El Eurosur, desintegrado
Los ministros romanos que rehabilitan a Mussolini no son en absoluto, peligrosos. El Estado fascista, su partido ¨²nico y su fundador pertenecen ya a la historia y a los museos. Pero el thatcherismo del ministro de Asuntos Exteriores es un elemento fundamental del Gobierno de Berlusconi. The Sunday Telegraph ha considerado "m¨¢s radical que la se?ora Thatcher, a este prestigioso economista, que nunca ha ocultado su admiraci¨®n por la Escuela de Chicago, de la que ha salido. Se ha declarado poco favorable al Tratado de Maastricht y a la moneda ¨²nica. Ha criticado "el eurodirigismo de Bruselas", al estilo de John Major, y el Gobierno de Londres se felicit¨® ruidosamente por su nombramiento. Este ministro no es un elemento exterior a Berlusconi, como ocurre con los neofascistas que el sistema electoral oblig¨® a reclutar para formar una mayor¨ªa. Es un hombre de confianza del presidente del Consejo, que garantiza as¨ª el integrismo neoliberal simbolizado por la Dama de Hierro.?sta no hizo sino expresar la esencia de una tradici¨®n arraigada en la naci¨®n brit¨¢nica. El thatcherismo es la forma extrema del anglicismo, el renacimiento del riguroso laisser-faire, laisser-passer que el Reino Unido se esforz¨® en imponer a Europa el siglo pasado. Gener¨® simult¨¢neamente una expansi¨®n econ¨®mica y una desigualdad social igual de intensas. Marx analiz¨® bien ambas en El capital, despu¨¦s de haber sacado las conclusiones pol¨ªticas de la segunda en el Manifiesto comunista. En la actualidad, la socialdemocracia desarrollada desde 1945 protege a los trabajadores, a los d¨¦biles y a los menos favorecidos contra los excesos del liberalismo. Pero el thatcherismo consiste precisamente en destruir poco a poco esa red de protecci¨®n.
Su desintegraci¨®n empez¨® mucho antes de Thatcher, cuando el Reino Unido cre¨®, en 1959, la Asociaci¨®n Europea de Libre Comercio (EFTA, siglas en ingl¨¦s) para impedir el desarrollo de la Comunidad Econ¨®mica Europea (CEE), fundada en 1957 por el Benelux y los tres grandes Estados continentales: Francia, Italia y Alemania. Dados sus estrechos v¨ªnculos con EE UU y la extensi¨®n de la Commonwealth, los brit¨¢nicos fueron los primeros en percibir la progresiva mundializaci¨®n de la econom¨ªa y su consecuencia inevitable: la necesidad de que las naciones europeas dispusieran de un amplio espacio de producci¨®n que permitiera a sus empresas alcanzar una dimensi¨®n que les abriera la posibilidad d¨¦ implantarse poco a poco en los pa¨ªses de bajos salarios y reducida protecci¨®n social. Los beneficios de estas filiales compensar¨ªan los elevados gastos de la protecci¨®n social en Europa y obligar¨ªan poco a poco a reducirla debido al aumento del desempleo. ?se era el objetivo de la EFTA, que reagrupaba alrededor del Reino Unido a las peque?as naciones europeas que compart¨ªan su fe en el liberalismo puro y duro.
El objetivo de la CEE era radicalmente distinto. Tambi¨¦n tend¨ªa a la creaci¨®n de un amplio mercado interior que suprimiera todos los obst¨¢culos a la libre circulaci¨®n de mercanc¨ªas, capitales, ciudadanos e ideas. Pero ese mercado deb¨ªa disponer de aduanas exteriores con aranceles comunes y de instrumentos de defensa an¨¢logos a los de EE UU. Adem¨¢s, el mercado transferir¨ªa a las autoridades comunitarias los instrumentos de pol¨ªtica econ¨®mica y de producci¨®n social que hasta entonces pertenec¨ªan a los Estados miembros.
Pol¨ªtica coyuntural para regularizar la producci¨®n; mecanismos de estabilizaci¨®n de las monedas mientras se preparaba un ecu que destronar¨ªa al d¨®lar; pol¨ªtica agr¨ªcola com¨²n; impulso a la investigaci¨®n b¨¢sica; competencia entre empresas privadas basadas en los beneficios y empresas colectivas orientadas hacia el servicio p¨²blico; todo ello perfilaba una Europa que unir¨ªa a los Estados miembros en una organizaci¨®n original que respetaba la diversidad de sus culturas y el arraigo de su independencia, a la vez que permit¨ªa actuar con eficacia de forma com¨²n.
El ¨¦xito del sistema comunitario oblig¨® progresivamente a Londres y a sus aliados a unirse en grupos sucesivos a la CEE y a abandonar la EFTA, donde en la actualidad, tras la ampliaci¨®n (de la Uni¨®n Europea) decidida el pasado mayo, s¨®lo quedan Suiza, Islandia y Liechtenstein. Pero los brit¨¢nicos han continuado en el interior la lucha librecambista que antes manten¨ªan desde el exterior -esforz¨¢ndose por debilitar la autoridad de las instituciones comunitarias- La moda del integrismo neoliberal lanzada por los Chicago boys y practicada por Thatcher les proporcion¨® un apoyo considerable. Hasta ahora, Italia y Espa?a han solido apoyar a la pareja franco-alemana, formada en su d¨ªa por el general De Gaulle y Konrad Adenauer, que ha mantenido a la CEE fiel a su concepci¨®n inicial. Pero la ampliaci¨®n ha debilitado progresivamente la capacidad de decisi¨®n de las autoridades comunitarias: ¨¦sta era suficiente con 6 Estados miembros, mediocre con 9, demasiado d¨¦bil con 12 y se volver¨¢ casi nula con 16.
En oto?o de 1993, el refuerzo de Italia mediante el Gobierno de Ciampi y la solidaridad de Espa?a. con Roma y Par¨ªs perfilaban un Eurosur que restablec¨ªa el equilibrio en la pareja franco-alemana, en la que la unificaci¨®n de la Rep¨²blica Federal de Alemania y la Rep¨²blica Democr¨¢tica Alemana, la r¨¢pida expansi¨®n en Europa central y el previsto ingreso de Austria en la Uni¨®n Europea tend¨ªan hacia una hegemon¨ªa de Bonn. Al girar bruscamente 180 grados, el pasado marzo, y unirse a la postura de Londres con ocasi¨®n de los debates del Consejo de la Uni¨®n sobre la ampliaci¨®n, Madrid hizo que las autoridades comunitarias se atascaran en el deplorable compromiso de Ioannina. Si ma?ana Roma se uniera al bando brit¨¢nico, las reformas institucionales programadas para 1996 se har¨ªan imposibles. La Uni¨®n Europea no ser¨ªa entonces m¨¢s que la m¨¢scara de una EFTA que se extender¨ªa poco a poco a las ex democracias populares.
El thatcherismo europeo permitir¨ªa as¨ª disimular la desintegraci¨®n progresiva de los sistemas de pol¨ªtica econ¨®mica y protecci¨®n social establecidos en Europa occidental despu¨¦s de 1945; las autoridades de la Uni¨®n se volver¨ªan absolutamente incapaces de utilizar los medios de este sistema que les han transferido los Estados. Sin embargo, cada Gobierno nacional parecer¨ªa inocente de ese retroceso y podr¨ªa lavarse las manos como Poncio Pilato. La elecci¨®n entre desarrollarse en la l¨ªnea de la CEE o atascarse en una EFTA que se extienda desde el Atl¨¢ntico hasta las fronteras de la ex URSS pone en duda el futuro de la seguridad social, la estabilidad del empleo y los recursos, la lucha contra el paro, la solidaridad nacional, la igualdad ante la autoridad p¨²blica y los servicios colectivos. En resumen, todas las conquistas de la democracia cotidiana desde hace 40 a?os; ?no olvidemos que Inglaterra se excluy¨® de la Carta Social Europea!
Maurice Duverger es profesor em¨¦rito de la Sorbona y diputado por Italia en el Parlamento Europeo.
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