El teatro de vanguardia reaparece con una farsa francesa
La puesta en escena del acto sexual con las blandas miserias de los actores al aire acaba dando a la ambiciosa obra de Robert Lepage su verdadera dimensi¨®n de gran farsa esteticista. En el fondo aqu¨ª no hay ni carne ni pescado. Este joven director francocanadiense en el que ten¨ªan puestas todas sus esperanzas los amantes de la innovaci¨®n teatral ha cocinado hoy un plato de carne picada con sabor a sushi. Es atractivo y comercial.La protagonista de The Seven Streams of the River Ota es una fot¨®grafa jud¨ªa de 60 a?os llamada Jana, de origen checo, quien recuerda el pasado en su casa de Hiroshima, alternando en varios cuadros su vida actual con la experiencia de un campo de exterminio nazi, la estancia s¨®rdida en Nueva York y otra algo m¨¢s confortable en Par¨ªs. Todo ello va precedido por un n¨²mero exquisito de marionetas chinas encargadas de explicar que la invenci¨®n de la p¨®lvora obedeci¨® al deseo de un anciano emperador necesitado de un potente afrodis¨ªaco.
Horror nazi
Un espejo en manos del viejo chino sirve de hilo conductor para el resto de la historia. La fot¨®grafa Jana desviar¨¢ su mirada del televisor donde devora pornograf¨ªa nipona para escrutarse a s¨ª misma desde el tatami en el que permanece acostada. Recuerda en sue?o el horror del campo nazi de Theresienstadt destinado a los artistas y escritores jud¨ªos, donde Jana fue enviada a los 11 a?os. All¨ª se siente atra¨ªda por una cantante de ¨®pera que no soporta el suplicio nazi y se ahorca mientras los espectadores o¨ªmos un pasaje de Madam Butterfly. Transcurrido el tiempo Jana encontrar¨¢ a una hija de aquella cantante en Hiroshima y mantendr¨¢ una relaci¨®n amorosa con ella.El dramatismo de este primer episodio lo cubre precipitadamente Robert Lepage como har¨ªa un gato con sus propios excrementos. Le interesa poner sobre la mesa todas las cartas de la baraja teatral y demostrar as¨ª su talento. Entonces nos traslada a un cuarto de ba?o compartido por media docena de inquilinos en un edificio de Nueva York. Jana ya tiene m¨¢s de 20 a?os y es introducida all¨ª en la fotograf¨ªa er¨®tica por un profesional gay. Se retrata a s¨ª misma desnuda en la ba?era ante un espejo mientras un drogadicto defeca a sus espaldas al son de un roquero. La comicidad de esta escena en la que todos los vecinos representan un papel grotesco degrada cualquier intento por dramatizar la situaci¨®n de Jana. Cabe pensar que Lepage no s¨®lo odia la idea de que el p¨²blico se compadezca de su protagonista sino que tampoco permite reirse m¨¢s de la cuenta de ella. Otra vez remueve todas sus cartas vali¨¦ndose de la gama completa de trucos v¨ªdeo-electr¨®nicos del teatro de vanguardia.
Babelia
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