El nuevo Parlamento Europeo desaira a los l¨ªderes de los Doce con un fuerte voto de castigo a Santer
El Parlamento Europeo vivi¨® ayer una jornada hist¨®rica. Despu¨¦s de un agrio debate, los eurodiputados dieron su visto bueno pol¨ªtico a Jacques Santer como sucesor de Jacques Delors en la presidencia de la Comisi¨®n Europea, pero con un fuerte voto de castigo. La derecha vot¨® en bloque a favor del candidato, que obtuvo 260 votos, mientras la izquierda fue el gran nutriente de los 238 votos en contra. Si los 23 diputados que se abstuvieron hubieran votado en contra, Santer habr¨ªa perdido la votaci¨®n por un voto. El debate y la votaci¨®n fueron una sonora bofetada a los Doce.
La votaci¨®n del Parlamento Europeo no ten¨ªa car¨¢cter vinculante, pero s¨ª un extraordinario valor pol¨ªtico. Y lo tuvo, sin duda. La sesi¨®n plenaria de ayer se convirti¨® en un formidable bal¨®n de ox¨ªgeno para una instituci¨®n acostumbrada a los debates sin contenido, a las votaciones sin consecuencias, a la rutinaria disciplina de voto. Los europarlamentarios se quitaron la espina de la ¨²ltima votaci¨®n de la anterior legislatura, cuando despu¨¦s de mil y una amenazas de vetala adhesi¨®n de Austria, Suecia, Noruega y Finlandia, acabaron por dar un s¨ª a la ampliaci¨®n en la votaci¨®n m¨¢s nutrida de la historia de la C¨¢mara.
Ayer, en la apertura de la nueva legislatura, casi todo eso salt¨® por los aires hecho a?icos, propinando as¨ª un sonoro bofet¨®n a los jefes de Estado y de Gobierno comunitarios, a los que los diputados responsabilizaron del oscurantismo del proceso de selecci¨®n del sucesor de Delors.
Derecha e izquierda coincidieron en denunciar las maniobras de los Doce para alcanzar una callada unanimidad en la designaci¨®n de quien debe erigirse en contrapeso del poder de los Estados en las instituciones de la Uni¨®n. Pero mientras la derecha opt¨® por rasgarse las vestiduras y apoyar la investidura de Santer, defendiendo sus cualidades pol¨ªticas, a pesar de todos los pesares; la izquierda, sin dejar de alabar las virtudes personales del candidato, opt¨® por pasar por encima de las cuestiones personales y negarle su confianza.
"Porque le quiero tanto, voy a votar contra usted y pido a mis compa?eros que hagan lo mismo", afirm¨® el diputado radical franc¨¦s Bernard Tapie, sintetizando el parecer de toda la izquierda, salvo de los socialistas espa?oles, griegos y portugueses, que votaron a favor de Santer.
Hace apenas una semana, nadie daba cr¨¦dito a que el Parlamento Europeo pudiera forzar una marcha atr¨¢s a la decisi¨®n adoptada el d¨ªa 15 por la cumbre extraordinaria de Bruselas. Horas antes del debate de ayer, la divisi¨®n de opiniones en el grupo socialista empez¨® a fraguar la posibilidad de un desaf¨ªo.
La intervenci¨®n de Santer ante la C¨¢mara y las desafortunadas amenazas del presidente del Consejo, el ministro de Exteriores alem¨¢n Klaus Kinkel, empezaron a dibujar un panorama cada vez m¨¢s negativo para el primer ministro luxemburgu¨¦s. Frente a los llamamientos de los diputados a acabar de una vez para siempre con el sistema de veto, desencadenante de la crisis de Corf¨², y el oscurantismo del Consejo de Ministros, Santer se limit¨® a reclamar, por en¨¦sima vez, "una oportunidad" y a recordar que tambi¨¦n Jacques Delors fue el producto de "una segunda opci¨®n", debido asimismo al veto brit¨¢nico impuesto sobre el primer candidato de entonces, el tambi¨¦n franc¨¦s Claude Cheysson.
El apoyo de Kinkel
"No es el procedimiento lo que est¨¢ en juego", advirti¨® Santer, para mostrarse a continuaci¨®n dispuesto a estar "atento a todas las sugerencias de las fuerzas vivas". Pero sus dos intervenciones carecieron de fuerza. En la primera se limit¨® a leer unos folios sin novedades, como no fuera el irrelevante proyecto de crear una comisar¨ªa consagrada a los temas de empleo y otra a preparar la conferencia intergubernamental de 1996, destinada a la reforma del tratado de Maastricht.
Klaus Kinkel fue mucho m¨¢s all¨¢, al defender que la unanimidad tambi¨¦n hubiera sido necesaria en el caso de que el candidato de los Doce se hubiera sometido al visto bueno del Parlamento antes de recibir la designaci¨®n oficial de los Doce y, lo que violent¨® a¨²n m¨¢s a los diputados, al dejar caer sobre el Parlamento la amenaza de que se convertir¨ªa en el ¨²nico culpable de desatar una profunda crisis en la Uni¨®n si votaba contra el candidato.
Kinkel se vio obligado tambi¨¦n a admitir que en el futuro "habr¨¢ que discutir el procedimiento de elecci¨®n" del presidente de la Comisi¨®n.
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