Lo tosco y sutil

Vinieron desde el Reino Unido dos de los grupos m¨¢s mimados por la prensa brit¨¢nica especializada, as¨ª que tuvimos en el escenario de la sala Aqualung, y de una sola vez, a los Manic Street Preachers y a Suede, las bandas m¨¢s engre¨ªdas que pululan por el ¨¦xito y la pol¨¦mica. Los Manic Street Preachers comenzaron su actuaci¨®n cabalgando sobre una m¨²sica de intencionada dureza mel¨®dica, de sonido puntiagudo, finalmente histri¨®nico y prefabricado. Acaban de publicar su tercer disco con el grandilocuente t¨ªtulo de The holy bible, aunque tan pretenciosa personalidad no les reportara el ¨¦xito en Madrid. Los Manic se desga?itaron en los 12 temas interpretados, pero no pasaron de ah¨ª porque no hubo m¨¢s que un sonido espeso en el que los instrumentos no adquirieron protagonismo hasta su despedida, momento en el que emularon a los Who, tiraron la guitarra y empujaron la bater¨ªa hasta el suelo del escenario.Suede es otra historia porque, a pesar de su manifiesta soberbia, tienen, indiscutiblemente, en su m¨²sica la red que soporta sus malabarismos promocionales, fuego peligroso aunque de impecables resultados. A Suede le avalan dos discos con la ambig¨¹edad como insinuaci¨®n y con la m¨²sica como provocaci¨®n, que rompen de forma sorprendente con los esquemas que imperan en estos tiempos. En Suede hay glamour, como el que rein¨® en los no muy lejanos ochenta de la man¨® de los sublimes Smiths o del camale¨®nico David Bowie, algo que mana desde unas canciones que saben llorar sin apenas perder la compostura. Supieron vestir de luz su recital, desde un escenario apuntalado con blancas columnas que reflejaban los destellos rosas y amarillos que lanzaban los ca?ones tra¨ªdos para la ocasi¨®n, y acompa?ados por una pantalla en la que no dejaron de sucederse im¨¢genes que envolvieron el muy buen hacer del cuarteto. Brett Anderson, juguet¨®n, bail¨®n y entregado, maestro en la voz, comparti¨® con sus tres m¨²sicos la tensi¨®n y habilidad necesarias para lograr que unas canciones de evidente complejidad resultasen cercanas.

El jovenc¨ªsimo guitarrista Richard Oakes demostr¨® ser perfecto sustituto de su antecesor, Bernard Butler, dif¨ªcil empresa en la que no defraud¨®. Suede dej¨® tras de s¨ª un eco que, como un elegante aroma, permanece a¨²n despu¨¦s de la despedida.