"Envidia..."
La Fundaci¨®n Mir¨® recoge comentarios de todo tipo sobre la exhibici¨®n de fotos de Mapplethorpe
La Fundaci¨®n Mir¨® de Barcelona ha vivido la exposici¨®n de Mapplethorpe como una fiesta. En primer lugar, porque ninguna asociaci¨®n de padres puso el grito en el cielo ante los penes enhiestos que retrat¨® el fot¨®grafo estadounidense, ni ning¨²n grupo religioso or¨® ante el blanco edificio de Sert para la salvaci¨®n de las almas ni insult¨® a los visitantes. Que no hubo esc¨¢ndalos, vaya. Y encima, la fundaci¨®n ha recibido, sobre todo los fines de semana, una avalancha de visitantes: matrimonios con ni?os, parejas, grupos de amigos, j¨®venes, mayores, de forma que esta exposici¨®n, que se inaugur¨® el 21 de abril y ayer se cerr¨®, se ha convertido en la m¨¢s visitada en la fundaci¨®n tras la del centenario de Mir¨®.Cuenta el personal de puerta de la fundaci¨®n que a menudo el p¨²blico sonre¨ªa ante el cartel que advert¨ªa de que el contenido de la exhibici¨®n pod¨ªa "herir la sensibilidad" del visitante. Lo cierto es que apenas se han producido protestas de espectadores escandalizados por el expl¨ªcito contenido sexual de la obra de Mapplethorpe. Pero siempre hay excepciones. Lean, si no, el comentario que dej¨® escrito en el libro de la fundaci¨®n un visitante an¨®nimo: "Thorpe = Torpe. La pornograf¨ªa m¨¢s barata... Pienso que el anuncio donde se advert¨ªa acerca de las fotos deber¨ªa anticipar que es un mont¨®n de basura".
Y es que, teniendo en cuenta que la exposici¨®n ha recibido 75.000 visitantes, ha habido lecturas para todos los gustos. Aurelio, por ejemplo, un estudiante de arte, destacaba el clasicismo del fot¨®grafo, la pureza de las l¨ªneas. Un comentario, en fin, muy diferente de este que recog¨ªa tambi¨¦n el libro de la fundaci¨®n: "Envidia: me gustar¨ªa tener la polla del negro". Texto que, en la misma p¨¢gina, era contestado de la siguiente forma: "A mi novia le gusta m¨¢s la m¨ªa, y es una chica hippy de buen gusto".
"Dada la cantidad de p¨²blico que ha venido, a la fuerza hab¨ªa de ser diferente al habitual, pero nos ha sorprendido que ha sido, sobre todo al principio, p¨²blico de la ciudad que ven¨ªa a ver a Mapplethorpe", destaca una de las vigilantes de sala. Mapplethorpe era homosexual, en su fotograf¨ªa la tem¨¢tica gay es recurrente, as¨ª que no extra?a que la fundaci¨®n haya recibido a numerosos visitantes gays, hasta el punto de que se lleg¨® a acu?ar entre el personal la expresi¨®n "hora G" en referencia a la de m¨¢s afluencia de este p¨²blico militante, portador de lazos rojos -Mapplethorpe, muri¨® de sida en 1989-, que se produc¨ªa en las primeras semanas al llegar las cinco de la tarde.
Y pese a que la normalidad ha dominado la vida de la exhibici¨®n -ninguna queja, por ejemplo, entre los miembros m¨¢s conservadores de la heterog¨¦nea asociaci¨®n Amigos de la Fundaci¨®n- se cuentan, sin embargo, algunas peculiaridades: una, que no ha habido apenas visitas escolares -la que realiz¨® un grupo de alumnos de bachillerato checoslovacos es especialmente recordada por el impacto que caus¨® entre los adolescentes-; dos, que los visitantes estadounidenses han sido los ¨²nicos reacios a visitar Mapplethorpe. Para llegar a la colecci¨®n permanente de Mir¨® hab¨ªa dos opciones: atravesar primero Mapplethorpe -opci¨®n mayoritaria- o salt¨¢rselo. Esta opci¨®n fue elegida por no pocos estadounidenses, en cuyo pa¨ªs se suspendi¨® en 1989 una antol¨®gica del fot¨®grafo por su fuerte contenido.
En el anecdotario de la exposici¨®n quedar¨¢n algunas historias: un grupo de mujeres, amas de casa, llega en autocar a la fundaci¨®n. La visita se desarrolla entre risas y comentarios m¨¢s bien subidos de tono, entre los que sobresale la voz de una mujer que, ante una de las im¨¢genes m¨¢s exuberantes, amenaza: "Esto lo tiene que ver mi Manolo". La segunda historia fue, m¨¢s o menos, as¨ª: una pareja contempla en la tienda las fotos que se venden sueltas. Mapplethorpe fotografi¨® tambi¨¦n flores y retratos de artistas, pero la pareja compra las fotos de sexo expl¨ªcito. Eligen una, dos, tres, pero a la cuarta dudan. Es UntitIed, un hombre desnudo con el pecho claveteado de jeringuillas. "No s¨¦", dice ella, "puede que sea un poco fuerte que la ni?a vea esto cada d¨ªa colgado en la sala".
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