La bestia imaginaria
Una triste Alemania derrot¨® a Bolivia en el partido inaugural
El verdadero rostro de la bestia alemana es el de un equipo vulgar. Lo descubri¨® Bolivia, una selecci¨®n hu¨¦rfana de historia y de jugadores de talento. Alemania s¨®lo dej¨® para el recuerdo su victoria, el regalo que acostumbra en cada Copa del Mundo. Pero f¨²tbol, no. Nada de lo que hizo tuvo categor¨ªa ni estilo. La vieja Alemania otra vez. Qu¨¦ castigo para la vista. Bajaron los peque?os bolivianos del altiplano andino con sus rudimentos -un f¨²tbol todav¨ªa balbuceante, sin historia en las grandes ocasiones-, pero con una interpretaci¨®n adecuada del juego. Por encima de las limitaciones de sus jugadores, estuvo la sensatez con la pelota, el toque corto, el paso tranquilo. Todo lo necesario para caminar en el calor sofocante del Soldier Field. Mediado el primer tiempo, el cachalote alem¨¢n estaba varado en el campo, con la mirada extraviada detr¨¢s del bal¨®n.El partido tuvo una lectura desmitificadora. Alemania juega m¨¢s con la historia que con la verdadera clase de jugadores. Hay que concederles todas esas virtudes laterales a la esencia del juego que impresionan a sus rivales: la consistencia, el vigor f¨ªsico en el choque, la solidez para sobreponerse a las adversidades. Y en algunos casos tambi¨¦n existe la clase. M¨®ller, por decir uno, es un futbolista relevante, con la velocidad y los recursos t¨¦cnicos que deciden los partidos. Pero en medio del paisaje gris de Alemania, sus mejores jugadores se disfrazan de funcionarios, carrera arriba y abajo, pelotazo al ¨¢rea y choque constante. Pero le leyenda alemana supera a la realidad de su f¨²tbol. Es lo que dej¨® escrito Bolivia en un partido que lleg¨® a todos los rincones del planeta. El f¨²tbol deber¨ªa tomar nota de la lecci¨®n dictada por los bolivianos.
El f¨ªsico s¨®lo sirvi¨® a los alemanes durante 20 minutos. Tuvieron ese plazo para impresionar a sus rivales, un equipo casi virgen en la historia de la Copa del Mundo. Pero todo el aparato esc¨¦nico del equipo alem¨¢n s¨®lo dio para una ocasi¨®n. Fue una jugada de Moller por la raya izquierda, con velocidad y regate para desequilibrar al lateral, y luego la pelota bien metida a la cabeza de Riedle, que golpe¨® plano y mal. Poco despu¨¦s, H?sler buscaba aire para respirar, Sammer perd¨ªa el comp¨¢s en el centro del campo y el resto miraba la crecida boliviana.
La contestaci¨®n alemana en la segunda parte fue del mismo signo que en el trecho inicial del encuentro. De nuevo, Bolivia sinti¨® el efecto del miedo y concedi¨® el campo a sus rivales. Nada de lo que hizo Alemania tuvo un gran valor futbol¨ªstico. Era un juego pesado, plano, bastante previsible. Pero cab¨ªa la posibilidad de un detalle o de un error. Las dos cosas se produjeron en la jugada del gol de Klinsman: un bal¨®n largo, la ruptura del fuera de juego y la tard¨ªa llegada del portero para achicar.
El resultado estaba servido para el sector atento a la estad¨ªstica. Alemania gan¨®. Pero detr¨¢s no dej¨® nada.
Hace cuatro a?os, en una tarde memorable en San Siro, Colombia derrib¨® a Alemania con pases de veinte cent¨ªmetros y un sentido sobredesarrollado del toque y la intuici¨®n. Bolivia no pod¨ªa ofrecer tanto ayer. Tir¨® del orgullo y de algunos retazos de juego. Fue suficiente para sacar los colores a un equipo mec¨¢nico, pobre y miedoso. ?D¨®nde estaba la gran Alemania?. En ese gol que le dio la victoria en con un juego miserable. Pero as¨ª ha escrito la historia en las Copas del Mundo.
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