Uno que pega trallazos
Torrealta / Cervantes, Rivera, MacarenoNovillos de Torrealta, muy bien presentados aunque varios sospecho. de pitones, encastados, bravos excep 31, nobles.
Paco Cervantes: estocada corta trasera (escasa petici¨®n y vuelta); pinchazo, estocada ladeada perdiendo la muleta -aviso- y dobla el novillo (palmas y saluda). Rivera Ord¨®?ez: estocada corta trasera, rueda de peones y descabello (ovaci¨®n y tambi¨¦n pitos cuando saluda);estocada trasera (escasa petici¨®n y vuelta protestad¨ªsima). Macareno, de Madrid, nuevo en esta plaza: pinchazo y estocada tendida muy trasera (aplausos y tambi¨¦n pitos cuando saluda); bajonazo -aviso- y cuatro descabellos (vuelta por su cuenta).
Enfermer¨ªa: El picador Pimpi, derribado por el 6% sufri¨® contusi¨®n crancoencef¨¢lica y otras lesiones, de pron¨®stico reservado.
Plaza de Las Ventas, 27 de septiembre. 2a corrida de la Feria de Oto?o. Cerca del lleno.
Llega a ser el joven que vest¨ªa de azul y oro un tal Garc¨ªa, un principiante desconocido, un torerito cualquiera venido de nuevas a Madrid, y le habr¨ªan calificado como uno que pega trallazos. Pero lleva apellidos ilustres en el concierto taur¨®maco -Rivera y Ord¨®?ez, nada menos-, sale por televisi¨®n, es habitual p¨¢gina de color en las revistas del lujo y el desenfreno, y hab¨ªa que aplaudirle, hab¨ªa que pedirle las orejas, hab¨ªa que allanarle el camino del triunfo, hab¨ªa que defenderlo del juicio critico de los aficionados, no importaba que, efectivamente, estuviera peg¨¢ndoles trallazos a unos novillos de casta brava y nobleza infinita.
Un respeto a los apellidos ilustres quieren, de consuno, la buena crianza y la tauromaquia, y as¨ª proced¨ªa la afici¨®n, naturalmente, sin confundir la respetabilidad con la demagogia, la benevolencia con la adulaci¨®n gratu¨ªta, que eso s¨ª habr¨ªa sido una falta de respeto a los apellidos, a la dignidad del joven vestido de azul y oro que los lleva, a la buena crianza bien entendida y a la mism¨ªsima tauromaquia. Por eso cuando le ve¨ªa embarcar largo alg¨²n muletazo, se lo core¨® mediante- los ol¨¦s jubilosos que provoca siempre el toreo bueno, aunque los d¨¦ un paria o un hijo de la inclusa; y cuando le ve¨ªa trazar desastrado el pase, se lo reproch¨® dedic¨¢ndole m¨²sica de viento, seg¨²n hicieron siempre los aficionados desde que la fiesta existe, as¨ª viniera recomendado por el Papa el autor de los trallazos o procediese de las mejores familias de Bilbao.
Los respetos, sin embargo, deber¨ªan ser mutos, y fue el joven vestido de azul y oro el que falt¨® al respeto a los aficionados, primero saliendo a saludar hasta los medios pese a la fuerte divisi¨®n de opiniones que hab¨ªa merecido su vulgar faena de muleta, luego emprendiendo una vuelta al ruedo, prepotente e intolerable, en la que se encar¨® con quienes manifestaban su protesta.
El joven portador de ilustres apellidos que la tauromaquia y la buena crianza respetan hab¨ªa decidido, al parecer, pornerse la afici¨®n de Madrid por montera. Una juvenil rebeld¨ªa, un caso de personalidad y casta, dir¨¢n; genio y figura. Pero quiere la propia tauromaquia que empleen los toreros su personalidad y casta, su genio y figura, sus ¨ªmpetus juveniles, en torear los toros, ret¨¢ndoles de frente, tray¨¦ndoselos toreados de delante, carg¨¢ndoles la suerte, embarc¨¢ndolos con templanza y todas cuantas especificaciones configuran el toreo puro. Sobre todo si esos toros hacen gala de bravura y nobleza, cual fue el caso.
Una novillada excepcional sirvi¨® la divisa Torrealta, encastada, noble, y, adem¨¢s, fuerte. El primer ejemplar derrib¨® con estr¨¦pito; el ¨²ltimo peg¨® un arre¨®n de latiguillo del que sali¨® por los aires el picador Pimpi y cay¨® a la arena de cabeza. Qued¨® con el castore?o encajado, visiblemente maltrecho y fuera de combate.
Una novillada importante, en definitiva; ideal para hacerla el toreo seg¨²n los c¨¢nones y alcanzar con todos los pronunciamientos la gloria de puerta grande. Pero no hubo puerta grande, ni nada, La noviller¨ªa no anda fina. O quiz¨¢ sea que est¨¢ mal acostumbrada. Despu¨¦s de triunfar en cualquier parte, donde dan orejas por nada, les sorprenden las exigencias de una afici¨®n entendida. Paco Cervantes oy¨® c¨®mo un espectador le dec¨ªa que se echara la muleta a la izquierda de una buena vez, y muchas venturas le produjo hacerle caso, pues el novillo iba por ese pit¨®n de dulce y le sac¨® unos naturales de buen trazo.
Iba de dulce el cuarto novillo aquel por el pit¨®n izquierdo, y por el derecho, y todos seis igual, con tanta prontitud y nobleza que pon¨ªan al descubierto las limitaciones art¨ªsticas de los novilleros. Principalmente, su reticencia a torearlos con la izquierda. Y como el ser humano s¨®lo tiene dos manos (de momento), su ¨²nica alternativa consist¨ªa en emplear la derecha, y los molieron a derechazos.
Con todo, Cervantes cuaj¨® algunas buenas tandas de naturales y un estupendo toreo de capa, que despleg¨® en las ver¨®nicas de recibo con ganancia de terrenos y en quites variados. Macareno dio faroles de rodillas, de rodillas inici¨® su segunda faena, y aunque le desluc¨ªan e incluso compromet¨ªan defectos de colocaci¨®n -seguramente fruto de la inexperiencia- estuvo muy animoso. Tambi¨¦n tienen ascendencias ilustres ambos espadas. Cervantes es hijo del excelente banderillero del mismo apellido; Macareno, hijo del matador del mismo apodo, uno de los mejores int¨¦rpretes del toreo puro que hayan vestido de luces en la anterior d¨¦cada. Y no por eso salieron a la palestra con ¨ªnfulas propias de la Reina del Chanteclaire. Quieren ser toreros: eso es todo.
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