El nueve que quiso ser feliz
Ah¨ª est¨¢ otra vez Jurgen Klinsman, goleando en un Mundial. Caminado sobre las huellas de Otmar Walter, de Uwe Seeler, de Gerd Muller, de Klaus Fischer, sobre sus propias huellas. Dirigir el ataque de Alemania en un Mundial obliga a mucho, pero Klinsmann llena el puesto.Y eso que es un hombre que ha tenido sus dudas con el f¨²tbol, que se agudizaron a partir de su paso por el apasionad¨ªsimo y supercompetitivo calcio. Hasta aquello, el f¨²tbol hab¨ªa sido para ¨¦l, m¨¢s que nada, una estupenda diversi¨®n. De adolescente se le dio bien. Son¨® en el TB Gingen de Suawia, un equipo muy menor, y de ah¨ª salt¨® al Stuttgart Kickers, el segundo equipo de Stuttgart. Y un poco m¨¢s tarde, al Stuttgart a secas. All¨ª le lleg¨® la fama, la internacionalidad, la condici¨®n de m¨¢ximo goleador de la Bundesliga, la nominaci¨®n como mejor jugador alem¨¢n con 23 a?os, el fichaje por el Inter, el t¨ªtulo de campeon del mundo en el 90.
Pero en el calcio las cosas tomaron un rumbo que no le gustaba. Jurgen Klinsmann siempre valor¨® su intimidad, sus escapadas a una caba?a perdida en los d¨ªas libres, siempre dese¨® un respeto, un anonimato. Y en Italia fue imposible. Se sorprendi¨®: "Los italianos no pueden ver nada que no sea f¨²tbol". El amor de los tifosi se convirti¨® en un agobio. Y cuantos m¨¢s goles marcaba, mayor era el problema.
Klinsmann naci¨® ganador, pero tampoco soportaba el ambiente de drama asfixiante que sigue en Italia a cualquier derrota, as¨ª que cuando concluy¨® que ya se hab¨ªa demostrado a s¨ª mismo que pod¨ªa sentirse satisfecho de su paso por la Liga m¨¢s exigente del mundo (27 goles en dos a?os, que en Italia son bastantes goles, un hat trick (tres tantos) frente al Verona y una Copa de la UEFA con el Inter) decidi¨® que era suficiente. Lleg¨® a hablar de dejar el f¨²tbol: "No quiero que el f¨²tbol destruya a la persona", comentaba Klinsmann, que se comportaba como un antidivo, conduciendo un coche de dos puertas y discutiendo ¨¦l mismo sus contratos, sin agente de por medio.
Coquete¨® con el Madrid "hasta que me convenc¨ª de que el entrenador, Beenhakker, me quer¨ªa, pero el presidente, Mendoza, no" pero finalmente recal¨® en la dulce liga francesa, y en la no menos dulce ciudad de M¨®naco, donde el futbolista est¨¢ a salvo del estr¨¦s.
Eso s¨ª, el Mundial es otra cosa. El Mundial obliga a mucho, sobre todo si se dirige el ataque de la selecci¨®n alemana. Pero s¨®lo dura un mes.
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