"El arte de la pol¨ªtica es poner en marcha la sociedad"
El todav¨ªa presidente de la Comisi¨®n Europea, el franc¨¦s Jaeques Delors, de 69 a?os, expone en esta entrevista su visi¨®n del cambio social, expresa su temor ante "la exclusi¨®n y la indiferencia" ciudadanas y propugna "volver a poner en marcha la sociedad".
Con ocasi¨®n de la publicaci¨®n de su libro La unidad de un hombre, basado en sus conversaciones con el soci¨®logo Dominique Walton, Jacques Delors expresa su temor a una fractura en la cohesi¨®n social por la falta de compromiso ciudadano, ante el que defiende "el arte de la pol¨ªtica".Pregunta. ?Por qu¨¦ publica este libro ahora?
Respuesta. Quer¨ªa terminarlo antes de dejar la presidencia de la Comisi¨®n Europea para mostrar tambi¨¦n a los lectores de los pa¨ªses extranjeros, a los lectores de los pa¨ªses con los que he trabajado, qui¨¦n soy, sin tapujos, puesto que para ellos soy un franc¨¦s, aunque at¨ªpico, y siempre me achacan las cualidades y los defectos de los franceses. Querr¨ªa tambi¨¦n que con este libro se me comprendiera mejor.
P. La fecha de publicaci¨®n no es indiferente respecto al actual debate pol¨ªtico en Francia...
R. No me parece mal si la confrontaci¨®n de mi pensamiento con la acci¨®n puede producir elementos capaces de nutrir el debate de los pr¨®ximos meses. Pero es un pensamiento relacionado con lo que he hecho. Por lo tanto, este libro no entra en problemas con los que nunca me he enfrentado.
P. Usted dice que hemos salido de un periodo en el que lo prioritario era el establecimiento de un consenso, y que habr¨ªamos entrado en un periodo en el que de nuevo es posible e incluso deseable un enfrentamiento entre diferentes posibilidades, prioridades e intereses.
R. Es necesario que haya una relaci¨®n dial¨¦ctica entre un consenso nacional importante en ciertos terrenos de inter¨¦s vital para la naci¨®n y otros problemas sobre los que se pueden expresar divergencias traducibles en hechos. Lo que es m¨¢s terrible hoy es ese consenso blando o esa indiferencia creciente de los ciudadanos respecto a la cosa p¨²blica. Esto es lo que amenaza la salud democr¨¢tica y el futuro pol¨ªtico de nuestro pa¨ªs. Uno de mis grandes temores reside en el enfrentamiento directo entre un poder ultrapersonalizado, por un lado, y una masa de ciudadanos, lo que llamamos la opini¨®n p¨²blica, por otro.
P. Explica en su libro que hay dos tercios de franceses integrados que obedecen a la l¨®gica dominante, econ¨®mica, liberal, y un tercio de franceses excluidos, dispersos, y que el primer grupo ignora al segundo.
R. Hay una teor¨ªa muy bien analizada por el soci¨®logo Henry Mendras, que es "la del grupo central". Es una inmensa clase media que ha sustituido a las diferencias del pasado. Se trata de una constataci¨®n. Pero, sin embargo, me alarma la evoluci¨®n de nuestra sociedad, en la que dos tercios vivir¨ªan m¨¢s o menos bien pero sin preocuparse de aquellos a los que dejar¨ªan al borde del camino: el otro tercio en el seno del cual se encontrar¨ªan los excluidos, los marginados, los sin esperanza. Tal perspectiva es para m¨ª inaceptable. Romper¨ªa el m¨ªnimo de cohesi¨®n social sin la cual una sociedad no puede vivir.
P. Tambi¨¦n habla en su libro, no sin nostalgia, de que antes hab¨ªa una clase obrera en la que lo colectivo estaba por encima de lo individual y que cre¨ªa en su misi¨®n hist¨®rica. Constata que ahora ha desaparecido y que ya no hay pensamiento unificador de cambio.
R. Y estoy en lo cierto. Gran parte de los progresos realizados en nuestras sociedades se hicieron bajo el impulso de una clase obrera que forzaba a la sociedad a cambiar motivada por las alienaciones que sufr¨ªa e inspirada por las ideolog¨ªas marxista o socialdem¨®crata. Esa es la diferencia entre la situaci¨®n contempor¨¢nea, entre una sociedad desmigajada, y los decenios pasados en los que grupos solidarios y organizados animaban lo que a¨²n no se llamaba la "sociedad civil", que sin embargo exist¨ªa y ejerc¨ªa una influencia.
P. ?Hay alguna raz¨®n para que el Partido Socialista quiera hoy erigirse en el partido de los asalariados?
R. En una sociedad en la que el 80% de los activos son asalariados, es evidentemente un sue?o para un partido tener a su lado a la casi totalidad de ese grupo central. ?Pero es realista? En la ¨²ltima derrota del Partido Laborista en Gran Breta?a se hizo un estudio que intent¨® explicar las razones. Dice en sustancia: estamos en una sociedad en la que hay un 10% de gente muy rica, un 70% de gente perteneciente a lo que yo he denominado grupo central y un 20% de pobres. Por tanto, la pregunta es: ?se puede simplemente lograr que el 10% de los muy ricos paguen para mejorar la suerte del 20% de los excluidos? Evidentemente no. Cada uno debe aportar su parte en la medida de sus posibilidades para constituir una sociedad m¨¢s solidaria y m¨¢s cohesionada. Y lo que es v¨¢lido para Gran Breta?a tambi¨¦n lo os para el resto de las sociedades posindustriales, empezando por Francia. Esa es la raz¨®n por la que no es posible prometer mantener el r¨¦gimen universal de Seguridad Social, la lucha eficaz contra el paro y la reducci¨®n de impuestos a la vez. Pero m¨¢s all¨¢ de esos aspectos que se refieren a la distribuci¨®n de la riqueza entre los franceses, entre las diferentes tareas colectivas, es necesario que la sociedad se comprometa para salvarse a s¨ª misma. El arte y la responsabilidad del pol¨ªtico consiste en poner en marcha la sociedad con una clara conciencia en cada individuo tanto de sus deberes como de sus derechos.
P. ?Cu¨¢l puede ser el motor de ese cambio?
R. No existe un grupo social que est¨¦ en la vanguardia capaz de hacer surgir ideas portadoras de futuro, capaz de constituirse en motor de los cambios necesarios a trav¨¦s de los medios ya conocidos: el voto, en el plano pol¨ªtico, y la negociaci¨®n, en el plano social. En consecuencia, hay que convencer al grupo central, sin asustarlo demasiado, invocando su sentido de la solidaridad y, a la vez, mostr¨¢ndole las consecuencias nefastas a largo plazo de la sociedad de dos tercios.
P. ?Una elecci¨®n se gana en el centro?
R. Claro que s¨ª, hoy m¨¢s que antes, pero no al precio de una campa?a que asegure o que d¨¦ la ilusi¨®n de que solamente el otro debe hacer el esfuerzo.
P. ?Una campa?a presidencial puede exponer ante los ciudadanos todos esos grandes temas que les ata?en?
R. Para la sociedad francesa en general y para la izquierda en particular se abre una cantera que durar¨¢ muchos a?os, por lo tanto aprovech¨¦monos del hecho de que la vida intelectual renace en Francia, de que la sociedad se interroga sobre su futuro en un mundo que cambia a una velocidad extraordinaria. Planteemos los problemas, suscitemos el inter¨¦s de los ciudadanos.
P. Usted dice que para cambiar una sociedad son necesarias ideas y una estrategia y estima que, en los a?os setenta, la mejor era la de Mitterrand. ?Existe hoy una buena estrategia? ?Qui¨¦n puede fabricarla?
R. Cuando me refiero a esta estrategia en mi libro, estoy pensando en la acci¨®n que lleve a reagrupar a las fuerzas de izquierda y las conduzca a la victoria pol¨ªtica. Aqu¨ª estamos hablando de otra estrategia, la de un cambio positivo para Francia y para la sociedad. El momento actual es propicio para hacer tabla rasa y volver a arrancar, dado que hoy hay una coincidencia entre la erosi¨®n de una esperanza, a la izquierda, y el fin de una receta-milagro reagan-thatcherista, a la derecha.
Le Monde / EL PA?S
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