De las trincheras a la paz
Tras medio siglo enfrentados, Arafat, Peres y Rabin logran, al final de sus vidas y casi exhaustos, poner principio al fin del odio en Oriente Pr¨®ximo
El guerrillero, el soldado y el pol¨ªtico que protagonizaron el m¨¢s largo, violento, desigual y complicado conflicto contempor¨¢neo de Oriente Pr¨®ximo hasta que la fatiga y las fuerzas de la historia lo empujaron inexorablemente a la mesa de las negociaciones, seguramente jam¨¢s so?aron con obtener reconocimiento universal en las postrimer¨ªas de sus tan agitadas vidas. Pero Yasir Arafat, Isaac Rabin y Sim¨®n Peres, que tanto hablaron de paz sin abandonar sus trincheras, saben que la vida est¨¢ hecha de sorpresas y hoy pueden sentirse seguros de que no hay batalla m¨¢s dif¨ªcil que la de la paz.El Premio Nobel que les otorg¨® ayer la academia noruega es el homenaje m¨¢s elocuente a unos combatientes exhaustos, pero a los que los a?os no han restado energ¨ªas para enfrentarse al gran desaf¨ªo en Tierra Santa. El riesgo m¨¢s grande que han corrido a lo largo de sus azarosas carreras comenz¨® curiosamente el d¨ªa que se dieron la mano.
Las vidas de los nuevos laureados cuesta todav¨ªa creer que enemigos tan enconados, esos hombres que no ahorraron balas para que sus soldados se mataran ni argumentos ni subterfugios para sabotearse mutuamente en la larga campa?a entre Israel y los palestinos- se entrelazan una vez m¨¢s. Ya no en el terreno de la intriga, el odio y la violencia. En el ocaso de sus vidas, Arafat, Rabin y Peres deben seguramente haber quedado tan pasmados como pasmado qued¨® el mundo al verlos darse la mano en Washington hace un a?o en la culminaci¨®n del proceso iniciado en Madrid en 1991.Tras medio siglo de guerra, estos tres a?os de trabajo por la paz para la Palestina hist¨®rica parecen haber conseguido barrer la rabia y el dolor acumulados en ambos lados del conflicto y abrir un nuevo horizonte en la regi¨®n.
Arafat es sin duda la figura m¨¢s controvertida del tr¨ªo. A¨²n hoy existen fundadas sospechas de que el veterano ex guerrillero no vacil¨® en recurrir al terrorismo para su ahora obsoleta revoluci¨®n palestina. Los m¨¦todos de Rabin a lo largo de su carrera militar no fueron precisamente los m¨¢s humanitarios ni fieles a las convenciones internacionales. Pero Arafat, de 65 a?os, ha personificado para toda una generaci¨®n de palestinos despose¨ªdos de sus tierras y futuro el hombre de acci¨®n, el comandante sagaz, y el adalid de una lucha sin cuartel. Rev¨®lver al cinto, jur¨® en todos los foros que la guerra contra Israel era una guerra a muerte. Aunque acostumbrado a enviar mensajes contradictorios -la confusi¨®n ha sido siempre su aliada- Arafat proclam¨® en su legendaria alocuci¨®n ante la Asamblea General de la ONU de 1974 que acud¨ªa en son de paz, pero que ella ser¨ªa una utop¨ªa si la Organizaci¨®n para la Liberaci¨®n de Palestina (OLP), que entonces acababa de recibir el m¨¢s amplio y decisivo respaldo ¨¢rabe a sus reivindicaciones nacionalistas en la cumbre de Rabat, no era reconocida internacionalmente como la ¨²nica y leg¨ªtima representante del pueblo palestino. "Traigo una rama de olivo en una mano y el fusil de los combatientes por la libertad en la otra", declar¨® Arafat en su mas c¨¦lebre ultim¨¢tum a la conciencia internacional. "No permitais que deje caer la rama de olivo".
En un mundo entonces dividido entre el Occidente que apoyaba incondicionalmente a Israel y el bloque sovi¨¦tico, que siempre hall¨® en Oriente Pr¨®ximo terreno f¨¦rtil para su competencia con Estados Unidos, se ignor¨® el mensaje. Entre los l¨ªderes israel¨ªes que con m¨¢s ah¨ªnco que nunca se preparaban para m¨¢s guerras, especialmente tras el rev¨¦s que expuso la temporal vulnerabilidad del Estado jud¨ªo durante la Guerra del Yom Kippur, estaban Isaac Rabin y Sim¨®n Peres.
Pero si bien Israel viv¨ªa tiempos inciertos por la facilidad del ataque sorpresa, Rabin segu¨ªa gozando de la gloria militar que correspondi¨® a sus acciones como jefe del Estado Mayor israel¨ª durante la Guerra de los Seis D¨ªas, la campa?a que dio a Israel el control absoluto de Jerusal¨¦n, Cisjordania, Gaza y el Gol¨¢n sirio. Rabin, qu¨¦ hoy cuenta 72 a?os, se halla entre los h¨¦roes de esos fastos, a pesar del ataque de nervios que le puso temporalmente fuera de combate, un episodio imprevisto que sus detractores no olvidan citar como ejemplo a la hora de criticar sus innegables dotes de estratega. Entre ¨¦stos, dicen algunos autores isrel¨ªes, se encuentra el rival laborista de toda la vida del actual primer ministro, el hombre cuyo a menudo refinado estilo pol¨ªtico contrasta con la austera rigidez del general Rabin. Ese hombre es ¨¦l tambi¨¦n ex ministro de Defensa y hoy titular de Exteriores, Sim¨®n Peres, de 71 a?os.
Peres, un protegido del expresidente Ben Guri¨®n, el padre fundador de Estado jud¨ªo, nunca logr¨® llevar a su partido laborista a la cima del poder. Ocup¨® el cargo de primer ministro, pero en el sistema rotativo impuesto por las circunstancias. Laboristas y el Likud gobernaban en poca armon¨ªa el a?o que comenz¨® la Intifada, la rebeli¨®n palestina en los territorios ocupados que en 1987 actu¨® como la chispa de los acontecimientos que, en r¨¢pida sucesi¨®n, expusieron dram¨¢ticamente la urgencia de un arreglo negociado en Palestina.
Fue durante la Intifada cuando los destinos de Arafat, el guerillero endurecido por la derrota en L¨ªbano; Rabin, el gran admirador de los m¨¦todos de presi¨®n pol¨ªtica y militar tan defendidos por Henry Kissinger, y Peres, el pol¨ªtico descrito como un visionario y la fuerza real detr¨¢s del programa nuclear de Israel, pero un hombre incapaz de resistir a las tentaciones de la vanidad, iban a entrecruzarse de nuevo de forma decisiva. Rabin era entonces ministro de Defensa. El viejo soldado impuso la pol¨ªtica de fuerza y poder y propuso, y consigui¨®, que a los lanzadores de piedras palestinos se les rompieran los huesos como escarmiento. Arafat volvi¨® a la carga, pero, al igual que en Nueva York, dej¨® la ventana abierta para un acercamiento cuando, en 1988, logr¨® que el Consejo Nacional Palestino reconociera el derecho a la existencia del Estado de Israel.
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