Escaramuzas de San Juan
Los vecinos de Huertas jugaron al escondite con la polic¨ªa para saltar la tradicional hoguera
El hombre gordito, de gafas, se tocaba sensualmente el cuerpo:-Ri¨¦gueme, ri¨¦gueme -gritaba emulando a Carmen Maura en La ley del deseo cuando a la actriz la remojaban unos barrenderos.
El bombero, mientras, segu¨ªa a lo suyo, que era apagar por segunda vez la hoguera de la plaza de San Juan (al lado de la calle de las Huertas, en el centro de la ciudad). Los vecinos del barrio de las Letras se empe?aban en celebrar la noche m¨¢s corta del a?o con fogatas. El resultado fue una serie de escaramuzas con los polic¨ªas y tres horas intensas para los bomberos, que apagaron cinco hogueras en la zona.
Pero antes de que los bomberos, vecinos y polic¨ªas abandonasen el juego del perro y el gato, a eso de la 1.45, el personal jaleaba al espont¨¢neo de las gafas mientras una mujer diminuta, despeinada, farfullaba ante el bombero:
-Le voy a pegar, que me ha mojado toda.
Y se tocaba, balance¨¢ndose, la camiseta larga, su ¨²nica vestimenta. El bombero la miraba de reojo, desde arriba, y le dec¨ªa a un municipal: "?Pero haced algo!"
-?Bomberooo, vaya mangueraaaa!
Las risotadas acogieron la nueva gracia del gordito con gafas. El bombero, escoltado por la mujercita, segu¨ªa mojando el mont¨®n de madera humeante.
Francisco Javier -un muchacho de 19 a?os vestido con una camiseta de f¨²tbol y bermudas, a la americana- y sus amigos del barrio ya hab¨ªan saltado muchas veces y eran de los que mejor lo hac¨ªan; Vicente, el mensajero; Edu, el botones; el propio Francisco Javier, que trabaja en una c¨¢mara frigor¨ªfica.... y dos centenares de vecinos que trajeron a mal traer a la Polic¨ªa Municipal y a la Nacional; ellos, encendiendo hogueras en cada esquina; los uniformados, detr¨¢s. El orden, desde la medianoche hasta las 3.30 de la madrugada fue siempre el mismo: chicos saltando una hoguera, polic¨ªas que llegan en tropel; coche de bomberos que se acerca sirena en ristre y hoguera que queda convertida en un un mont¨®n de escombros humeantes, mientras los vecinos gastan bromas e insultan a todo el que pifian por delante, incluido el alcalde.
Un cubo y unas gafas
Y Paco, el Ciclista, siempre en medio. El Ciclista lleva camiseta de corredor, bermudas y playeras. A todos conoce y todos le conocen; seg¨²n avanza la noche, se le va trabando la lengua, igual que a Araceli. Siempre iba donde estaba el fuego.-Hasta hace cuatro a?os -contaba Vicente, el mensajero, de 23 a?os- pod¨ªamos hacer la hoguera, e incluso nos pon¨ªan un par de barracones en el paseo del Prado.
La ¨²nica hoguera legal fue la de la plaza de la Vicalvarada, en Vic¨¢lvaro, que cont¨® con un ret¨¦n de bomberos durante toda la noche. El resto quedaba bajo el control de la Polic¨ªa Municipal.
A medianoche, en el centro de control de los bomberos empezaron a sonar los tel¨¦fonos:
-Que est¨¢n acumulando cartones en Huertas, 73 -comentaba uno de los telefonistas al jefe de la guardia.
El tel¨¦fono sonaba otra vez y el bombero contestaba al comunicante:
-Pero ?qu¨¦ es?, ?una hoguera?
El vecino denunciaba que un grupo de chavales estaban haciendo una hoguera en Arturo Soria. A esas alturas de la noche, ya hab¨ªa salido el primer coche para la plaza de San Juan. Siguieron otras dos visitas, y al tercer fuego, montado en en la confluencia de la calle de Santa Mar¨ªa con la costanilla de los Desamparados, Francisco Javier y sus amigos ya parec¨ªan, saltando, guerreros medievales o costaleros, con el torso musculado y la camiseta colocada como turbante.
Las vecinas gritaban desde el balc¨®n mientras las llamas sub¨ªan:
-?Vaya gracia! -dijo una, y, con el cubo de agua que tir¨® a los festejantes, se le cayeron tambi¨¦n las gafas.
La siguiente hoguera -unos cuantos cartones- la apagaron los propios polic¨ªas con una manga de riego, lo que gener¨® comentarios sard¨®nicos de la concurrencia.
El pr¨®ximo episodio ocurri¨® en medio de la calle de Atocha, y Vicente, el mensajero, vio c¨®mo un chaval del barrio, con 16 a?os, se llev¨® un porrazo -literal- en la espalda colocado por un polic¨ªa municipal. "Si el chaval no sali¨® corriendo, se qued¨® parado...".
De todos modos, a Francisco Javier y a Edu, que se hab¨ªan puesto otra vez la camiseta, les echaron los municipales de malos modos de la calle de Atocha.
Mientras, en la Cueva de la Luna, en Titulcia (872 habitantes), 1.000 personas comieron sardinas y danzaron en corros alrededor de una hoguera, informa V¨ªctor Saornil. Las manos enlazadas y la danza dibujaban ruedas de energ¨ªa.
La celebraci¨®n del solsticio de verano se inici¨® con la quema de la hoguera de San Juan, as¨ª como de cuatro antorchas que simbolizaban los cuatro puntos cardinales y los cuatro elementos b¨¢sicos: tierra, aire, agua y fuego.
Esoterismo en Titulcia
La Cueva de la Luna fue descubierta en 1952. El componente esot¨¦rico de esta construcci¨®n se centra en la existencia de distintos signos templarios, la relaci¨®n de sus medidas con diferentes distancias terrestres (entre las ciudades de Titulcia, Mil¨¢n y Or¨¢n) y el hecho de que Titulcia haya sido destruida cinco veces a lo largo de su historia, seg¨²n Armando Rico, el due?o de la cueva.Cu¨¢ndo el reloj se acercaba a las cuatro de la madrugada, el bombero telefonista dec¨ªa con aire de agobio: "Por lo menos 25 hogueras hemos apagado".
Fueron en realidad siete las que quedaron en los anales del cuerpo, y varias de ellas, registradas como fuegos de basura. Uno en San Blas, otro en Latina.... y el resto, en el barrio de las Letras.
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