Huellas
A lo largo de la existencia uno va dejando millones de huellas digitales en todo lo que toca. Alg¨²n d¨ªa esa yema inocente que has posado en la superficie de un jarr¨®n ser¨¢n una prueba de culpabilidad contra ti. En miles de ficheros duerme tu nombre a la espera de ser descubierto por un delator. Todos los ordenadores juntos constituyen un bosque sagrado lleno de cepos para lobos, y seg¨²n su criterio inform¨¢tico t¨² eres uno de ellos que pronto ser¨¢ capturado. Y si alguien pensaba que hab¨ªa escapatoria, ah¨ª est¨¢ el c¨®digo gen¨¦tico cerrando el horizonte con una red de ex¨¢gonos. A este mundo s¨®lo hemos venido a transmitir los genes. Es el ¨²nico trabajo serio que nos ha encomendado la naturaleza, que la cadena no se rompa, y si bien la cosa parece un poco burda, no hay que olvidar que ese trabajo es el fundamento de los versos de amor que escribi¨® Petrarca. Los genes transportan hasta la marca del pu?al con que alguno de tus antepasados asesin¨® a un compadre, y en ellos tambi¨¦n est¨¢n grabados desde la neura de Cal¨ªgula hasta el modo que ten¨ªa tu abuelo de arrastrar la pierna al caminar. El futuro no es sino la forma de huir del pasado, y en el genoma cada uno lleva ya su itinerario de fuga incluyendo la encrucijada donde ser¨¢ asaltado por el virus final. Del mismo modo que se transmiten los genes con todos los traumas de los antepasados, as¨ª se reproducen igualmente los ficheros y archivos de los ordenadores en cuyo seno tu nombre reposa antes de ser levantado para ir a juicio. Vivimos un tiempo de delaci¨®n. A veces en sue?os sufro la pesadilla de una guerra civil y en ella adivino que se va configurando el rostro de mi asesino. Sus genes le han transmitido esa orden ciega desde lo alto de los siglos y ¨¦l no podr¨¢ hacer nada por evitarlo. Est¨¢ ya buscando en los ficheros. Nunca podr¨¦ describir la belleza de aquel amanecer en que me asesinaron. Por eso quiero que en mi c¨®digo gen¨¦tico quede grabada ahora esta visi¨®n: se presentaba un d¨ªa radiante y en la ladera del monte cantaban. los p¨¢jaros.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.