El presidente Aristide clama en su retorno: "?Ni una gota de sangre debe ser derramada en Hait¨ª!"
"?Jam¨¢s ni una sola gota de sangre debe ser derramada en nuestro pa¨ªs!",, clam¨® ayer Jean-Bertrand Aristide ante miles de haitianos desde una tribuna blindada a prueba de balas ante el palacio presidencial en Puerto Pr¨ªncipe. Tres a?os y 15 d¨ªas despu¨¦s del cruento golpe de Estado del 30 de septiembre de 1991, el presidente constitucional lleg¨® ayer a la capital bajo la protecci¨®n de 20.000 soldados estadounidenses que participan desde el 19 de septiembre en la Operaci¨®n Restaurar la Democracia. A las 17.25 (hora espa?ola) aparec¨ªa, vistiendo la banda presidencial y a los sones del himno nacional, en las escalerillas del avi¨®n de Estados Unidos que le llev¨® de regreso a su pa¨ªs.
La invasi¨®n pac¨ªfica ha concluido. Hait¨ª ha regresado, por fin, a sus manos leg¨ªtimas: las del pueblo soberano. Ahora empieza el segundo cap¨ªtulo, el m¨¢s complejo: crear un Estado moderno desde una realidad medieval, castrada por tres a?os de dictadura y m¨¢s de 190 de libertad frustrada. En un aeropuerto engalanado por la ilusi¨®n de millones de pobres, Aristide pis¨® el suelo que deber¨¢ gobernar en obligada complicidad con las tropas de EE UU hasta las elecciones presidenciales de diciembre de 1995. El nuevo Parlamento ser¨¢ elegido dentro de dos meses.Aristide lleg¨® ayer a Hait¨ª del cielo, como prometi¨® el padre Saint Juste en el funeral, el viernes, por el asesinado ministro de Justicia, Guy Malary. Arrib¨® impuntual, m¨¢s de media hora, en un helic¨®ptero norteamericano. Pis¨® el c¨¦sped en el lado este del palacio presidencial, rodeado de una aparatosa seguridad prestada por Washington durante tres meses. Vestido de oscuro y con la banda presidencial atravesada de izquierda a derecha como un sue?o en pleno pecho. Las decenas de miles de Personas que le aguardaban ansiosas en la plaza del Campo de Marzo desde primeras horas de la ma?ana bajo una infernal solana, estallaron en j¨²bilo, agitando miles de banderitas, palos, pa?uelos, ramas o sus manos vac¨ªas. Muchos invitados haltianos a palacio, en sus sillas de honor, gritaban en medio del Cuerpo Diplom¨¢tico: "?Aristide, Aristide!", igualando el fervor del gent¨ªo. Los m¨¢s audaces se apa?aban para vocear su entusiasmo y fotografiar un trocito de historia.
En un largo y bello discurso, Aristide prometi¨® paz y justicia en cuatro idiomas -creole, franc¨¦s, ingl¨¦s y castellano- "No a la violencia, no a la revancha, s¨ª a la reconciliaci¨®n", reiter¨® una y otra vez, como una consigna, entre los v¨ªtores del pueblo, que le respond¨ªa, atinado: "?S¨ª!" a la paz, "?No!" a la violencia.
" ?D¨®nde est¨¢n los hombres?", pregunt¨®. "?Aqu¨ª!", replicaron miles de voces. ?D¨®nde est¨¢n las mujeres?", pregunt¨® de nuevo. "?Aqu¨ª!", corearon todas las que hab¨ªa en manzanas a la redonda. "?D¨®nde est¨¢n los ni?os?", pregunt¨® por terceravez. "?Aqu¨ª!", reiteraron todas las gargantas de sus seguidores. "?Pues aqu¨ª estoy yo!", respondi¨® un Aristide plet¨®rico, que tuvo palabras muy especiales para las mujeres haitianas, que han soportado los muertos [de 3.000 a 5.000 desde 1991] y las privaciones de los tres ¨²ltimos a?os.
El presidente constitucional de Hait¨ª dio las gracias a toda la comunidad internacional por sus esfuerzos por lograr un d¨ªa como el de ayer, que calific¨® de bello sue?o. Aristide tuvo especiales palabras de agradecimiento para el presidente estadounidense, Bill Clinton, de quien alab¨® su liderazgo. Luego, el repuesto presidente haitiano, declar¨® abierta una nueva era en las relaciones entre los dos pa¨ªses.
Unidades armadas, pero sin cargadores de balas, por si acaso, del Ej¨¦rcito, la Marina y el Aire rindieron honores al presidente leg¨ªtimo que ayudaron a derrocar el 30 de septiembre de 1991. A la izquierda de la tribuna blindada de Aristide, el general Jean Claude Duperval, el sustituto interino de Raoul C¨¦dras al frente del Ej¨¦rcito, saludaba con la mano bien tiesa, pegada a la gorra con pegamento, rodeado de generales norteamericanos.
Dos mujeronas ataviadas con trajes con los colores de la bandera haitiana cantaron Morir por la patria entre coros de emoci¨®n generalizada. En primera fila, a la derecha de Aristide, su primer ministro, Robert Malval. A la izquierda, el secretario de Estado norteamericano, Warren Christopher. Entre los invitados, Dante Caputo,. el negociador de la ONU que elabor¨® los acuerdos de la isla del Gobernador, en 1993, y que dimiti¨® en discrepancia por el pacto entre el ex presidente Jimmy Carter y C¨¦dras.
"La democracia se ha levantado para no acostarse jam¨¢s, por tres a?os he estado so?ando con ese d¨ªa, el d¨ªa en el que reine la democracia, la reconciliaci¨®n y la esperanza para que nuncam¨¢s haya un golpe de Estado", exclam¨® Aristide. Prometi¨® libertad pol¨ªtica a partidos y organizaciones ciudadanas y seguridad a todos: "Por la Ma?ana, seguridad; por la tarde, seguridad; Por la noche, por la noche, seguridad y libertad". Gritos. Fiesta..
Aristide se comprometi¨® a un objetivo inmediato que necesitar¨¢ del socorro internacional: "Pasar de la extrema miseria a una pobreza digna". El futuro democr¨¢tico depende de ello. Decenas de miles de personas aplaud¨ªan cada palabra del presidente, convencidos de que su sola pronunciaci¨®n basta para que se transformen en realidad. Conviene no defraudarles.
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