Fobias y victimismos
ERA L?GICO. Despu¨¦s de un a?o de agitaci¨®n tan interesada pol¨ªticamente como irresponsable, la Diada 1994 era una fecha ideal para que muchos sacaran los pies del tiesto, y en particular los nacionalistas catalanes y los nacionalistas espa?oles de diverso signo. El coordinador de Izquierda Unida, Julio Anguita, equipar¨® ayer al presidente de la Generalitat, Jordi Pujol, con Franco, cuando aqu¨¦l sufri¨® las c¨¢rceles franquistas. Otros llevan haciendo el mismo extra?o ejercicio de comparar al dictador a quien tan bien sirvieron con Felipe Gonz¨¢lez, su obsesi¨®n m¨¢s odiada.Pujol apela a la resistencia contra las "embestidas de fuera", pide calma y patriotismo y deja caer como quien no quiere la cosa que el estatuto de autonom¨ªa es insuficiente para Catalu?a. Mientras, el PP y su entorno no ven en la pol¨ªtica de nacionalistas catalanes y vascos sino un asalto para esquilmar Espa?a antes de destruirla. Y sectores del PSOE siguen utilizando las fobias anticatalanas y los retrasos de otras regiones como munici¨®n para sus guerrillas particulares en el seno del partido.
Y pese a todas estas posturas nada edificantes y todos aquellos que intentan sacar capital pol¨ªtico sembrando recelos y odios entre espa?oles, lo cierto es que la Diada 1994 estuvo marcada por la normalidad. En el resto de Espa?a tambi¨¦n ha arraigado la buena costumbre de comprender por qu¨¦ el 11 de septiembre los catalanes celebran su identidad, sus tradiciones y sus instituciones.
Los nacionalistas de todo tipo tienen el grave problema de que, de declarar alg¨²n d¨ªa alcanzados todos sus objetivos, habr¨ªan de anunciar su autoliquidaci¨®n. Es, por tanto, comprensible que el PNV en el Aberri Eguna o Convergencia en la Diada pidan m¨¢s al poder central y lamenten los agravios hist¨®ricos reales o imaginarios. Nada que objetar. En todo caso, es improcedente una cita tangencial, sin mayores explicaciones, a la insuficiencia del Estatuto de Catalu?a por parte de Flujol, cuando ¨¦l mismo asegura que su objetivo es conseguir el pleno despliegue del mismo. Las cr¨ªticas convergentes al desarrollo pol¨ªtico de Catalu?a se han basado siempre en achacar al Gobierno una lectura restrictiva del Estatuto y no en considerar que se ha agotado su techo.
Las posibilidades de Pujol de marcar diferencias con los de fuera -otra necesidad esencial del nacionalismo- hubieran sido menores si algunos en Madrid no hubieran hecho del insulto a Pujol y a la lengua y las instituciones catalanas su principal m¨¦todo de ataque contra los apoyos que han permitido a Gonz¨¢lez y al partido socialista continuar gobernando esta legislatura. Es l¨®gico que estos apoyos descompongan a muchos que, despu¨¦s de las elecciones europeas, cre¨ªan ya acariciar el poder en Madrid. Pero ello no deber¨ªa llevarles a sacar los pies del tiesto.
Hablemos de los patriotismos, sanos o insanos, que tanto preocupan a unos y otros en los ¨²ltimos tiempos. El mejor patriotismo para este pa¨ªs tan fustigado por consignas altisonantes que tantas veces escond¨ªan intereses mezquinos es el patriotismo democr¨¢tico, tolerante y pluralista de la Constituci¨®n Espa?ola, y por tanto de los respectivos estatutos de autonom¨ªa.
Habr¨¢, sin duda, un momento en que deber¨¢ darse por concluido el reordenamiento del Estado espa?ol. Pero parece mentira que aquellos que nunca tuvieron prisa en otorgar autonom¨ªas a las nacionalidades hoy tengan tantas ansias por alcanzar los topes de las mismas. Y no deja de ser peligroso que, quiz¨¢ convencidos de una pr¨®xima y aplastante victoria en elecciones generales, algunos est¨¦n dando br¨ªos al que siempre ha sido el nacionalismo mas peligroso, al espa?ol y centralista. Porque mucho m¨¢s peligroso que cualquier separatista que intente desgajar parte de Espa?a hacia un independentismo absurdo y anacr¨®nico es el separador que se arroga la representaci¨®n exclusiva de la idea de Espa?a y quiere arrojar a las mazmorras o al exilio -figurados o reales- a aquellos que disienten.
Por eso es la pluralidad, en Espa?a y en Catalu?a, la que nos lleva a esa normalidad en la que, aunque pese a mucho dinamitero pol¨ªtico, hemos avanzado mucho. Los histriones, sean de donde sean, no deben ser capaces de obstaculizar a esta sociedad a proseguir por una senda comenzada hace ya 16 a?os, la del patriotismo de la Constituci¨®n.
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