Acto de contrici¨®n
Apenas duermo, y no s¨®lo por culpa del calor, sino tambi¨¦n del remordimiento, que puede ser igual de sofocante que la temperatura de una noche de julio, sobre todo cuando se descubre que el trabajo de uno forma parte de la ola conservadora y retr¨®grada que vive Espa?a, seg¨²n acaba de denunciar do?a Mar¨ªa de Corral, directora del Museo Nacional Centro de Arte Reina Sof¨ªa, a quien a¨²n, le dura la indignaci¨®n por un comentario no entusiasta sobre Joseph Beuys que yo tuve el atrevimiento de publicar aqu¨ª hace unos meses. El arte de vanguardia es una afirmaci¨®n radical de libertad, pero hay que cuidarse mucho de ejercer la libertad de juicio y de opini¨®n acerca de ¨¦l si uno no quiere ser fulminado por sus m¨¢s celosos guardianes: disentir de la disidencia can¨®nica puede llevarlo a uno a la excomuni¨®n, y al mostrar una educada incredulidad hacia el dogma se volver¨¢ autom¨¢ticamente sospechoso de dogmatismo reaccionario.Soy c¨®mplice, para verg¨¹enza m¨ªa, de un momento retr¨®grado, peor a¨²n, de una ola, t¨¦rmino que me trae recuerdos ominosos, porque casi desde que tengo uso de raz¨®n he o¨ªdo denuncias contra olas sucesivas que nos invad¨ªan, rompiendo, en general sin ¨¦xito, contra los acantilados firmes de la patria. Las momias del Movimiento Nacional tronaban contra una ola de liberalismo trasnochado, el Pap¨¢ y los obispos han denunciado olas sucesivas de pornograf¨ªa, de hedonismo, de paganismo, el Gobierno socialista se ha rebelado contra olas y m¨¢s olas de acusaciones injustas de rapacidad y corrupci¨®n, as¨ª que la ola reaccionaria de estos tiempos que avizora do?a Mar¨ªa de Corral debe de ser un episodio m¨¢s en el gran oleaje oce¨¢nico de las conspiraciones, y puede acabar por tanto en lo que acababan casi todas las olas anteriores: en lo que ya en tiempos de Franco, pero tambi¨¦n en tiempos socialistas, se llamaban. admirablemente una campa?a orquestada".
Si me desvela y me remuerde formar parte de una ola reaccionaria m¨¢s me inquietar¨ªa a¨²n ser uno de esos mal¨¦volos instrumentistas de las campa?as orquestadas. Yo cre¨ªa que uno de los rasgos fundacionales del arte moderno era la irreverencia de la libertad, y que el encuentro entre la obra y el espectador suced¨ªa en el espacio libre de la percepci¨®n y del juicio soberano. Hace meses, la se?ora De Corral dijo desde?osamente que las opiniones de los escritores sobre arte tend¨ªan a ser infundadas o fr¨ªvolas, y al decir eso tal vez se olvidaba de que algunas de las m¨¢s excitantes traves¨ªas de la literatura moderna son los recorridos de Charles Baudelaire por los salones donde se expon¨ªa la mejor y peor pintura de su tiempo. Baudelaire transitaba entre los cuadros como por las calles de Par¨ªs, descubriendo y contando en ellos el espect¨¢culo resplandeciente de la vida moderna, y fundando no s¨®lo una manera nueva de escribir, sino tambi¨¦n de mirar, una percepci¨®n del mundo y del arte que a¨²n nos iluminan.
En los ¨²ltimos veinte o treinta a?os, para una cierta vanguardia casi siempre oficial, las reglas del juicio est¨¦tico se han vuelto del rev¨¦s: ya no es el espectador quien se enfrenta baudelaireanamente, a cuerpo limpio, con adiestramiento y pasi¨®n, a la obra de arte, quien la juzga en libertad, quien posee los derechos sim¨¦tricos del entusiasmo y el desd¨¦n. Ahora es la obra de arte la que juzga al espectador, instant¨¢neamente, inapelablemente: "Ay de ti si no me admiras", parece decirnos un letrero invisible; en el momento justo en que no admiramos se produce un cortocircuito est¨¦tico, y nuestro juicio queda invalidado, no porque sea incompetente, sino porque nos hab¨ªamos cre¨ªdo en el derecho a juzgar, que por definici¨®n pertenece a los expertos, a la cofrad¨ªa mas¨®nica de los entendidos: "Qui¨¦n eres t¨² para jugar".
Hay escritores que se han constituido una celebridad inquebrantable cultivando la astucia inocular en sus obras determinados anticuerpos que neutralizan toda cr¨ªtica, convirti¨¦ndola autom¨¢ticamente en un ataque despreciable, en una prueba m¨¢s de la sempiterna conspiraci¨®n reaccionaria (o izquierdista) contra ellos. Algunas pel¨ªculas dirigidas ahora por mujeres o por personas de raza negra tambi¨¦n poseen sus anticuerpos peculiares, que anulan cualquier cr¨ªtica emitida por un var¨®n o por un miembro de otra raza en virtud de los impulsos machistas o racistas que se ocultan bajo la apariencia de objetividad. De igual modo, a do?a Mar¨ªa de Corral no le parece que la falta de genuflexi¨®n un¨¢nime ante la obra de Joseph Beuys proceda tan s¨®lo del ejercicio limpio de un derecho que desde la Ilustraci¨®n ha pertenecido a todos los aficionados al arte: el derecho soberano a que a uno le gusten o no le gusten las cosas, a disfrutarlas o a quedarse indiferente hacia ellas sin peligro de ser excomulgado, o convertido en c¨®mplice de alguna ola o campa?a siniestra. Que a uno no le guste cierta pel¨ªcula de Spike Lee no lo vuelve autom¨¢ticamente un racista; aburrirse con el Finnegans wake, con la Reivindicaci¨®n del conde don Juli¨¢n, con El piano o con Kika no son pruebas irrefutables de simpat¨ªa hacia los dictados cavern¨ªcolas de la Conferencia Episcopal; no rendirse de entusiasmo ante la chatarrer¨ªa entre totalitaria y cibern¨¦tica de La Fura dels Baus o el c¨¦lebre calcet¨ªn monumental de Antoni T¨¢pies no significa obligatoriamente que uno est¨¦ en contra de la identidad nacional de Catalu?a.Que a unas cuantas personas no nos arrebaten ni Joseph Beuys ni los misticismos y los esoterismos que envuelven su figura constituye, sin embargo, para do?a Mar¨ªa de Corral una prueba de los vientos torvos y conservadores que soplan: "La gente, de repente, lo ¨²nico que quiere es sentarse delante de la televisi¨®n y que les d¨¦ reality shows", dice. Y contin¨²a: "Cualquier cosa que les haga pensar les molesta, y Beuys hace pensar".Me quita el sue?o cada noche el remordimiento, la culpa ¨ªntima de estar siendo un sicario de la ignorancia, del conservadurismo, de la televisi¨®n, a diferencia de la se?ora De Corral, que es la Juana de Arco y la Agustina de Arag¨®n de la vanguardia m¨¢s moderna y del pensamiento m¨¢s audaz. En mitad del insomnio se me ocurre de pronto que tal vez a¨²n pueda ser perdonado: la misma l¨®gica eclesi¨¢stica que convierte el arte en un sistema de canonizaciones, excomuniones y anatemas bien podr¨ªa aplicarme, si hago m¨¦ritos suficientes, los beneficios del arrepentimiento y la conversi¨®n: a¨²n no he tenido tiempo de ir a ver las nuevas adquisiciones del Reina Sof¨ªa, pero prometo de antemano santiguarme ante ellas.
Babelia
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