Los dilemas del compromiso pol¨ªtico
Tres cartas in¨¦ditas, que describen la ruptura entre Jean-Paul Sartre y Maurice Merleau-Ponty, publicadas en el ¨²ltimo n¨²mero de Revista de Occidente, resucitan el viejo debate sobre el compromiso del intelectual en la pol¨ªtica. Subrayada frecuentemente la divergencia ideol¨®gica que dio al traste con la amistad entre Sartre y Camus, y que defini¨® dos posturas sobre la teor¨ªa del compromiso, no es tan conocida la disputa entre dos viejos conocidos, camaradas y fil¨®sofos como Sartre y Merleau-Ponty, que abre otra v¨ªa de agua entre aquellos intelectuales franceses que, en la segunda posguerra mundial, combatieron la m¨¢xima de "el arte por el arte".Entre ambos se establecieron diferencias fundamentales sobre la reacci¨®n hacia el comunismo estalinista, sin que Merleau-Ponty se alinease nunca con Camus contra Sartre, sino m¨¢s bien al rev¨¦s. Y sin embargo, la desavenencia entre los dos fundadores de Les Temps Modernes tambi¨¦n tuvo gran repercusi¨®n. Caminaron juntos un largo trecho de sus vidas: la Escuela Normal Superior, la Resistencia, el movimiento Socialismo y Libertad, el conocimiento exhaustivo de la filosof¨ªa de Husserl y Heidegger, y la creaci¨®n de una revista destinada a proporcionar, seg¨²n Simone de Beauvoir, "una ideologia a la posguerra".
A mediados de los a?os cuarenta, Gallimard accedi¨® a financiar una revista para un grupo de amigos: "Ten¨ªamos proyectos precisos... Camus, Merleau-Ponty, Sartre, yo misma har¨ªamos un manifiesto en equipo", escribe en sus memorias el Castor. "Hab¨ªamos llegado al final de la noche, el alba despuntaba; codo con codo part¨ªamos a un nuevo camino". As¨ª naci¨® Les Temps Modernes; en el comit¨¦ de redacci¨®n, Aron, Paulhan, Ollivier Merleau-Ponty, Sartre y Beauvoir (no Camus, que estaba en Combat). Maqueta sobria, letras rojas y negras sobre fondo blanco, el t¨ªtulo era un brindis al sol de las aficiones chaplinescas de Sartre. Y dos directores: el titular, que firmaba en la primera p¨¢gina, Sartre, y el director pol¨ªtico y redactor jefe, Merle¨¢u-Ponty. Muchos editoriales escritos por este ¨²ltimo le ser¨ªa n atribuidos con frecuencia a Sartre. En su primer n¨²mero, Les Temps Modernes contaba con una presentaci¨®n escrita por Sartre, que sentar¨ªa la filosofia de la revista a favor del compromiso pol¨ªtico del intelectual: "Puesto que el escritor no tiene medio alguno de evadirse, queremos que abrace estrechamente su ¨¦poca; es la ¨²nica oportunidad; est¨¢ hecha para ¨¦l y ¨¦l est¨¢ hecho para ella... No queremos escapar de nada de nuestro tiempo; quiz¨¢ los haya m¨¢s bellos, pero ¨¦ste es el nuestro; no tenemos m¨¢s que esta vida para vivir, en medio de esta guerra, quiz¨¢ de esta revoluci¨®n. Nuestra intenci¨®n es contribuir a la producci¨®n de ciertos cambios en la sociedad que nos rodea".
La mayor parte de las fuerzas vitales francesas apoy¨® el nacimiento de Les Temps. Ya hemos hablado de la excepci¨®n de Camus. Pero no fue la ¨²nica. El escritor Andr¨¦ Gide, desenga?ado de la Uni¨®n Sovi¨¦tica, reaccion¨® muy cr¨ªticamente: "El manifiesto de Les Temps Modernes es inquietante. Espero que despu¨¦s de la literatura lo veremos comprometer a la pintura y a la m¨²sica". Este grupo de intelectuales y la revista intentaron responder a una de las grandes cuestiones del momento: ?pod¨ªan los intelectuales independientes trabajar en armon¨ªa con el partido comunista sin subordinarse a ¨¦l?.Durante casi un lustro no hubo problemas. Pero en enero de 1950 Merleau-Ponty publica un editorial en el que denuncia los campos de concentraci¨®n sovi¨¦ticos, estimando que se hallaban prisioneros en ellos 15 millones de personas; no pod¨ªa haber socialismo "cuando de cada 20 ciudadanos, uno [estaba] en los campos"; esos campos de concentraci¨®n eran "m¨¢s criminales que los otros, puesto que traicionan a la revoluci¨®n". Pese a ello, el editorial establec¨ªa que hab¨ªa diferencias fundamentales entre el comunismo y el nazismo.
A partir de ese momento, las relaciones entre los dos directores comienzan a tener problemas: mientras Sartre se acerca al comunismo como compa?ero de viaje, Merleau va adoptando posiciones m¨¢s apol¨ªticas hasta aceptar una c¨¢tedra de filosof¨ªa y dejar la revista.
En medio se produce la gran ruptura que reflejan las tres cartas in¨¦ditas citadas. En 1952, Sartre escribe Los comunistas y la paz, en donde mantiene que hay que defender al partido comunista siempre que sea atacado. La redacci¨®n se divide, Sartre asume de hecho la direcci¨®n de la revista y prohibe a Merleau-Ponty publicar un art¨ªculo de r¨¦plica en el que pretende explicar su posici¨®n pol¨ªtica. Como consecuencia de esta censura Merleau rompe con Sartre y nunca m¨¢s volver¨¢ a escribir en la revista que ¨¦l invent¨®.
En la primera carta, Sartre critica que Merleau quiera alejarse de la pol¨ªtica y quedarse en la filosof¨ªa: "Te reprocho que hayas renunciado en el momento en que es necesario decidir como hombre, como franc¨¦s, como ciudadano y como intelectual, y ello utilizando la filosof¨ªa como coartada... Si tratas de criticar a cualquier otro en nombre de esta actitud, est¨¢s haci¨¦ndole el juego a los reaccionarios y al anticomunismo". Y acusa a su compa?ero: "No nos has acompa?ado en ninguno de nuestros esfuerzos (Rosenberg, Henry Martin, Indochina, libertades ... ), luego tampoco veo en nombre de qu¨¦ tendr¨ªan que criticarme desde dentro de nuestro equipo".
La respuesta de Merleau fija limpiamente otros criterios sobre el compromiso: "El compromiso a partir de cada acontecimiento tomado por separado se convierte, en ¨¦pocas de tensi¨®n, en un sistema de mala fe. Hay acontecimientos que permiten, o mejor exigen, que los juzguemos inmediatamente y en s¨ª mismos: la condena y ejecuci¨®n de los Rosenberg, por ejemplo; pero la mayor¨ªa de las veces, el acontecimiento no puede ser entendido sino en el conjunto de una pol¨ªtica que modifica su sentido, y ser¨ªa arti-
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Los dilemas del compromiso pol¨ªtico
Viene de la p¨¢gina anteriorficioso e interesado provocar el juicio sobre cada punto de una pol¨ªtica, en vez de considerarla en su continuidad y en relaci¨®n con la pol¨ªtica del adversario; aquello permitir¨ªa hacer tragar poco a poco lo que no ser¨ªa aceptado en bloque o, por el contrario, convertir en odioso, a fuerza de peque?os sucesos verdaderos, lo que, visto en conjunto, pertenece a la l¨®gica del combate. T¨² y yo hemos admitido que ¨¦sta era la artima?a inadmisible del anticomunismo, y tambi¨¦n la artima?a de la pol¨ªtica comunista".
La tercera carta de Sartre a Merleau-Ponty es definitiva: "Yo me he lanzado a una empresa; con raz¨®n o sin ella me gustar¨ªa, en la medida de mis posibilidades, incitar a los intelectuales a formar una izquierda aliada al comunismo. Explotada por la derecha, tu actitud influye necesariamente sobre esos intelectuales que te ven como un freno".
Sartre se mantuvo en sus trece y lleg¨® a decir: "Hasta nueva orden, el partido representa a mis ojos el proletariado..., es imposible adoptar una posici¨®n anticomunista sin ponerse en contra del proletariado". Irritado por el antiestalmismo reciente de Merleau-Ponty, no volvi¨® a acordarse de ¨¦l hasta la muerte de este ¨²ltimo en 1961. Entonces escribi¨® (Merleau-Ponty vivant): "?Cu¨¢ntos amigos he perdido que siguen viviendo! No por culpa de nadie; eran ellos, era yo; los acontecimientos nos hicieron y nos acercaron. Y Merleau-Ponty, lo s¨¦, no dec¨ªa otra cosa cuando pensaba en las personas que aparecieron y desaparecieron en su vida. Sin embargo, a m¨ª nunca me perdi¨®; tuvo que morir para que yo le perdiera. Eramos iguales, amigos, no semejantes: lo comprendimos enseguida y nuestros desacuerdos nos divirtieron al principio; y luego, hacia. 1950, el bar¨®metro baj¨®; brisa favorable sobre Europa y sobre el mundo; a nosotros el oleaje nos golpeaba cr¨¢neo con cr¨¢neo, y un instante despu¨¦s nos proyectaba a las ant¨ªpodas del otro".
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