ser de ellos, reproduc¨ªan a la perfecci¨®n ambientes y arreglos suyos. Especialmente las del ¨²ltimo disco de los Chesterf¨ªeld Kings, Lets go get stoned.

El cantante de grupo, Greg Prevost, clava la actitud jaggeriana en escena, aunque tambi¨¦n le salen ramalazos a lo Iggy Pop o los New York Dolls, de quienes hicieron la canci¨®n Pills. Toda una fiesta energ¨¦tica, como aquellos tiempos que se fueron.