Berlusconi, al descubierto
EL DECRETO promulgado por Silvio Berlusconi en la noche del 13 al 14 de julio pone al descubierto hasta qu¨¦ punto sus verdaderos objetivos son distintos de los que proclam¨® cuando se lanz¨® al ruedo pol¨ªtico y obtuvo de los electores una amplia mayor¨ªa para dirigir el pa¨ªs. Berlusconi subi¨® al poder en la cresta de esa potente ola que sacudi¨® a Italia pidiendo que se pusiese fin a la corrupci¨®n, que se hab¨ªa convertido en norma casi permanente de la pol¨ªtica nacional. Hab¨ªa que apartar a toda una clase pol¨ªtica que hab¨ªa ocupado las pala?eas del poder y que las hab¨ªa aprovechado con procedimientos indignos para financiar a sus partidos y para enriquecerse personalmente. Un grupo de magistrados, cuya figura m¨¢s simb¨®lica es el juez Antonio di Pietro, hab¨ªa metido el bistur¨ª en el c¨¢ncer de la corrupci¨®n, colocando en la picota a numerosas estrellas de la pol¨ªtica italiana -incluidos jefes de Gobierno durante largas etapas-, desde el socialista Craxi hasta el democristiano Andreotti. Berlusconi -a pesar de que su mete¨®rica carrera empresarial se hab¨ªa hecho con ayudas y complicidades de los pol¨ªticos m¨¢s hundidos en la corrupci¨®n- supo aparecer ante los italianos como el s¨ªmbolo del cambio, el hombre que iba a dar a Italia una pol¨ªtica basada en la moralidad y la eficacia. Para que ese mensaje llegase mejor a los italianos no dud¨® en ofrecer a magistrados de la Operaci¨®n Manos Limpias puestos en sus listas electorales, e incluso cargos ministeriales. Ahora, la pieza teatral se ha terminado. Aprovechando que el verano es desmovilizador de las reacciones populares, Berlusconi ha descubierto sus bater¨ªas.
El decreto de urgencia del 13 de julio proh¨ªbe a los jueces dictar la c¨¢rcel provisional para los implicados en casos de corrupci¨®n. Ello supone poner en libertad a miles de personas, entre ellas numerosos pol¨ªticos y empresarios, contra las que, existen presunciones de culpa muy fuertes. La enorme labor realizada por jueces y fiscales durante a?os para purificar la vida pol¨ªtica cae por tierra. Una vez en sus domicilios, los acusados m¨¢s comprometidos tendr¨¢n todas las facilidades para influir sobre los polic¨ªas y los jueces (como siempre se ha hecho) y conseguir que sus juicios se aplacen sine die o se vac¨ªen de culpas. El decreto Berlusconi va dirigido, primero, contra la justicia y, a la vez, contra los magistrados m¨¢s admirados por el pueblo italiano. Admiraci¨®n merecida porque, frente a la podredumbre del mundo pol¨ªtico, ellos dieron pruebas de valent¨ªa en defensa de la justicia y de la dignidad.
Ello atribuye mayor significaci¨®n a la, reacci¨®n de Di Pietro y de los otros magistrados de la limpieza ante e? decreto Berlusconi: han decidido abandonar los ca sos de corrupci¨®n y han pedido ser trasladados a casos distintos. De hecho, entramos en una fase en la que los corrompidos y corruptores ya no tienen nada que te mer. Los amigos de Craxi, declarado en rebeld¨ªa por su negativa a retomar de T¨²nez para presentarse: ante la jusiticia, anuncian ya que podr¨¢ volver con toda tranquilidad.
Adem¨¢s del contenido de la decisi¨®n gubernamental, el procedimiento de su promulgaciones t¨ªpico de los m¨¦todos de Berlusconi: con un decreto de urgencia, el Gobiemo puede aplazar dos meses su discusi¨®n ante el Parlamento. Y, mientras tanto, las medidas son operativas: los acusados salen a la calle y se cambia a los jueces encargados de estos casos. De hecho, se entierra la operaci¨®n de limpieza c¨ªvica iniciada por Di Pietro y sus colegas.
La indignaci¨®n en Italia es enorme; incluso dentro de la mayor¨ªa berlusconiana se levantan voces de protesta, como la de Marco Pannella. Pero Berlusconi se ha acostumbrado ya a dar sus golpes de mano aprovechando el verano. Recientemente liquid¨® a los responsables de la televisi¨®n oficial. Ahora, el golpe contra los magistrados es m¨¢s grave. As¨ª impone su autoritarismo como base y ense?a de la nueva Italia.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.