La cultura de la escasez
El dinero no abunda en las calles de Bucarest, ahora tenuemente iluminadas en vez de oscuras como plomo. El nivel de vida en Rumania ha ca¨ªdo en picado, al menos un 40% desde 1989. La inflaci¨®n, desconocida en el r¨¦gimen anterior, sobrepas¨® el a?o, pasado el 300% y puede rondar este a?o el 200%o, y el desempleo, inexistente en 1989, supera ahora el 11%. Los rumanos no parecen apreciar este tobog¨¢n como el inevitable precio del paso de un r¨¦gimen comunista a otro capitalista.La escasez est¨¢ en los atuendos, en los mercados y las tiendas semivac¨ªas. Hay miles de tenderetes que ofrecen algo de comer o beber, pero es una odisea buscar un mapa o un peine. "Cre¨ªan que era m¨¢s dif¨ªcil tener democracia que tener una econom¨ªa abierta, descentralizada, argumenta el profesor y soci¨®logo Alin Teodorescu. "Es justo al rev¨¦s, un sistema de mercado se construye con el tiempo, no por ley. La gente est¨¢ disgustada por c¨®mo suceden las cosas, no se imaginaba lo largo que pod¨ªa ser llegar a un cierto bienestar".
En el mercado capitalino de Obar patatas y repollos son las estrellas de ventas. Mucha menos gente ante los puestos de carne y de pescado . Un kilo de filetes de vaca cuesta 300 pesetas, casi una fortuna para un salario medio de 10.000 al mes. A los escaparates callejeros no ha llegado la est¨¦tica incitadora de Europa occidental, pero los rumanos se paran ante cualquier novedad, por modesta que sea, ¨¢vidos de un consumo que no se pueden permitir. Abunda la ropa de Turqu¨ªa o Marruecos y el mercado de segunda mano manda en electrodom¨¦sticos o coches. No puede ser de otra manera cuando la compra a plazos virtualmente no existe y un televisor moderno alem¨¢n cuesta un mill¨®n de seis, m¨¢s de seis meses de salario.
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