Gibraltar, 10 a?os despu¨¦s
El 27 de noviembre de 1984 firmamos en Bruselas el titular del Foreign Office, sir Geoffrey Howe, y yo mismo la declaraci¨®n que lleva por nombre el de la capital belga. Con dicho instrumento , el Gobierno brit¨¢nico acept¨® tratar todos los temas referentes a Gibraltar, incluido expresamente el de la soberan¨ªa. Fue un avance en el camino de la resoluci¨®n. Puede decirse que uno de los m¨¢s decisivos en la largu¨ªsima historia de nuestra reivindicaci¨®n. As¨ª lo reconocieron las opiniones espa?ola y brit¨¢nica y los Parlamentos respectivos. Se estableci¨® que una o dos veces al a?o los Gobiernos tratar¨ªan el tema. La primera, y entonces decisiva, fue en Ginebra el 5 y el 6 de febrero siguiente. El Gobierno espa?ol present¨® unas propuestas para resolver la retrocesi¨®n del territorio. A ellas me referir¨¦ con el m¨ªnimo detalle preciso.En abril de 1980, el ministro espa?ol Oreja y su hom¨®logo brit¨¢nico hab¨ªan acordado en Lisboa un texto que comenzaba a sacar el tema de su situaci¨®n de estancamiento y que lo revitalizaba. Tengo mucho gusto en recordar este avance de un Gobierno anterior. La aceptaci¨®n expl¨ªcita de tratar de la soberan¨ªa se produjo en Bruselas. Fue el fruto de una intensa acci¨®n espa?ola y del contacto constante con Howe. Y de supe raci¨®n de un primer di¨¢logo, casi una confrontaci¨®n, con Margaret Thatcher, en la primavera de 1983. Tras la dureza inicial del jefe de Gobierno brit¨¢nico, sigui¨® una flexilbilidad por parte de Londres, lo que permiti¨® encontrar una base de negociaci¨®n.
Prestigio y dignidad
Los esfuerzos e incidencias del proceso que condujo a Bruselas los he narrado, creo que con objetividad, en un libro publicado en 1990 (Espa?a en su sitio, Barcelona). A ¨¦l remito al lector interesado en el tema. Hace unas semanas, mi principal interlocutor de entonces, sir Geoffrey Howe, ha publicado sus memorias sobre su ¨¦poca de gobernante. En ellas se refiere muy generosamente a mi acci¨®n y afirma que debido a m¨ª tenacidad -y a la suya, a?ado yo- estuvimos a punto de resolver el centenario contencioso y que legamos a nuestros sucesores una s¨®lida base para hacerlo (sir Geoffrey Flowe, Conflicts of loyalty, London, McMillan, 1994). Conviene, tal vez, indicar lo esencial de lo abordado y conseguido y adelantar unas breves reflexiones sobre la necesidad imperiosa y urgente de relanzar con el m¨¢ximo vigor la acci¨®n diplom¨¢tica espa?ola en todos los foros internacionales. Gibraltar no es solamente una asignatura pendiente, sino que es un objetivo del que depende no solamente nuestro prestigio y dignidad, sino una posici¨®n firme en los escenarios exteriores que se dibujan.
La diplomacia espa?ola desde el XVIII, con interrupciones y ataques de desaliento peri¨®dicos, ha perseguido la reintegraci¨®n de la ciudad y la recuperaci¨®n de lo adquirido sin t¨ªtulo por los brit¨¢nicos, el istmo y las aguas. Durante los a?os sesenta se avanz¨® en el planteamiento, alcanzando una base muy positiva en la ONU. No obstante, el inmovilismo brit¨¢nico condujo a unas acciones y a una situaci¨®n que caus¨® un extra?amiento de la pobla ci¨®n del Pe?¨®n respecto a la del Campo de Gibraltar. A fines del proceso, los Gobiernos se manten¨ªan en sus posiciones y entre los llanitos se extend¨ªa una reacci¨®n de alienaci¨®n respecto a Espa?a. Durante los a?os setenta muchos pens¨¢bamos que tales reacciones humanas no eran sanas y que ha b¨ªa que llevar a cabo una doble acci¨®n: diplom¨¢tica, con una posici¨®n de reivindicaci¨®n sin fisuras y sobre la base de un consenso nacional; y humana, social, pol¨ªtica y psicol¨®gica respecto a la poblaci¨®n. La apertura de la verja a efectos peatonales, el 15 de diciembre de 1983, se destin¨® a instaurar una nueva cultura en la cuesfi¨®n del trato a la poblaci¨®n.
El candidato a la investidura, Felipe Gonz¨¢lez, en su discurso de diciembre de 1982, fue firme en la reivindicaci¨®n y mostr¨® un talante democr¨¢tico respecto a la poblaci¨®n. De 1982 al oto?o de 1984, Exteriores, con la colaboraci¨®n de los otros departamentos y de los municipios del Campo, se esfuerza en instrumentar una pol¨ªtica reivindicativa y de favorecer el mejor trato local. El acuerdo de Bruselas es, sin duda, el fruto de la maduraci¨®n de la situaci¨®n y de la acci¨®n diplom¨¢tica.
Lo acordado en la capital belga el 27 de noviembre de 1984 se comienza a ejecutar en Ginebra el 5 y 6 de febrero. En esta conferencia negociadora la parte espa?ola presenta propuestas que se han hecho p¨²blicas. Dichas propuestas no han sido rechazadas formalmente por los brit¨¢nicos (no ha habido el rechazo conocido por la f¨®rmula "fin de non recevoir") si bien tampoco las han aceptado formalmente.
En mi opini¨®n siguen siendo una base razonable, y de -al t¨¦rmino de unas negociaciones- posible aceptaci¨®n por todas las partes. Consist¨ªan en la aceptaci¨®n de la situaci¨®n cultural, social, de nacionalidad de los habitantes y de posibilidad de un r¨¦gimen local espec¨ªfico y de un uso temporal, conjunto o individual de la base por un plazo. En cuanto a la. soberan¨ªa, una doble posibilidad: un condominio durante un plazo, al fin del cual se proceder¨ªa a la ¨²nica y exclusiva soberan¨ªa espa?ola; o bien, la retrocesi¨®n inmediata a Espa?a y el establecimiento de un arrendamiento durante el mismo plazo.
Flexibilidad y plazos
Las propuestas adelantadas el 5 y 6 de febrero en Ginebra fueron formalizadas por nota firmada el 26 de febrero. El ministro brit¨¢nico acus¨® recibo mediante un instrumento id¨¦ntico. Las propuestas de soberan¨ªa se refer¨ªan al territorio cedido en Utrecht -no al istmo ni a las aguas-, comprend¨ªa, pues, la soluci¨®n de inmediato del tema de la soberan¨ªa. La inclusi¨®n de un plazo introduce un factor que respond¨ªa a la necesidad de atender alegables circunstancias de flexibilidad.
Posteriormente, los Gobiernos brit¨¢nicos han utilizado procedimientos que se han mostrado como retardatarios y obstruccionistas. Incluso, como en el caso del acuerdo de Londres sobre el aeropuerto, han permitido que la Asamblea Legislativa de la ciudad alegase competencias en asuntos exteriores de las que carece. La prudencia espa?ola no puede dejar configurarse la impresi¨®n de una carencia de insistencia y de vigor en nuestra leg¨ªtima y justa reivindicaci¨®n.
Durante las negociaciones que llevaron a Bruselas y a Ginebra, se cuid¨® en extremo que no se conjugase ninguna presi¨®n en relaci¨®n con nuestra adhesi¨®n a la Comunidad Europea. Puedo decir que nunca se formaliz¨® tal presi¨®n. Firmado el Tratado de Adhesi¨®n a la CE, intercambiamos cartas ambos ministros, reserv¨¢ndonos los derechos que nac¨ªan de los t¨ªtulos. Ahora bien, aparte del imperativo nacido de la dignidad nacional, razones importantes de pol¨ªtica exterior me inducen a pensar que ha llegado la hora de relanzar con el m¨¢ximo vigor el tema.
1. La Uni¨®n Europea, como antes la CE, no elimina la posibilidad de diferencias entre los miembros. Lo que hace, y esta es tal vez su mayor funci¨®n y logro, es convertir el eventual conflicto en tema de cooperaci¨®n, induciendo a sus miembros a encontrar soluciones negociadas. No es solamente que mantener una colonia sobre el territorio de otro miembro -que pertenece, por otra parte, a la misma Alianza- es il¨®gico y antinatural, sino que da?a a la cohesi¨®n natural de la Uni¨®n. Lo mismo que atentar -con pretendidas autodeterminaciones- a la integridad territorial de un miembro de la Uni¨®n. Dentro de ¨¦sta, no solamente se pueden, sino que se deben, plantear las diferencias y buscar soluci¨®n para ellas. Nada obliga a un status quo puesto en entredicho por la ONU. Nuestra posici¨®n y prestigio en la UE se ver¨¢n reforzadas por una revitalizaci¨®n de la reivindicaci¨®n. Nadie es en la UE m¨¢s respetado que lo que merece.
2. La ampliaci¨®n comunitaria (de la Uni¨®n) y la nueva situaci¨®n en Europa va a obligar a una formulaci¨®n de las identidades nacionales y a la b¨²squeda de una definici¨®n de identidad europea. El ejercicio de las reivindicaciones nacionales puede clarificar la situaci¨®n, siempre que se persiga por medios pac¨ªficos, por la v¨ªa del Derecho, y con razonable armon¨ªa de firmeza y flexibilidad.
.3. El Estrecho y el escenario mediterr¨¢neo occidental van previsiblemente a jugar un papel relevante en el futuro inmediato. El lector es consciente de los factores en presencia y los que se pueden conjugar. En lo que se refiere a Espa?a, no avanzar en Gibraltar debilitar¨ªa su peso real en la zona y har¨ªa m¨¢s dif¨ªcil -ante la misma opini¨®n nacional- armonizar su firmeza con la flexibilidad que la historia futura puede reclamar. Nuestro estancamiento respecto a Gibraltar puede convertirse en una paralizaci¨®n de una visi¨®n y acci¨®n de conjunto. Una vez m¨¢s aparece la bien fundada vieja sentencia: "Quien no hace la historia, la padece". Estamos a¨²n a tiempo para que no se verifique de nuevo con nosotros.
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