El que cede, gana
LA DIMISI?N de Juan Hormaechea hace decaer las mociones de censura y plantea en t¨¦rminos nuevos la sucesi¨®n del ex presidente de Cantabria. Ya no es imprescindible la mayor¨ªa absoluta. Para que prospere la investidura de un candidato basta, en segunda con vocatoria, con que recoja m¨¢s votos a favor que en contra. Salvo un acuerdo entre el PSOE y el PP, Hormaechea podr¨ªa, bloquear cualquier elecci¨®n y con ello perpetuarse en funciones hasta las elecciones de mayo. Justamente eso es lo que est¨¢n obligados a impedir los dos partidos nacionales. Aunque sea al precio de que los socialistas faciliten la elecci¨®n de un candidato popular. Hormaechea cuenta actualmente con ocho esca?os, por nueve del PP -tres de ellos, tr¨¢nsfugas- Si los dem¨¢s se abstuvieran -PSOE (16), regionalistas (2) y tr¨¢nsfugas (4)-, ese ¨²nico voto de diferencia bastar¨ªa para investir al candidato del PP. Ser¨ªa un presidente elegido por poco m¨¢s de la quinta parte de los parlamentarios. Resulta inexplicable que los dos principales partidos nacionales sean incapaces de ponerse de acuerdo para remediar la par¨¢lisis de una comunidad en la que ni siquiera han podido aprobarse los Presupuestos de 1994.
Pero, tal como est¨¢n las cosas, y a la vista de la negativa del PP a pactar cualquier acuerdo con el PSOE, la alternativa ser¨ªa la, continuidad de Hormaechea. ?ste sostiene que la sentencia ha sido injusta, y espera que el Supremo la revoque. Invoca para ello la falta de neutralidad de dos de los jueces del tribunal, por su pasado pol¨ªtico de izquierdas. Si cabe entender que un pol¨ªtico profesional -debut¨® como concejal en 1974, en el crep¨²sculo del franquismo- utilice todas las argucias a su alcance para prolongar su carrera, se comprende peor el empecinamiento del PP por hacer siempre aquello que favorezca esa continuidad. Alguien que ya como alcalde acumul¨® una docena de condenas por diversas infracciones administrativas, que hab¨ªa sido condenado otras dos veces por insultos, que todav¨ªa hoy sigue justificando la utilizaci¨®n de fondos p¨²blicos para difundir anuncios ofensivos contra sus rivales pol¨ªticos, no puede ser sostenido por un partido serio.
Alegar que existe una "mayor¨ªa natural" de centroderecha no basta para justificar esa actitud. El PP no puede pretender a la vez romper con Hormaechea y recabar para s¨ª los votos obtenidos por ese personaje. Por ello, el ultim¨¢tum lanzado por el PP -Vallines o nada- es claramente abusivo teniendo en cuenta que obtuvo 60.000 votos menos que los socialistas. Pero si ¨¦stos fueran h¨¢biles, aceptar¨ªan el desafilo y permitir¨ªan la investidura del candidato del PP. Porque es la ¨²nica manera realista de desbloquear la situaci¨®n. Y porque s¨®lo quienes demuestren estar dispuestos a supeditar sus intereses a los de Cantabria podr¨¢n salir con bien.
Una ley no escrita de la lucha pol¨ªtica asegura que nunca hay que ceder ante el rival, porque ello produce sensaci¨®n de debilidad. Tal vez ¨¦se sea el motivo de la resistencia de los socialistas c¨¢ntabros a aceptar la recomendaci¨®n de la direcci¨®n nacional de su partido. Sin embargo, el desprestigio que afecta a todo el personal pol¨ªtico de la regi¨®n aconseja romper esa norma. En la encuesta del CIS sobre autonom¨ªas de noviembre de1992, los pol¨ªticos c¨¢ntabros de todos los partidos eran los peor valorados de Espa?a (aunque, ciertamente, el que peor puntuaci¨®n obten¨ªa en la regi¨®n era Vallines).
Seguramente no puede separarse esto de la demostrada incapacidad de esos pol¨ªticos para supeditar sus intereses personales o de partido a los de la regi¨®n. ?stos pasan ahora por evitar que un condenado por la justicia, responsable de una gesti¨®n aventurera y de atraer un descr¨¦dito sin precedentes sobre las instituciones, consiga su objetivo de seguir mandando, aunque sea en funciones. Y por eso es posible que, esta vez, el que sepa ceder sea a la larga el vencedor.
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