Mitterrand y Vichy: la conmoci¨®n
I. Fran?ois Mitterrand s¨®lo hab¨ªa dado un nihil obstat a la publicaci¨®n de secretos de Estado -por parte de Jacques Attali. Ahora acaba de dar el imprim¨¢tur a un libro que recuerda, describe y subraya su juventud petainista. ?Capricho supremo de un hombre que ya vive en la historia, indiferente al juicio de sus contempor¨¢neos, y que tiene cari?o incluso a sus errores? ?Prudencia de un caudillo que prefiere vigilar en vida la estatua que unos escultores m¨¢s mal¨¦volos tratar¨ªan de erigir tras su muerte? ?Complacencia narcisista donde la fidelidad a las ra¨ªces se impone a la valorizaci¨®n de su imagen? Hay algo de todo ello en esta actitud.A esto hay que a?adir que Mitterrand no est¨¢ descontento con su trayectoria: "Despu¨¦s de haberme buscado, como la mayor¨ªa de los franceses, me he encontrado, como unos pocos de ellos". Adem¨¢s, Mitterrand no tiene las mismas ideas que los dem¨¢s sobre el periodo en que se busc¨®. Y de pronto las enarbola a trav¨¦s de Pierre P¨¦an. No hay nada que Mitterrand aprecie tanto como su libertad. Curiosamente, es lo que Marguerite Duras escribi¨® un d¨ªa. Una libertad que rechaza todas las restricciones y todas las costumbres. Una libertad que a veces puede hacer da?o cuando pretende justificar la fidelidad a los amigos m¨¢s discutibles.
II. Es cierto que lo que importa es el recorrido. Fran?ois Mitterrand tiene raz¨®n al preferir el suyo al giro de aquellos, numerosos, que hicieron el trayecto inverso. Pero al enarbolar el suyo con demasiada ostentaci¨®n, el presidente franc¨¦s parece resignarse alegremente a no haber estado en el caso de los Charles de Gaulle, de los Leclerc de Hautecloque y de los d'Estienne d'Orves, que, nacidos en familias al menos tan conservadoras como la suya, no tuvieron necesidad de recorrer un camino: rechazaron desde el primer d¨ªa la capitulaci¨®n, P¨¦tain y el nuevo Estado franc¨¦s. ?Seres excepcionales? Sin duda alguna. Pero en el destino de Fran?ois Mitterrand todo hac¨ªa pensar que ¨¦l mismo se consideraba excepcional. En cierto sentido, este joven barresiano voraz, de 26 a?os, lo fue en su b¨²squeda apasionada de un lugar de poder. Crey¨® encontrarlo en Vichy.
Digamos que su temperamento de aventurero no estuvo acompa?ado de una visi¨®n que le hubiera permitido encontrar a la primera el mejor trampol¨ªn para sus ambiciones. Despu¨¦s tuvo las mayores dificultades del mundo para perdonar a todos los que hab¨ªan ocupado ese terreno antes que ¨¦l, priv¨¢ndole as¨ª de un papel a su medida. De Gaulle es una enorme nube que no dejar¨¢ nunca de oscurecer el horizonte del impaciente joven, que sus camaradas presos en los campos de detenci¨®n alemanes ya perfilaban como emperador.
III. Por tanto, como establece Pierre P¨¦an, Fran?ois Mitterrand, a pesar de una adolescencia sumergida en los medios de extrema derecha, nunca fue miembro de la organizaci¨®n Cagoule. De acuerdo. Pero frecuent¨® durante mucho tiempo a amigos de la familia que s¨ª lo eran. Mitterrand nunca fue antisemita. Toda su vida lo demuestra. Pero ofreci¨® sus servicios a un Gobierno que acababa de promulgar el estatuto especial para los jud¨ªos. Mitterrand siempre fue antialem¨¢n. Y se convirti¨®, despu¨¦s de 1942, en un gran miembro de la Resistencia. ?Qui¨¦n lo negar¨ªa? Esto deber¨ªa ser suficiente para su gloria. S¨ª, pero Mitterrand sigui¨® siendo claramente durante mucho tiempo, si no petainista, desde luego mariscalista. En la primavera de 1943 a¨²n defend¨ªa al mariscal (su persona, no su pol¨ªtica) ante su compa?ero de la Resistencia Claudius Petit. "Pero no era el ¨²nico", me hizo notar Mend¨¨s France el d¨ªa en que le nombr¨® ministro de Interior de su Gobierno. "?Piense en Henri Frenay, h¨¦roe entre los h¨¦roes, que estaba a favor de la revoluci¨®n nacional!".
IV. Este libro de Pierre P¨¦an es irreprochable. Es una obra maestra de rigor, de exigencia y de sensibilidad hist¨®rica. No hay efectos literarios. No hay tomas de partido apasionadas. Es la simple b¨²squeda de una verdad acerca de un hombre, que ante nuestros ojos se convierte en la verdad acerca de Francia. Cre¨ªamos conocer m¨¢s o menos esa verdad. Sobre todo los que nos interesamos por la actitud de los escritores durante la derrota de 1940 y despu¨¦s de la misma. Francia qued¨® anonadada, aplastada, aniquilada por la capitulaci¨®n. Al principio, los pocos franceses que trataron dolorosamente de volver a levantar la cabeza no quisieron creer que De Gaulle y P¨¦tain no manten¨ªan la misma lucha, en una especie de reparto secreto de las tareas.
Todos los que no estaban inmersos en la culpabilidad atribu¨ªan a la fatalidad de la guerra y a la barbarie de los vencedores las vilezas de Vichy. Antes de que se formaran las primeras organizaciones de la Resistencia se hab¨ªa hablado tan mal de la III Rep¨²blica que la gente no se dedicaba demasiado a so?ar con una IV. La desgracia era tan general que no se preocupaba uno por la suerte de los jud¨ªos. La misma radio de Londres mencionaba muy raramente las persecuciones antisemitas. Todo esto, a grandes rasgos, fue as¨ª hasta las primeras derrotas de los ej¨¦rcitos alemanes en la Uni¨®n Sovi¨¦tica, y sobre todo hasta el desembarco aliado en ?frica del Norte y la ocupaci¨®n de la zona sur. Hasta finales de 1942.
V. ?Hay, pues, que distinguir entre P¨¦tain y el petainismo? En cierto modo. ?Actuaron bajo P¨¦tain ciertos elementos del Ej¨¦rcito que, a finales de 1942, organizaron la fuga del general Giraud -que luego obtuvo mando de tropas en Argel- a la vez que se manten¨ªan fieles al mariscal? Sin ninguna duda. ?Hab¨ªa por tanto un clan antialem¨¢n alrededor de P¨¦tain, que proteg¨ªa a j¨®venes como Mitterrand? No hay m¨¢s remedio que creerlo. Lo sab¨ªamos, lo sab¨ªamos, pero regularmente trat¨¢bamos de rechazarlo.
Hay numerosos pasajes en el libro de P¨¦an que subrayan este clima moral y pol¨ªtico de Vichy: "Desde luego, es dif¨ªcil situarse en el contexto de la ¨¦poca: visto desde la actualidad, en el marco de una historia que, despu¨¦s de haber guardado silencio sobre el periodo durante largo tiempo, reduce en la actualidad Vichy a un denso revoltijo de traidores, cobardes y antisemitas, el retrato del joven Mitterrand que se perfila en ese marco ofrece malos augurios para su futuro. Sin embargo, los j¨®venes y menos j¨®venes que ten¨ªan las mismas ideas que ¨¦l ya hab¨ªan emprendido el camino, ciertamente sinuoso en ocasiones, que llevaba al campo de batalla, donde m¨¢s tarde se recolectar¨ªan medallas de la Resistencia y t¨ªtulos de compa?ero".
( ... ) "Paxton y Klarsfeld permitieron, afortunadamente, reequilibrar una historia oficial que ten¨ªa por finalidad la 'reconciliaci¨®n nacional' al precio de una ceguera m¨¢s o menos deliberada sobre todo lo relativo a la acci¨®n del Estado franc¨¦s contra los jud¨ªos. Pero la visi¨®n que inspiraron a ciertos analistas, queriendo ser global, conllev¨® la sataniza-
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Mitterand y Vichy: la conmoci¨®n
Viene de la p¨¢gina anteriorci¨®n de todos aquellos que, de cerca o de lejos, gravitaban en torno a Vichy. ( ... ) Esas personas segu¨ªan estando ideol¨®gicamente a la derecha, su coraz¨®n era a¨²n mariscalista y consideraban frecuentemente a De Gaulle como un aventurero en manos de los anglosajones y los comunistas. Pero todos esos vichistas que formaban concili¨¢bulos en Vichy, Ly¨®n, Argel o Par¨ªs, o que hab¨ªan ca¨ªdo o caer¨ªan en una resistencia espec¨ªfica, desempe?ar¨ªan, se quiera o no, un papel determinante en la liberaci¨®n del pa¨ªs. Pinot, Mitterrand, el general Revers, los responsables de los talleres de juventud, de los Compa?eros de Francia, de la Escuela de Uriage, etc¨¦tera".
VI. Todo esto est¨¢ muy bien. Sin embargo... No s¨¦ si, como se repite tenazmente, Fran?ois Mitterrand sale bien parado del libro de Pierre P¨¦an. Lo que s¨¦ es que yo, por mi parte, no he salido indemne de esta lectura. M¨¢s a¨²n: en ciertos momentos he sentido un golpe en el est¨®mago. Tal vez debido a la consideraci¨®n que a¨²n conservo por este hombre, su personaje y su destino. Tal vez porque no consigo resignarme a que un l¨ªder de la izquierda no haya nacido en1a izquierda y pretenda ser heredero de Jaur¨¦s y de L¨¦on Blum. Tal vez porque conservo la c¨¢ndida idea seg¨²n la cual el poder supremo s¨®lo puede estar en manos de un hombre superior a los dem¨¢s en todos los planos. Por ¨²ltimo, sin duda, porque la adolescencia de nuestro presidente me recuerda a determinados medios que, en la misma ¨¦poca o casi, representaban para m¨ª al extra?o, al enemigo. Qui¨¦n sabe, adem¨¢s, si -como los j¨®venes de hoy- no soy v¨ªctima de la superposici¨®n artificial de las im¨¢genes que satanizaron Vichy y las evocaciones del papel que el joven Mitterrand quiso desempe?ar all¨ª. Como se puede ver, toda una serie de razones subjetivas, algunas de ellas infundadas. Que describen un choque emocional y no podr¨ªan sustituir a un razonamiento.
VII. Vemos que Vichy est¨¢ en v¨ªas de rehabilitaci¨®n parcial. Vichy, o al menos un cierto n¨²mero de funcionarios civiles y militares que, en 1942, bajo la autoridad de P¨¦tain, prepararon una Francia capaz de contribuir en su momento a la liberaci¨®n del territorio, pero acomod¨¢ndose a la revoluci¨®n nacional (aprobando incluso a, veces su filosof¨ªa) as¨ª como al antisemitismo a la francesa (no sab¨ªan nada de lo que acabar¨ªa siendo el holocausto, subraya Edgar Morin). En otras palabras, si bien unos cuantos mariscalistas demostraron haber estado plenamente dispuestos a luchar contra el ocupante, no dejaron de ser hostiles a la Rep¨²blica y a la revoluci¨®n de 1789, y claramente indiferentes ante la suerte de los jud¨ªos, los masones, los comunistas y todas las v¨ªctimas de los petainistas.
?Se llegar¨¢ a decir que eran, en resumen, m¨¢s antialemanes que antinazis? Es una mentalidad que, desgraciadamente, encontr¨¦ incluso en las filas de la divisi¨®n Leclerc. De todas formas, en 1942 a¨²n no se sab¨ªa hasta d¨®nde pod¨ªa llegar la barbarie nazi. Todo esto es incontestable. Simplemente, ignor¨¢bamos que esa mentalidad pod¨ªa ser precisamente la de Fran?ois Mitterrand. Un franc¨¦s, en resumen, ejemplar, no porque diera ejemplo desde el principio, sino porque fue representativo de la naci¨®n. Yo cre¨ªa, e incluso escrib¨ª, que Mitterrand encarn¨® sucesivamente las dos Francias, la del Antiguo R¨¦gimen y la de la Revoluci¨®n. Ahora descubro qu¨¦ encarna ambas simult¨¢neamente. Y que est¨¢ orgulloso de ello.
VIII. De ah¨ª mi malestar inicial. Creo que lo que m¨¢s me molesta de la reconstrucci¨®n de Pierre P¨¦an es que responde casi con demasiada claridad a determinadas preguntas que me hac¨ªa. Las resumir¨¦ a continuaci¨®n. Lo que plantea un problema grave no es haber sido mariscalista antes de convertirse en miembro de la Resistencia, sino haber seguido siendo mariscalista despu¨¦s. Y parece que Mitterrand sigue pensando en la actualidad que P¨¦tain fue un mal menor. S¨ª, parece efectivamente que a Mitterrand no se le ocurre reprocharle los muertos de Mers el K¨¦bir (3 de julio de 1940), el estatuto especial para los jud¨ªos (16 de julio de 1940), los enfrentamientos de Dakar (septiembre de 1940) y el hundimiento de la flota (27 de noviembre de 1942). No veo que el presidente franc¨¦s haya pensado que P¨¦tain podr¨ªa al menos haberse comportado con los jud¨ªos como hicieron el rey de Dinamarca, el rey de Marruecos o incluso Franco.
El hecho de ser antialem¨¢n desde el comienzo de la ocupaci¨®n -suponiendo que eso se demuestre- durante algunos meses no podr¨ªa justificar en nada la abolici¨®n de la Rep¨²blica, la negaci¨®n, constantemente proclamada, de la gran Revoluci¨®n de 1789, y la promulgaci¨®n, sin que los alemanes lo exigieran, de un estatuto discriminatorio contra una cierta categor¨ªa de franceses. S¨¦ perfectamente que en la actualidad Mitterrand se mostrar¨ªa de acuerdo con todo ello. ?Pero por qu¨¦, dadas las circunstancias, no se han encontrado en sus libros textos autocr¨ªticos sobre el periodo de anteguerra (como los magn¨ªficos de Claude Roy y de Daniel Cordier) ni an¨¢lisis sobre la esencia del petainismo?
?Por qu¨¦ esa ritualizaci¨®n durante tantos a?os de la iniciativa excepcional de De Gaulle: el env¨ªo de una ofrenda floral a la tumba de P¨¦tain? Quiero decir aqu¨ª por qu¨¦ concedo a ese gesto una importancia tan grande. Durante algunos meses sent¨ª indulgencia por el anciano mariscal. En mi familia hab¨ªa ex combatientes de Verd¨²n. Pero cuanto m¨¢s reflexion¨¦, m¨¢s comprend¨ª que fue responsable, debido a su antigua gloria, de todas las cegueras y de todos los cr¨ªmenes perpetrados en su nombre. A quien el joven Mitterrand daba una oportunidad, conced¨ªa alguna posibilidad, no era al complemento de De Gaulle, sino al de Laval... ?Por qu¨¦ ese frenes¨ª contra Daladier, en 1945, porque el ex presidente del Consejo no hab¨ªa empleado contra P¨¦tain, durante el proceso de este ¨²ltimo, los argumentos convenientes? ?Por qu¨¦, por otra parte, esa comprensi¨®n manifestada por todos los enemigos de derechas del gaullismo? Se dir¨¢ que toda una vida de militancia socialista deber¨ªa borrar eso, al menos en mi mente. ?Qu¨¦ personaje ha podido hablar de la Rep¨²blica en una forma m¨¢s evocadora de Lamartine? ?Y del mensaje b¨ªblico de un modo m¨¢s digno de P¨¦guy? Efectivamente, efectivamente. Tambi¨¦n se dir¨¢ que todos los presidentes de la Rep¨²blica desean la reconciliaci¨®n de los franceses. Pero, ?y si lo que Mitterrand quisiera aqu¨ª fuera sobre todo reconciliarse consigo, mismo?
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