Respuestas a las aventuras de Husein
La nueva aventura de Sadam Husein en las fronteras de Kuwait ha tra¨ªdo a la memoria los acontecimientos que condujeron a la guerra del Golfo hace tres a?os y medio y nuestra evaluaci¨®n pol¨ªtica, de las acciones que se tomaron. Algunos observadores creen que este nuevo episodio de tensi¨®n y provocaci¨®n (as¨ª como otros incidentes que han tenido lugar entremedias) podr¨ªa haberse evitado si se hubieran ajustado las cuentas de una vez por todas con el dictador iraqu¨ª, si se hubieran enviado las tropa! hasta el mismo Bagdad para encontrar al culpable, eliminarle del poder y establecer un nuevo r¨¦gimen en Irak.Dir¨¦ de inmediato, que yo no soy de esa opini¨®n. Si hubi¨¦ramos hecho eso, hubi¨¦ramos cometido un grave error. En primer lugar, no podemos olvidar que el mundo acababa de salir de la guerra fr¨ªa y que todav¨ªa no hab¨ªamos desarrollado colectivamente m¨¦todos y formas de acci¨®n adaptados a las nuevas circunstancias. Era crucial evitar errores, evitar crear precedentes que m¨¢s, tarde resultar¨ªan dif¨ªciles de subsanar. La lecci¨®n m¨¢s importante era que Oriente y Occidente demostraban que pod¨ªan trabajar juntos. Estados Unidos se vio fuertemente tentado a seguir sus propios intereses, pero, al final, el frente aliado actu¨® como una fuerza relativamente unificada bajo la bandera de las Naciones Unidas.
Sadam Husein cometi¨® un error en sus c¨¢lculos, del mismo modo que se est¨¢ equivocando, ahora, porque continu¨® razonando seg¨²n la vieja l¨®gica de la guerra fr¨ªa. Esa l¨®gica le llev¨® a creer que podr¨ªa salirse con la suya simplemente presionando (tambi¨¦n a nosotros), pero no tuvo ¨¦xito. ?sta fue la impresi¨®n -a veces incluso pat¨¦tica- que sacamos de los contactos que establecimos a trav¨¦s de nuestros representantes en Bagdad y de las repetidas reuniones con su ministro de Asuntos Exteriores, Tariq Aziz, en Mosc¨².
El tema estaba claro. Nos enfrent¨¢bamos a un acto de agresi¨®n. Era necesario reaccionar con decisiones colectivas y bien meditadas, haciendo hincapi¨¦ en una soluci¨®n pol¨ªtica. Por supuesto, el tema se debati¨® a fondo. Nuestra postura fue que hab¨ªa que aplicar la m¨¢xima presi¨®n pol¨ªtica sobre Sadam Husein, respaldada con sanciones. En principio, los estadounidenses se mostraron recelosos ante nuestra postura y afirmaron que las iniciativas que emprendimos para establecer contactos con Irak ser¨ªan interpretadas por Sadam Husein como un signo de aprobaci¨®n y como s¨ªntoma de una ruptura entre la Uni¨®n Sovi¨¦tica y el resto de los Estados que deseaban castigar. esta agresi¨®n.
Y sin embargo nuestra acci¨®n multilateral tuvo ¨¦xito, en el sentido de que hizo posible el aislamiento casi total de Sadam Husein dentro incluso del mundo ¨¢rabe, y dio credibilidad a las acciones y resoluciones del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. Si la guerra estall¨® finalmente, no fue nuestra responsabilidad colectiva ocurri¨® porque Sadam Husein fue incapaz de comprender que su derrota era inevitable. Pero debo decir que, a pesar de la obstinaci¨®n de Sadam Husein, hasta el ¨²ltimo momento se pudo presionar a Irak sin el uso de la fuerza. Pero los estadounidenses hab¨ªan congregado un aparato militar tan enorme que ya no pod¨ªan dar marcha atr¨¢s. En este punto, mi opini¨®n difiere de la del ex presidente de Estados Unidos George Bush.
Hubo muchas v¨ªctimas, y tambi¨¦n hubo muchas tentaciones de ir m¨¢s all¨¢ del mandato de las Naciones Unidas. Hubo bombardeos quir¨²rgicos de la capital iraqu¨ª cuyo evidente prop¨®sito era matar a Sadam Husein. Hab¨ªa gente que consideraba, especialmente entre el alto mando militar estadounidense, que en tanto Sadam Husein siguiera en el poder en Irak la paz en la regi¨®n ser¨ªa inalcanzable.
Pero yo cre¨ªa y sigo creyendo que extremar el mandato de las Naciones Unidas y fijar el objetivo de derrocar o eliminar f¨ªsicamente a Sadam Husein hubiera tenido consecuencias muy negativas en las relaciones internacionales, incluso m¨¢s all¨¢ de la regi¨®n del Golfo y de las consideraciones t¨¢cticas del momento. La comunidad internacional tiene que demostrar buen juicio en sus m¨¦todos. El mandato de las Naciones Unidas se refer¨ªa a frenar la agresi¨®n y restablecer la situaci¨®n existente antes del ataque sobre Kuwait. Nada m¨¢s y nada menos. El resto deb¨ªa haber sido tarea. de los iraqu¨ªes, si estaban a la altura de ello. Era -y es- cosa suya decidir qui¨¦n quieren poner en lugar de sus actuales gobernantes. En todos mis contactos con los dirigentes estadounidenses segu¨ª record¨¢ndoles que el problema al que nos enfrent¨¢bamos no era s¨®lo decidir c¨®mo y cu¨¢ndo lanzar la ofensiva militar, sino tambi¨¦n saber c¨®mo y cu¨¢ndo terminarla.
En este aspecto encontramos una soluci¨®n prudente- y duradera que ya ha resultado productiva pol¨ªticamente y que seguir¨¢ si¨¦ndolo siempre que hagamos uso de ella. Estoy convencido de que el proceso de pazen Oriente Pr¨®ximo, el progreso hacia la soluci¨®n de la cuesti¨®n palestina, fue tambi¨¦n efecto de este buen juicio.
La nueva y, podr¨ªamos decir, rid¨ªcula aventura que ha intentado Sadam Husein no cambia esta imagen. Est¨¢ en evidentes dificultades por haberse negado a cumplir completamente las resoluciones del Consejo de Seguridad, y cree que puede alterar la situaci¨®n con varios tipos de amenazas. Pero no creo que se arriesgue a m¨¢s acciones militares: su Ej¨¦rcito es m¨¢s d¨¦bil que antes, sus tanques son m¨¢s viejos y no goza de tanto apoyo masivo. Pr¨¢cticamente ning¨²n otro Estado le apoya. Arafat fue su aliado, pero ya no lo es. Incluso Libia, que le apoy¨®, ha adoptado una postura m¨¢s cauta. Y por eso creo que la reacci¨®n estadounidense al acto m¨¢s reciente de provocaci¨®n por parte de Sadam Husein ha sido desproporcionada, hinchada por excesivas amenazas y temores.
La respuesta apropiada es la legalidad internacional representada por las Naciones Unidas. S¨®lo el respeto a estas decisiones puede abrir el camino a la reducci¨®n y eliminaci¨®n final de las sanciones. Desgraciadamente, las sanciones econ¨®micas est¨¢n golpeando a la poblaci¨®n, ya exhausta por la guerra y por las consecuencias del aislamiento de Irak. Pero no existe m¨¢s alternativa que mantener las sanciones de forma inflexible hasta que Sadam Husein acepte las resoluciones de la comunidad internacional. No existe mejor forma de garantizar la paz y al mismo tiempo, promover el cambio en la pol¨ªtica iraqu¨ª.
fue el ¨²ltimo presidente de la URSS.
Copyright La Stampa, 1994.
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