Aeropuerto

En esta ¨¦poca de locos s¨®lo nos faltaban los idiotas del horror, dec¨ªa Franco Battiato en referencia a los terroristas en su canci¨®n Bandera blanca. Gracias a estos idiotas, los aeropuertos se han convertido en lugares sometidos a estricta vigilancia en los que el viajero debe pasar por todo tipo de controles. Algunos de ellos, aunque bienintencionados, resultan rid¨ªculos, como puede comprobar cualquiera que vuele con una compan¨ªa norteamericana y se encuentre con un/a simp¨¢tico/a empleado/a que, con la sonrisa en los labios, le pregunte cosas como: ?qui¨¦n le ha hecho la maleta?, ?la ha perdido de vista en alg¨²n momento desde que lleg¨® al aeropuerto?, ?lleva objetos met¨¢licos y/o punzantes...?Ante este tipo de cuestiones, uno tiene siempre la tentaci¨®n de responder con alg¨²n mon¨®logo delirante del siguiente estilo:

-La maleta me la ha hecho un amigo iran¨ª muy simp¨¢tico llamado Abdullah. Un t¨ªo estupendo. Ligeramente fundamentalista, pero buen chaval. Por lo que respecta a los objetos punzantes, la respuesta es no. Lo que s¨ª llevo, convenientemente desmontado, es un misil Exocet que pienso lanzar contra una de las Torres Gemelas de Nueva York, aunque a¨²n no he decidido cu¨¢l. Ah, y tambi¨¦n transporto en la maleta una sobrasada en avanzado estado de descomposici¨®n. ?Puedo embarcar ya?

Si uno se abstiene de hacerse el gracioso es porque quien te plantea esas preguntas idiotas sabe positivamente que lo son. El empleado/a no es tonto/a y sabe que los terroristas no se van a delatar en un interrogatorio rutinario. Pero as¨ª son las reglas y a ¨¦l/ella le pagan por cumplirlas. Tambi¨¦n t¨² lo haces a pesar de su inutilidad y te consuelas pensando que no habr¨ªa preguntas idiotas sin idiotas del horror dedicados a una guerra igualmente idiota.