Menem, el golf y el obispo
El obispo de Viedma, Miguel Hesayne, se rasgaba la sotana cuando escuch¨® al presidente Carlos Menem animar a los pobres argentinos a jugar al golf. "Nadie que se precie de hombre de bien puede darse el lujo de burlarse de los pobres. En los pobres es el mismo Jesucristo quien vive y sufre".El gobernante se hab¨ªa mostrado solidario con la indigencia nacional mientras practicaba en el Olivos Golf Club. "Existen preconceptos con el golf, un deporte que la gente tilda de elitista, cuando en realidad no lo es" explic¨® Menem. A rengl¨®n seguido propuso que una fundaci¨®n recaude fondos para financiar la incorporaci¨®n al juego de "los menos pudientes".
El prelado, en su carta a los pobres que no saben jugar a golf, fue escasamente tolerante con las buenas intenciones del jefe del Estado, y, terrible, le acus¨®: "Es el desatino de un delirante". "En una Argentina empobrecida y enajenada que d¨ªa a d¨ªa est¨¢ viendo crecer la miseria no es responsable ni humano hacer sugerencias que en el fondo no son m¨¢s que una chachada [tomadura de pelo]". Monse?or Hesayne lanz¨® entonces un desaf¨ªo: "Si es cristiano, que se baje del pedestal y recorra, aunque sea disfrazado de simple paisano, los barrios y zonas m¨¢s empobrecidas del pa¨ªs".
Abundando en esa argumentaci¨®n, el diario conservador La Naci¨®n acompa?aba las maldiciones del obispo con una vi?eta. Un periodista de radio entrevista a un jugador pudiente en un campo: "El presidente dijo que los pobres deber¨ªan jugar al golf. ?No es una falta de respeto?". "?Pero, por favor!. Hoy por hoy, la Argentina es como una gran cancha de golf. Los pobres son los que juegan y la clase dirigente hace de caddie". "?Como es eso?", inquiere el reportero. "Ellos est¨¢n al borde del hoyo y nosostros llevamos los palos", precisa su interlocutor.
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