Van Damme protagoniza 'Timecop', una torpe aventura de viaje en el tiempo
la tercera tampoco fue la vencida. Timecop, la pel¨ªcula estelar del tercer d¨ªa de competici¨®n, basada en un comic de Mark Verheiden y protagonizada por Jean- Claude van Damme, result¨® una torpe aventura de viaje en el tiempo. Un pesti?o considerable. Lo mismo, por cierto, que otros dos t¨ªtulos que le precedieron d¨ªas pasados, tambi¨¦n basados en tebeos -The mask y The crow- y realizados como si de una vulgar muestra de efectos especiales se tratase. Al lado de estos juguetes para ni?os ricos, el cine latinoamericano volvi¨® a brillar con luz propia en El dirigible.
No es extra?o que Timecop fuese programado por la organizaci¨®n en una sesi¨®n estelar de noche, habida cuenta de la voluntad popular -y en ocasiones tambi¨¦n populista- de las m¨¢ximas instancias del certamen suburense. Y no es extra?o porque, a pesar de que se trataba de filmes de muy escaso inter¨¦s, lo cierto es que los dos ¨²ltimos del, dicen, actor belga Van Damme exhibidos aqu¨ª, Soldado universal y Hard target, constituyeron, en las ediciones de 1992 y 1993, otros tantos ¨¦xitos de p¨²blico. Y es que, a pesar de todo, Sitges sigue siendo un festival s¨®lo apto para incondicionales del g¨¦nero.Dirigido por el otrora ocasionalmente interesante Peter Hyams -Atm¨®sfiera 0 sigue siendo su t¨ªtulo m¨¢s emblem¨¢tico-, Timecop es una fantas¨ªa centrada en los muy agradecidos, cinematogr¨¢ficamente ha blando, saltos a trav¨¦s del tiempo. Aqu¨ª, un polic¨ªa -Van Damme, of course- deber¨¢ viajar sucesivamente a varios momentos de la historia -la Guerra de Secesi¨®n, la crisis del 29 y 1994, no en vano la acci¨®n se desarrolla en el 2004- con el fin de frenar a un venal senador en su ¨¢vida carrera hacia la Casa Blanca, por un lado, e in tentar salvar la vida de su mujer, muerta en la segunda se cuencia del filme, por el otro.
As¨ª contada, la cosa tiene inter¨¦s, pero vistas sus im¨¢genes todo se diluye. El gui¨®n es de una torpeza y una arbitrariedad inauditas; Van Damme, a quien toda vocaci¨®n art¨ªstica se le supone, jam¨¢s est¨¢ c¨®modo en su personaje -reparte menos le?a de la habitual, y eso se nota-, y por si fuera poco, los efectos especiales del filme son extremadamente modestos: por ejemplo, se pretende que el espectador se sit¨²e en el futuro a partir de un solitario cochecillo blindado circulando por calles de una ciudad de Washington desierta.
Y si Van Damme y sus numeritos ocupaban espacio estelar, un filme uruguayo proyectado a la hora de la siesta demostraba ser infinitamente m¨¢s atractivo. El dirigible, primera pel¨ªcula de Pablo Dotta, es una arriesgada operaci¨®n de funambulismo conceptual, riqueza expresiva y, a veces, tambi¨¦n de gui¨®n confuso que, por fortuna, se salva gracias a los riesgos est¨¦ticos que asume. El filme articula dos tramas diferentes: en una, la que menos parece interesar . a su realizador, se sit¨²a una especie de poco trascendental b¨²squeda policial.
Pero en la otra, la que da sentido al filme, Dotta ordena algunas claves sobre la identidad de la cultura uruguaya de este siglo. Juan Carlos Onetti, el exilio, el mestizaje y la tradici¨®n democr¨¢tica del pa¨ªs deambulan por una pel¨ªcula que da pruebas del talento de su director para plasmar en sugestivas y brillantes im¨¢genes una materia que, m¨¢s trabajada, hubiese dado lugar a una gran pel¨ªcula. Pero en todo caso, es l¨ªcito arriesgar que Dotta tiene ante s¨ª un gran futuro como realizador, algo que no se puede decir, por cierto, de la inmensa mayor¨ªa de los responsables de las sopor¨ªferas pel¨ªculas a competici¨®n con que Sitges nos castiga este a?o.
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