Solzhenitsin, en Rusia
VUELVE COMO si fuera el rey sin corona de la santa Rusia, como un icono del pasado al que la destrucci¨®n del mundo sovi¨¦tico ha devuelto un especial protagonismo hist¨®rico, o un inspector general, dignatario de los tiempos del zar, que recorre las provincias para comprobar el pulso de la naci¨®n. Alexandr Solzhenitsin, premio Nobel de Literatura, uno de los grandes narradores de nuestro tiempo, descubridor de la infamia carcelaria del gulag estalinista, vuelve a Rusia tras 20 a?os de exilio en Occidente. No es s¨®lo una gloria nacional que regresa para ejercer una autoridad moral sobre sus compatriotas. Se inscribe en una l¨ªnea de representantes de la intelligentsia que por su ejemplo, su obra, o su sola presencia han constituido siempre una fuerza pol¨ªtica en la historia de Rusia. El Nobel ruso es al mismo tiempo uno de los m¨¢s destacados protagonistas de una pol¨¦mica hist¨®rica, que se inici¨® ya amediados del siglo XIX, entre occidentalistas o modernizadores Gogol fue uno de sus mayores representantes en la ¨¦poca- y nacional-rusos o nativistas -en cuyas filas hallamos al gran Dostoievski- SoIzhenitsin es un notable afiliado del rusismo por encima de todo.
Es, sin duda, un intolerante, un absolutista de la moral. Como complemento a su lirismo ¨¦pico, muy afecto a lo que tantos comentaristas han calificado de alma rusa, el autor propugna el regreso al Estado moscovita de Ucrania, Belorus -la antigua Rusia blanca- y sust¨¢nciales extensiones del Asia central, particularmente en Kazajst¨¢n. Tiene un mensaje mesi¨¢nico y desprecia las formas de vida occidentales que considera corruptas y d¨¦biles. Quiz¨¢ tenga raz¨®n en algo. Pero nunca tanta como ¨¦l mismo cree.
No es un Zhirinovsky. Seguramente no implica violencia contra el pr¨®jimo. Su respeto a la persona est¨¢ tan demostrado como su coraje. Y Solzhenitsin llega viejo, y tarde, a una Rusia completamente distinta a la que ¨¦l abandon¨® hace 20 a?os.
Lo que necesita el pa¨ªs es reorganizar su econom¨ªa, consolidar sus modos democr¨¢ticos, restablecer la ley y el orden; en definitiva, reinventar el Estado. Si el premio Nobel hubiera, vuelto a Rusia en 1990, quiz¨¢ hubiera podido recoger la antorcha de Sajarov como conciencia de Rusia. La diferencia entre estas dos grandes figuras rusas es evidente. Sajarov era un occidentalista, un intelectual instalado en la tolerancia y la duda. Solzienitsin es un Creyente en certezas trascendentales que desprecia a quienes tienen una opci¨®n de vida distinta. Pero Rusia ha cambiado. Y Solzhenitsin, h¨¦roe para muchos rusos, no ser¨¢ m¨¢s que un escritor respetado para otros. Y para otros muchos, tan s¨®lo una referencia del pasado. Es posible que sea lo mejor que puede pasarle a Rusia y al propio escritor.
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