Kigali, a?o cero
La capital de Ruanda carece de casi todo, pero hay seguridad y el Gobierno insiste en que los refugiados vuelvan
ENVIADO ESPECIAL Kigali es una ciudad victoriosa y mis¨¦rrima. No hay agua corriente ni electricidad, pero tampoco hay miedo. Ni apenas gente. La poblaci¨®n no llega a un tercio de la que hab¨ªa hace un a?o, y as¨ª como antes todos intentaban hacerse pasar por hutus, ahora todo el mundo ha redescubierto un antepasado tutsi. En ning¨²n punto de la ruta entre Goma y Kigali, ni en la propia capital, se pueden encontrar indicios de las supuestas represalias que tanto atemorizan a los refugiados en Zaire, Tanzania o Burundi, y el nuevo Gobierno reitera una y otra vez que los refugiados pueden volver tranquilamente. "S¨®lo se castigar¨¢ a los responsables del genocidio", explica un portavoz.
"El Frente Patri¨®tico Ruand¨¦s (FPR) es un Ej¨¦rcito formado en la clandestinidad y en la guerrilla, y no tiene ninguna experiencia en la gesti¨®n de un pa¨ªs. Eso se les nota mucho", afirma Alain Maton, un doctor belga de M¨¦dicos Sin Fronteras que, junto con su hermano gemelo Philippe, ha permanecido en Kigali durante toda la guerra. "Pero el pa¨ªs est¨¢ pacificiado y vuelve poco a poco a la normalidad", agrega.
La reciente guerra civil est¨¢ presente en todas partes. No s¨®lo en los edificios destruidos o saqueados, en las infraestructuras saboteadas o en la escasez de combustible, sino en el propio hospital Rey Faisal, el mastod¨®ntico centro sanitario donado a Ruanda por el Gobierno saud¨ª en el que trabaja Maton. En la segunda planta hay una puerta que los m¨¦dicos no pueden abrir. Tras ella se hacinan 90 hombres y una mujer, ex trabajadores o ex pacientes del hospital, detenidos por el FPR.
Gente desfigurada
El Rey Faisal es el ¨²nico hospital de Kigali (hay otro de la Cruz Roja, pero est¨¢ a punto de cerrar) y est¨¢ gestionado por M¨¦dicos sin Fronteras. Los 450 pacientes son similares a los que se puede ver por toda Ruanda: hu¨¦rfanos, hombres mutilados, gente desfigurada por el garrote y el machete, mujeres de parto y muchos deshidratados. "Ya no se muere nadie de hambre, pero la malnutrici¨®n va a ser pronto un problema muy serio. No tenemos otra cosa que galletas de la ayuda internacional", dice Ese Pykekh, pediatra holandesa.
El mercado central de Kigali no est¨¢ mal abastecido. Hay muchos productos, pero poco dinero para adquirirlos: los precios se han multiplicado por tres en s¨®lo seis semanas. "Esta ciudad no es lo que era, y nunca volver¨¢ a serlo", suspira Colette Bisumhavi, administrativa de 40 a?os, actualmente en paro. Colette, de etnia hutu, pertenec¨ªa a la oposici¨®n pol¨ªtica y tuvo que permanecer dos semanas oculta huyendo de las milicias extremistas hutus. Su marido tambi¨¦n sobrevivi¨® a las matanzas, pero cay¨® casi todo el resto de la familia: dos hermanos, dos cu?adas, cinco sobrinos.
El marido de Colette era encargado de La Limonader¨ªa, uno de los establecimientos m¨¢s populares de la ciudad. Ten¨ªa 200 empleados. El 20 de julio, tras la victoria del FPR, se puso a buscar uno a uno a los miembros de la plantilla para reabrir el bar. Seg¨²n sus pesquisas, de los 200, s¨®lo 60 segu¨ªan vivos. Y s¨®lo 18 en el interior de Ruanda. "El personal es casi todo nuevo", ex plica, "gente que ni siquiera conoc¨ªa Kigali y ha llegado de provincias. Empezamos de cero".
"Es cierto que empezamos de cero", reconoce Faustin Kamuye, protavoz del Ministerio de la Reconstrucci¨®n, "pero empezamos al menos sin la tiran¨ªa y el racismo del r¨¦gimen anterior. "Hemos invitado a todas las organizaciones que defienden los derechos humanos, como Amnist¨ªa Internacional, a que vengan a Ruanda para denunciar cualquier abuso", asegura.
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