Na¨²fragos en una piscina
Hace diez y quince a?os murieron Joseph Losey y Nicholas Ray,-que encarnaron el exilio de Hollywood
DIEZ A?OS SIN LOSEY. El 22 de junio de 1984, hace hoy una d¨¦cada, muri¨® en Londres, a los 75 a?os, un cineasta de renombre mundial, al que todos consideraban, sin serlo, brit¨¢nico. Tan continuada hab¨ªa sido la obra de Joseph Losey en Europa durante 30 a?os, que se hab¨ªa olvidado que proced¨ªa de los viveros de cineastas y hombres de teatro que, antes, durante y despu¨¦s de la II Guerra Mundial, conformaron la que algunos llamaron generaci¨®n perdida de Hollywood, sector de la izquierda intelectual estadounidense que fue amordazado y dispersado por el senador Joseph McCarthy y su caza de brujas en el Comit¨¦ de Actividades Antiamericanas, a caballo de los a?os cuarenta y cincuenta. Una generaci¨®n de cineastas que Orson Welles, que no obstante era uno de ellos, radiografi¨® con crueldad e iron¨ªa: "Naufragaron en sus piscinas"
MadridEn los seis a?os que engloban las muertes de Nicholas Ray en 1979, ahora hace 15; de Joseph Losey el 22 de junio 1984, ahora hace 10; y de Orson Welles en 1985, hace ahora nueve; se borraron las tres formas del exilio generado por Hollywood en los a?os de la posguerra, ¨¦poca de la que esos y otros cineastas son hoy considerados insustituibles. Con ellos, Hollywood desterr¨® de sus n¨®minas a algunas de sus fuentes m¨¢s f¨¦rtiles. Joseph Losey naci¨® -en 1909, dos a?os y medio antes en la misma peque?a ciudad de Wisconsin que Nicholas Ray: La Crosse. Welles -cuatro a?os despu¨¦s, en 1915- vino al mundo en otra localidad cercana del mismo Estado: Kenosha. El agrupamiento de su origen, de su final y, entre uno y otro, de su contribuci¨®n a los movimientos de rechazo al stablishment de Hollywood en el que alcanzaron a ser tres leyendas vivientes, es un conjunto de coincidencias que no impide que cada uno de ellos represente mentalidades muy diferenciadas, e incluso opuestas, de entender el cine.
Losey encarn¨® hasta su muerte en Londres hace una d¨¦cada la opci¨®n m¨¢s radical, el exilio absoluto. Formado entre los alevines de dirigentes de la Universidad de Harvard y considerado un superdotado desde que era un ni?o, inici¨® una temprana carrera, siempre contra la corriente en el teatro neoyorquino, primero en los escenarios marginales y m¨¢s tarde en Broadway.
El gran momento en esta su etapa inicial fue el estreno mundial en Nueva York, y en plena guerra, de Galileo Galilei, de Bertolt Brecht -exiliado entonces en Estados Unidos-, interpretada por Charles Laughton. En un c¨¦lebre ensayo titulado El ojo del maestro, Losey cont¨® a?os despu¨¦s c¨®mo su trabajo junto a Brecht marc¨® su evoluci¨®n profesional e intelectual. En este sentido -y es revelador que quienes, como Bertrand Tavernier, le niegan esa su condici¨®n de cineasta brechtiano ignoren precisamente esta pel¨ªcula-, es en King and Country donde Losey llev¨® a la perfecci¨®n la mirada de su maestro.
Como Ray y Welles, en su primera juventud, Losey se convirti¨® en un activo agitador de los grupos intelectuales de la izquierda comunista neoyorquina y, desde ellos, tras colaborar como documentalista de filmes de guerra, salt¨® a Hollywood en 1943 contratado por la MetroGoldwyn-Mayer. Pero no se embarc¨® en la ficci¨®n hasta cinco a?os despu¨¦s, cuando en 1948 hizo El muchacho de los cabellos verdes e inmediatamente despu¨¦s The prowler, un thriller que contiene algunas de las escenas -por ejemplo, la de la muerte de Van Heflin- consideradas por los historiadores como mod¨¦licas en la tortuosa plenitud del genero negro.
Fue este filme -que ha sido descrito como "una combinaci¨®n de tiral¨ªneas y vitriolo", el desencadenante de su persecuci¨®n, a mediados de 1950, por los cazadores de brujas del equipo de j¨®venes pol¨ªticos ultraconservadores -all¨ª hizo sus primeras armas Richard Nixon y a su sombra tambi¨¦n las hizo el m¨¢s tarde arrepentido liberal converso Robert Kennedy- del n¨²cleo de funcionarios con vocaci¨®n fascista del Comit¨¦ de Actividades Antiamericanas del senador McCarthy, pol¨ªtico que desemboc¨® en delirios ideol¨®gicos tan cercanos al nazismo, que asustaron al presidente Dwight Eisenhower y que en 1956 le forzaron a expulsar al personaje del mapa de Washington.
Desde 1950, Losey no pudo firmar en Hollywood sus trabajos. Su siguiente pel¨ªcula, Stranger in the prowl, es de un tal Andrea Forzano, nombre con el que huy¨® a Roma, Mosc¨² y Londres, para no volver -pudo hacerlo, pero se neg¨®- a su origen. Es el nacimiento -tambi¨¦n sin nombre, pues las garras de McCarthy daban zarpazos fuera y Losey, ya en Inglaterra, tuvo que esconderse detr¨¢s de los seud¨®nimos Victor Hanbury y Joseph Walton- de un fundador del cine moderno europeo, pues su influencia aqu¨ª fue -entre 1960, a?o de El criminal; y 1966, a?o de Accidente- poderosa y continuada. Entre ambos filmes realiz¨® The damned, Eva, El sirviente y King and Country, b¨¢sicas en el cine brit¨¢nico y respuestas al estilo impuesto por los cineastas, por entonces en boga, de la nouvelle vague francesa.
Cual es la aportaci¨®n de Losey al cine europeo posterior a ¨¦l es algo todav¨ªa poco estudiado, un cap¨ªtulo abierto -el de las prolongaciones- de su estilo matem¨¢tico y no obstante -como ocurre con el tan diferente de Ray- dif¨ªcil de definir. Este estilo alcanz¨® madurez en El sirviente, Accidente y King and Country, cuyas sombras se prolongan a ahora mismo, cuando sobre el cine europeo sobrevuelan fantasmas que se cre¨ªan apagados y que Losey afront¨®, con frialdad e intensidad, desde la abstracci¨®n y la distancia emocional creada por su exilio. De ah¨ª que, a los 10 a?os de su muerte, comience -tras el olvido creado por la endeble etapa final de su carrera- a adquirir los perfiles de un precursor.
Otros exilios absolutos de Hollywood -Preston Sturges, Alexander Mackendrick, Stanley Kubrick, Jules Dassin- no tienen rasgos similares al de Losey. Las ra¨ªces de ¨¦ste con el desarraigo fueron tan fuertes, que crean sensaci¨®n de un parad¨®jico destierro convertido en tierra. Y esto se hace en ¨¦l -y su idea de que el estilo es el hombre" no es ajena a ello- fuente de la singularidad de su obra, infinidad de veces imitada, pero inimitable.
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