Terror ciego
SI LAS bombas son siempre ciegas, ninguna puede serlo m¨¢s que la que se deposita en un lugar p¨²blico, camuflada en el interior de una cartera abandonada para que le estalle al primer curioso que la tome entre sus manos. Esto es exactamente lo que ocurri¨® ayer en la playa vizcaina de La Arena y en un restaurante del monte Artxanda, ambos lugares de cita de miles de ciudadanos vascos en un domingo soleado. En la ya dilatada historia de atentados ocurridos en el Pa¨ªs Vasco es dificil recordar un hecho que represente con exactitud m¨¢s cruel el car¨¢cter indiscriminado del terrorismo. Dos mujeres -una madre y su hija- y un anciano se convirtieron ayer en las ¨²ltimas v¨ªctimas del terror.Por mucho que la coalici¨®n Herri Batasuna hiciera p¨²blico un comunicado en el que acusaba de las bombas a las fuerzas m¨¢s oscuras de la represi¨®n, el l¨ªder del Partido Nacionalista Vasco, Xabier Arzalluz, no tuvo reparo en se?alar que ¨¦sta es la forma en que ETA hace campa?a por HB. El gobernador civil de Vizcaya atribuy¨® igualmente las dos bombas a la factor¨ªa etarra.
Lo que est¨¢ claro es que los terroristas que colocaron sendos explosivos en dos bolsos de mano no obraron por descuido. Sab¨ªan lo que quer¨ªan: provocar el terror entre los miles de ciudadanos que frecuentan esas zonas de esparcimiento. Todos eran su objetivo, al margen de qui¨¦nes tuvieran la desgracia de toparse en su camino con la trampa mort¨ªfera.
Es posible que colocar paquetes bomba en lugares p¨²blicos y convertirlos en se?uelo de ciudadanos desconocidos y confiados sirva a los prop¨®sitos de provocar la alarma entre la poblaci¨®n. Pero ello no aproxima ni un mil¨ªmetro a los terroristas a sus pretendidos objetivos pol¨ªticos. Todo lo contrario su deuda con la sociedad vasca aumenta y es m¨¢s dificil de saldar. Y tambi¨¦n se hace m¨¢s firme la repulsa de ciudadanos y de organizaciones c¨ªvicas al chantaje del terror.
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