Del f¨²tbol grande al juego taca?o
Romario, Baggio, Hagi, Baresi, Stoichkov y Maradona adornaron un torneo que naufrag¨® por su apego a la t¨¢ctica
![Santiago Segurola](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/https%3A%2F%2Fs3.amazonaws.com%2Farc-authors%2Fprisa%2Fe505581b-3596-4161-bc77-1816c8c68bf7.png?auth=d22627484165dfcb062103e8d1fdebeb92a54c13220f4fd6553111e786e168fa&width=100&height=100&smart=true)
La final de la Copa del Mundo traicion¨® el esp¨ªritu de un torneo que comenz¨® con un f¨²tbol grande y acab¨® con un juego taca?o. La erosi¨®n se produjo por la incidencia de varios factores: el desgaste f¨ªsico, el calor aniquilante, el miedo en los momentos decisivos y la escasa densidad de jugadores con personalidad para saltarse los l¨ªmites impuestos por los t¨¦cnicos. Gan¨® Brasil con un equipo chato, perfectamente olvidable si no fuera, por la presencia de Romario. Pero su supremac¨ªa apenas fue cuestionada. Hubo momentos excelentes de tal o cual selecci¨®n, pero no despunt¨® ning¨²n equipo con clase, oficio y categor¨ªa.Una mirada fr¨ªa permite asegurar que los dos equipos con mejor organizaci¨®n defensiva alcanzaron la final. Contra la idea de una garant¨ªa superior en los, equipos que marcan al hombre, brasile?os e italianos derrumbaron a sus rivales con una perfecta organizaci¨®n zonal. Sin embargo, los dos equipos padecieron un exceso de lastre t¨¢ctico. Se atendi¨® demasiado a la pizarra y se perdi¨® frescura. El caso de Brasil fue sangrante. Ninguna selecci¨®n brasile?a ha sido m¨¢s plana que ¨¦sta. Con el Mundial en la mano se puede decir que triunf¨® su car¨¢cter utilitario. Pero la realidad es que gran parte de su ¨¦xito se debe a Romario, el ¨²nico jugador que transgred¨ªa la te¨®rica de Parreira.
El Mundial fue generoso con los jugadores de prestigio. No fue un torneo para Schillaci, el suplente que conquist¨® la cabecera del cartel en Italia 90. Romario, Baggio, Brolin y Hagi confirmaron su prestigio. Pero apenas hubo grandes novedades. Uno de los pocos que se destap¨® fue Caminero, un excepcional volante de ataque. En la misma categor¨ªa de descubrimientos se sit¨²an los b¨²lgaros Balakov y Lechtkov, dos jugadores que llegaron an¨®nimos y que han salido con un cr¨¦dito notable.
Maradona volvi¨® a protagonizar las p¨¢ginas de deportes y las de sucesos. Su expulsi¨®n del Mundial por dopaje vino a significar el declive del torneo. Hubo un Mundial antes del caso Maradona y otro despu¨¦s. El jugador argentino sali¨® robustecido de los dos primeros partidos. Todav¨ªa conservaba la magia de los genios. Su recuperaci¨®n caus¨® el asombro general. Frente a Nigeria record¨® por momentos al futbolista que conquist¨® el Mundial de M¨¦xico. Pero, finalmente, Maradona sali¨® por el patio trasero. El f¨²tbol se sinti¨® hu¨¦rfano y Argentina tambi¨¦n. Sin Maradona, los argentinos se desplomaron y el Mundial tom¨® la curva hacia lo utilitario.
Junto con Alemania, la mayor decepci¨®n estuvo protagonizada por Colombia, un equipo que confundi¨® el juego con el rondo. Se olvidaron de la porter¨ªa y de buscar salidas por fuera. Quedaron empantanados en la frontera de las ¨¢reas rivales. Colombia hab¨ªa accedido como favorita para conquistar el torneo. Se apost¨® fuerte por la selecci¨®n de Maturana, y por ah¨ª vinieron los tr¨¢gicos problemas posteriores. Escobar, el defensa que tuvo la desgracia de marcar un gol en su porter¨ªa frente a Estados Unidos, fue asesinado pocos d¨ªas despu¨¦s. En los mentideros se habla de la venganza de los barones de la droga por las p¨¦rdidas en las apuestas.
El Mundial se cerr¨® con una pregunta sin contestar: ?cu¨¢l es el futuro del f¨²tbol en Estados Unidos? La tentaci¨®n es contestar de manera optimista. Se llenaron los estadios y se super¨® con creces la cifra de espectadores que presenciaron el Mundial de Italia. Otros aspectos tambi¨¦n invitan al entusiasmo. Hubo m¨¢s goles y m¨¢s juego que en Italia. Pero la sensaci¨®n es que el deporte es un mundo cerrado en Estados Unidos. No parece que hay sitio para el f¨²tbol. Bastaba con mirar alrededor. El esfuerzo propagand¨ªstico era considerable, pero la realidad era tozuda. El Mundial se jug¨® en los estadios, pero no se vivi¨® en la calle.
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