Brasil
EL PA?S public¨® en su suplemento del pasado 22 de mayo el cap¨ªtulo dedicado a los ni?os de la calle de Brasil, extra¨ªdo de un libro que aborda el tema en diversos pa¨ªses. Habi¨¦ndose resaltado el caso de Brasil, creo interesante hacer algunas observaciones, siquiera breves, que complementan y puntualizan el texto publicado.Se comprueba por el texto que todas las informaciones utilizadas proceden de autoridades, personalidades y entidades que act¨²an en Brasil. Y esa circunstancia pone en evidencia que los brasile?os son los primeros en reconocer los casos de amenazas a los derechos humanos que tienen lugar en su pa¨ªs. Dentro de un dif¨ªcil cuadro de carencias generalizadas, es reconfortante comprobar -y es importante que eso sea debidamente difundido en el exterior- c¨®mo el Gobierno y la sociedad se encuentran rec¨ªprocamente comprometidos en combatir no s¨®lo las causas profundas del problema, es decir, las desigualdades sociales, sino tambi¨¦n sus efectos negativos sobre la parte m¨¢s desprotegida de la poblaci¨®n.
Visiones parciales siempre conllevan prejuicios. Y el texto publicado el pasado domingo comete la injusticia de presentar a la sociedad brasile?a como inerte ante un estado de cosas que, muy al contrario, repite diaria y contundentemente. No me referir¨¦ a algunas afirmaciones imprecisas presentes por el texto, como, por ejemplo, la que puede conducir al lector a la impresi¨®n de que la polic¨ªa militar en Brasil -que se inserta en el ¨¢mbito de los Estados o autonom¨ªas- est¨¦ subordinada al Ej¨¦rcito -que es federal- Prefiero vislumbrar en imprecisiones de este tipo la buena fe de quien quiz¨¢ no haya tenido tiempo de investigar m¨¢s adecuadamente la materia, y no una actitud desprovista de ¨¦tica inspirada por motivaciones pol¨ªticas.
No podr¨ªa, sin embargo, dejar de traer al conocimiento de la opini¨®n p¨²blica espa?ola, que tanto y tan leg¨ªtimamente se preocupa por este tema, la certeza de que la sociedad y el Gobierno de Brasil est¨¢n haciendo notables progresos en el campo de los derechos humanos. El lector podr¨¢ pensar que no existe el Estatuto del Ni?o y del Adolescente, o que no se est¨¢ tramitando en el Congreso de los Diputados un proyecto de ley para permitir que tribunales civiles juzguen a los miembros de la polic¨ªa militar de los Estados. O que no exista una coordinaci¨®n de las autoridades federales, estatales y municipales, por determinaci¨®n expresa del presidente Itamar Franco, para definir y hacer cumplir medidas urgentes en aras a proteger y promover los derechos humanos en Brasil. El texto no reconoce tampoco lo
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que ya hicieron organizaciones no gubernamentales, con la autoridad, por ejemplo, de una Anti-Slavery International, es decir, reconocer plenamente las medidas que el Gobierno est¨¢ tomando en el ¨¢rea de los derechos humanos.
Podr¨ªa, a mayor abundamiento, enumerar adem¨¢s toda una serie de medidas y disposiciones tomadas por el Gobierno y por la sociedad. Me limitar¨¦, no obstante, a citar la valoraci¨®n, fuera de toda sospecha, del director ejecutivo de la Unicef, se?or James Grant, cuando, en declaraciones en el National Press Club de Washington, el 21 de diciembre de 1993, afirm¨® que el retorno a la democracia en Brasil dio nuevo ¨ªmpetu a la protecci¨®n de los ni?os y, por eso, sus muertes disminuyeron en gran medida. Embajador de Brasil.
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