La carta despiadada despert¨® a Carmen
Se dividieron los pol¨ªticos en San Sebasti¨¢n entre el hip¨®dromo y la ¨®pera, pasiones ef¨ªmeras, como los multitudinarios fuegos artificiales de la Semana Grande donostiarra, por los que la Quincena ha adelantado a las 19.00 horas las representaciones de Carmen, no ocurra como hace unos anos en Cosi fan tutte, donde el estruendo sonoro se meti¨® en el teatro Victoria Eugenia, desconcertando a Fiordiligi y Dorabella en sus juegos amorosos. El lehendakari Jos¨¦ Antonio Ardanza, el diputado general de Guip¨²zcoa Eli Galdos o el dirigente socialista Ram¨®n J¨¢uregui se decantaron por compartir los avatares de don Jos¨¦ y Carmen, y hasta sonrieron cuando ¨¦sta le dice. al mocet¨®n vasco con ¨¢nimo seductor que es originaria de Etxalar.No tiene evidentemente Denyce Graves, norteamericana negra de impresionante figura, ninguna pinta de ser de Etxalar, pero subray¨® la palabra buscando la complicidad con el p¨²blico, y lo consigui¨®. He o¨ªdo que quiere visitar el bello pueblo navarro famoso por sus palomeras.
La Carmen de moda tard¨® en entrar en su personaje en la representaci¨®n del d¨ªa 15 de agosto. Son cosas que ocurren en la ¨®pera : unos d¨ªas todo funciona, y otros se queda a medio gas sin acabar de cuajar. Denyce Graves apareci¨® por un lado del escenario vestida de blanco con una carrera corta y frenazo en seco a lo Kraus. Su presencia f¨ªsica impuso, su forma de canto no tanto. Tal vez porque supedit¨® el fraseo a la respiraci¨®n, tal vez porque la intencionalidad musical se difumin¨® en la insipidez, tal vez por el atenazamiento de los nervios. Ni un aplauso tras la Habanera, y estado de alerta general que se contagi¨® al foso, a la escena y a los otros cantantes. Denyce Graves andaba como perdida tratando de definir su Carmen, pero se quedaba en la superficie. Se auxili¨® con las casta?uelas, pero sin ninguna chispa. La pregunta flotaba como una fatalidad. ?D¨®nde est¨¢ la Carmen? O mejor, ?d¨®nde estaba Denyce Graves?
La carta despiadada del tercer acto la despert¨®. Le hab¨ªa dicho, con rabia al fin, a don Jos¨¦, momentos antes, que estaba harta de su madre, y en ese estado de excitaci¨®n entr¨® en la escena de la carta que preconiza la muerte con una intensidad dram¨¢tica impresionante, adoptando el papel de gran tr¨¢gica y olvid¨¢ndose de veleidades ex¨®ticas o folcloristas. Y es ah¨ª, en los ecos de la tragedia, donde su bella voz y su l¨ªnea vocal adquirieron tonos de grandeza. Cosas tambi¨¦n de la ¨®pera: un momento puede cambiar una representaci¨®n y llevarla por otros derroteros.
Daniel G¨¢lvez-Vallejo, tenor franc¨¦s de origen espa?ol, fue de menos a m¨¢s y al final acab¨® convenciendo. Su d¨²o final con Carmen marc¨®, como actor y como cantante, su punto m¨¢s alto y tambi¨¦n el punto m¨¢s alto de Luis Iturri en la direcci¨®n teatral.
Los momentos m¨¢s intensos est¨¢n precisamente en las escenas intimistas y en especial en los d¨²os. Los movimientos de masas son embarullados a pesar de las buenas intenciones de creaci¨®n de ambientes y acciones secundarias. La ver a y la garita de los soldados del primer acto se comen medio escenario sin que se vea muy clara su utilidad, de no ser la discutible entrada de una cigarrera en la garita, lo que provoca un desfile de soldados saliendo a medio vestir. La gratuita y ruidosa coreograf¨ªa del segundo acto enfr¨ªa y distancia el desarrollo dram¨¢tico. Muy conseguido, pl¨¢stica y ambientalmente, el tercero, con una poes¨ªa llena de misterio, y la ya citada escena final del ¨²ltimo.
David Parry dirigi¨® con br¨ªo a una desigual Sinf¨®nica de Euskadi, inspirada en muchos momentos y con alguna pifia en otros. M¨¢s atenta al equilibrio global que a la atenci¨®n a los cantantes, la direcci¨®n de Parry extrajo sonoridades de mucho m¨¦rito en una obra tan peligrosa y resbaladiza como Carmen. Cumpli¨® con cierta rigidez esc¨¦nica la coral Andra Mari, y se mostraron ajustados y desenvueltos los ni?os de la escolan¨ªa Easo, con una indumentaria que en momentos recordaba a las im¨¢genes que nos llegan de Woodstock.
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