Il calc¨ªo y la izquierda
Este Mundial empez¨® como un drama para la izquierda italiana porque el grito Forza Italia, que nunca hab¨ªa tenido color pol¨ªtico y exaltaba a conservadores y progresistas, acababa de ser envenenado por la astucia de Berlusconi, que se hab¨ªa adue?ado de ¨¦l convirti¨¦ndolo en t¨®tem para su partido. De ah¨ª el que, nunca como esta vez, los intelectuales italianos hayan participado tanto en el psicodrama futbol¨ªstico en vilo entre el amor a los Azurri del coraz¨®n y el odio por el adversario pol¨ªtico, desenterrando hasta a Proust para analizar el caso.Empez¨® el serio diario comunista Il Manifesto confesando su angustia y deseando que perdiera Italia, antes de que se ensanchase a¨²n m¨¢s, con una victoria, la sonrisa de Berlusconi, que hab¨ªa colocado en el Mundial de Estados Unidos a siete hombres de su Milan.
Y comenzaron los malabarismos ling¨¹¨ªsticos para borrar del l¨¦xico progresista el grito de los dioses de anta?o: Forza Italia. Pero ?c¨®mo borrar de un plumazo lo que hab¨ªa sido el gran grito de amor nacional? El anciano Indro Montanelli, en su nuevo diario, La Voce, nacido precisamente en pol¨¦mica contra su antiguo editor, Berlusconi, lo ha resuelto con un Italia, forza, e Il Manifesto, con un Forza, Azurri. Otros progres prefirieron el grito de Gloria Italia. ?Y los tifosi?. "La izquierda se ha vuelto loca", dec¨ªa un taxista en Mil¨¢n a este periodista una hora antes del partido contra Noruega, cuando la ciudad era ya un cementerio y todos corr¨ªan hacia sus casas como si se hubiese declarado la hora de queda. "Porque no se dan cuenta de que nos han dejado s¨®lo la felicidad del f¨²tbol, y hasta eso nos quieren envenenar", a?ad¨ªa, mientras profetizaba: "Pero no resistir¨¢n, y al final tambi¨¦n la izquierda gritar¨¢ Forza Italia".
Y llevaba raz¨®n, porque al d¨ªa siguiente, tras la conmoci¨®n de la heroicidad de la victoria "contra los vikingos noruegos" ' con el portero expulsado y sin el Bal¨®n de Oro budista, todos se derritieron. Los diarios, sin distinci¨®n de color, gritaron al Miracolo, y el mism¨ªsimo Il Manifesto reconoc¨ªa que, despu¨¦s de todo, "Italia es siempre Italia". Y as¨ª la afici¨®n, olvid¨¢ndose ya, de Berlusconi, estaba ayer pendiente, como una pi?a, de un solo verbo: continuar, del que escrib¨ªa un diario en un ¨¦xtasis de esperanza: "?Chedolce parola!".
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