Los norteamericanos dicen 'no' a la Casa Blanca y dan el mayor giro a la derecha de los ¨²ltimos a?os
Los norteamericanos dijeron no a Bill Clinton y su programa progresista en el m¨¢s pronunciado giro a la derecha que se produce en Estados Unidos en la segunda mitad de este siglo. Tras la contundente victoria de la oposici¨®n en las elecciones parciales celebradas el martes, los nuevos l¨ªderes republicanos del Congreso enviaron un mensaje de colaboraci¨®n a Clinton, que intentar¨¢ ahora desesperadamente salvar su presidencia, gravemente amenazada por la triunfante revoluci¨®n conservadora. Una nueva derecha, m¨¢s populista y agresiva que la tradicional, asume posiciones claves en Washington.
Por primera vez en cuarenta a?os, el Partido. Republicano gan¨® una mayor¨ªa de 53 esca?os contra 47 en el Senado y control¨® tambi¨¦n la C¨¢mara de Representantes, con 230 diputados frente 204 y un independiente (seg¨²n proyecciones de la cadena de televisi¨®n ABC). El terremoto conservador se extendi¨® a los gobernadores: 30 republicanos y 17 dem¨®cratas (quedan dos por decidir), seg¨²n esa misma cadena. Los dem¨®cratas pierden alrededor de 50 esca?os en la C¨¢mara baja, ocho en el Senado y nueve gobernadores. Para como, el senador dem¨®crata elegido en Alabama, Richard Shelby, anunci¨® ayer su pase a las filas republicanas "porque ya no hay espacio en el Partido Dem¨®crata para un dem¨®crata conservador".Con estas cartas en la mano, las dos grandes figuras republicanas, Bob Dole, que ser¨¢ jefe da la mayor¨ªa en el Senado, y Newt Gingrich, quien presidir¨¢ la C¨¢mara de Representantes, se pusieron en contacto con el presidente Bill Clinton para organizar el nuevo esquema de poderes.
"Quiero hacerle saber que queremos trabajar juntos en aquellos asuntos en que podamos hacerlo", comunic¨® Dole al presidente. Gingrich a?adi¨® que su conversaci¨®n con Clinton fue "positiva y esperanzadora" y asegur¨® que, pese a su fama de halc¨®n que considera a los dem¨®cratas ".enemigos de la gente normal", no se dedicar¨¢ a obstaculizar autom¨¢ticamente las iniciativas de la Casa Blanca.
Tanto Dole como Gingrich advirtieron, no obstante, que tampoco est¨¢n dispuestos a aceptar tal cual el programa de cambios sociales dise?ado por la Casa Blanca. El pr¨®ximo presidente de la C¨¢mara de Representantes declar¨® que el Contrato con Am¨¦rica, el programa de l¨ªnea ultraconservadora que ha llevado a los republicanos a este espectacular ¨¦xito electoral, seguir¨¢ siendo su prioridad en el Congreso. Y Bob Dole, que refuerza sus posibilidades presidenciales para 1996, manifest¨® que su actitud frente al presidente ser¨¢ de leal cooperaci¨®n en aquellos asuntos en los que exista acuerdo, pero de f¨¦rrea oposici¨®n cuando haya discrepancias.
El jefe del Gabinete de la Casa Blanca, Leon Panetta, obviamente poniendo buena cara al mal tiempo, declar¨® que los resultados del martes "son el reconocimento general de que la poblaci¨®n est¨¢ irritada y quiere m¨¢s cambios de los que han sido posible aplicar en los dos ¨²ltimos a?os". Panetta reconoci¨® que el presidente, que ten¨ªa previsto ofrecer una conferencia de prensa, estaba "decepcionado porque se han producido m¨¢s p¨¦rdidas de las que se anticipaban".
La Casa Blanca considera que este es el momento de trabajar junto con el nuevo Congreso para responder a las expectativas de cambio manifestadas por los votantes. En lo que la Casa Blanca y el Congreso, seguramente, no estar¨¢n de acuerdo es en la direcci¨®n de esos cambios.
Prioridades encontradas
Durante sus dos primeros a?os, Clinton trat¨® de apIicar un programa de reformas sociales y pol¨ªticas -reforma sanitaria, de la beneficencia p¨²blica, de la ley de financiaci¨®n de campa?as pol¨ªticas, de la actuaci¨®n de los lobbies- al que los republicanos se opusieron. La oposici¨®n ha triunfado Con un programa muy distinto: menos intervenci¨®n, menos impuestos, m¨¢s mano dura contra la delincuencia.
Clinton se enfrenta a dos situaciones posibles: rebajar su programa reformista, adaptarlo al de los republicanos y conseguir la aprobaci¨®n de algunas leyes, o mantener sus propuestas progresistas, impedir cualquier legislaci¨®n conservadora, dejar que transcurran dos a?os totalmente improductivos en el Capitolio y, en 1996, rendir cuentas ante el electorado y que ¨¦ste decida qu¨¦ partido es el responsable.
Ambas opciones son peligrosas para Clinton. El Partido Republicano de hoy est¨¢ mucho m¨¢s unido y con m¨¢s hambre de victoria que antes. Adem¨¢s, esta revoluci¨®n conservadora puede ser algo m¨¢s que la tradici¨®n electoral de colocar partidos diferentes en. el Ejecutivo y el Legislativo.
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