La oreja del n¨¢ufrago
A la hora de trabajarse la oreja no hay nada m¨¢s agradecido que una voltereta. Bueno, s¨ª: una tarde de lluvia. Las faenas bajo la lluvia son la mar de aparentes, sobre todo si, como Ponce, el torero hace como que no se entera y endilga todo el repertorio de pausas, series con una y otra mano, desplantes, arrogancias y contoneos. Aprovechando que hasta los timbaleros se hab¨ªan ido, con lo cual el aviso hubiera tenido que ser por se?as, el valenciano no regate¨® esfuerzo y justo es de se?alar y de agradecer que entre la caterva de pases que dio hubo algunos de bella factura y sentida ejecuci¨®n.Claro que, puesto a agradecerle, le hubiera uno agradecido en el alma que hubiese abreviado porque la tarde se puso imposible desde el cuarto y, sin duda alguna, no estaba la zorra para bailes. En su primero, cuando todos est¨¢bamos tan secos como salimos de casa, Enrique Ponce estuvo despegadillo y f¨¢cil ante un toro rayano en la invalidez que se doli¨® en banderillas y continu¨® doli¨¦ndose en la muleta, lo cual ya es.
Valdefresno / Joselito, Ramos, Ponce
Toros de Valdefresno, romos, desiguales y manejables en general.Joselito: pinchazo hondo y tres descabellos (pitos); dos pinchazos y estocada trasera (ovaci¨®n y saludos). Jos¨¦ Luis Ramos: golletazo (ovaci¨®n y saludos); pinchazo y bajonazo, (aplausos). Enrique Ponce: cinco pinchazos, otro hondo -aviso- y dos descabellos (algunos pitos); pinchazo, media y descabello (oreja). Plaza de La Glorieta, 13 de septiembre. 31 corrida de feria. Casi lleno.
Joselito no se entendi¨® con su primero, codicioso en la arrancada y se dej¨® enganchar la muleta, m¨¢s de la cuenta. En el cuarto, aprovech¨® la noble embestida del animal relaj¨¢ndose con gusto en ocasiones y ahogando la arrancada del toro a ¨²ltima hora.
Jos¨¦ Luis Ramos tuvo en primer lugar un toro que a cada paso se ca¨ªa, con lo cual la falta de emoci¨®n dej¨® en anodina la faena, "a media alturita" como recomiendan los taurinos desde el callej¨®n, suponiendo que el torero es tonto. En el quinto, ya en pleno diluvio, trat¨® de sujetarle en la muleta, de la que tend¨ªa a escupirse, pero su voluntarioso trasteo qued¨® diluido por la adversidad y el mal tiempo.
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