Epitafio con fondo de jazz en la p¨¦rdida de un arquitecto: Juan Daniel Fullaondo
No s¨¦ si todos los arquitectos espa?oles mantenemos la misma deuda con Juan Daniel Fullaondo, es muy posible que mi generaci¨®n, la que hoy ronda los 50 a?os, no pueda nunca satisfacer ese saldo de gratitud y de energ¨ªa trasladada hasta nosotros. Pienso que los m¨¢s j¨®venes y los m¨¢s viejos, a¨²n lo tendr¨¢n m¨¢s dif¨ªcil.Cada vez que me veo abocado a enjuiciar la labor de un arquitecto contempor¨¢neo -hablo de la Secesi¨®n Vienesa para ac¨¢-, no soy capaz de desligar la obra profesional de las referencias biogr¨¢ficas, de las conductas, de las debilidades, de la humanidad en suma que lograba transparentar cada uno de esos nombres. En este caso la pasi¨®n, profunda y heroica, de Juan Daniel Fullaorido por la arquitectura que envolvi¨® su tiempo -tan corto- desborda cualquier posible comparaci¨®n con sus colegas.
Su figura y sus gestos se interponen en estos momentos entre m¨ª y la pantalla del ordenador en el que escribo estas l¨ªneas, y su discurso se sobre impone al mismo texto poblando mi memoria de an¨¦cdotas, expresiones, y sobre todo lecciones resumidas en sentencias -dur¨ªsimas tantas veces con el interlocutor- que yo al menos siento como un tesoro heredado. Algo incre¨ªble y maravilloso me sedujo en su trato: jam¨¢s se pon¨ªa al tel¨¦fono, s¨®lo hablaba mirando a la cara.
No he conocido ni dentro ni fuera de nuestras fronteras un arquitecto m¨¢s culto -no digo erudito- ni m¨¢s informado de lo que realmente nos interesa para enjuiciar la ya tan complicada trama de la arquitectura publicada o publicable. Eso, yuxtapuesto a unas tan descaradas como sinceras modestia y resignaci¨®n a las traiciones de la moda que desde los setenta va arrinconando casi todo cuanto vale la pena en esta profesi¨®n. Su prosa impertinente, declarada como impregnada de Joyce y con un trasfondo "cortaziano/borgiano" de tango y, sobre todo, de jazz consegu¨ªa insertar el surrealismo y el absurdo, lo maravilloso, en el hormig¨®n y en los ladrillos, el teatro, el cine, la m¨²sica -pero sobre todo la poes¨ªa y la literatura- fueron pauta constante sobre la que discurri¨® su Obra cr¨ªtica.
C¨®mo no reconocer, con la rabia que su muerte nos despierta, que al margen de los lejanos compromisos pol¨ªticos que hemos mantenido o mantengamos, nos abri¨® unos enormes claros en la espesa flora de la arquitectura de anteayer: Loos, Mendelsohn, Kahn, Asplund, Scarpal Gardellia, los Smithson, Schindler. C¨®mo prescindir de su visi¨®n tan liberada y liberadora de la obra de Frank Lloyd Wright. Amsterdam, Viena, Chicago, Barcelona, Nueva York... escenarios de sus discursos sobre la vida de la arquitectura que hoy me resultan m¨¢s imprescindibles que mis propias experiencias de esos sitios.
No es posible terminar esta nota renunciando al homenaje que los arquitectos de este pa¨ªs tenemos que ofrecerle: si alguien ha contribuido, adem¨¢s de Oriol Bohigas y Federico Correa, desde las oscuras d¨¦cadas del franquismo a ventilar las ideas y las aportaciones espa?olas m¨¢s all¨¢ del Atl¨¢ntico y de los Pirineos, ha sido este hombre que hoy nos ha dejado tan hu¨¦rfanos de sus certezas y de sus demoledoras/ constructivas cr¨ªticas.
Fue mi profesor un a?o -en aquella c¨¢tedra de Proyectos, en la que Javier Carvajal le agrup¨® junto a Fern¨¢ndez Alba-, y creo que lo seguir¨¢ siendo cada vez que tenga que reflexionar sobre un proyecto publicado, so6re un paisaje edificado, sobre mis lecturas -cada vez menos requeridas internamente- de la prensa especializada, o sobre la relaci¨®n de la arquitectura con la vida, la pasi¨®n, el amor o la memoria. Espero que estas l¨ªneas puedan desencadenar un coro de recuerdos acordes, que, qui¨¦n sabe, hagan llegar hasta su silencio de hoy una melod¨ªa como la del saxo de Charlie Parker. Muchas gracias, Juan Daniel.
es arquitecto.
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