Esperando a Milosevic
El antiguo agresor es ahora la gran esperanza blanca. El l¨ªder serbio Slobodan Milosevic constituye hoy el ¨²nico clavo, aunque ardiente, al que pretende agarrarse la diplomacia occidental para reestabilizar a corto plazo la guerra en Bosnia. Y -quiz¨¢s constituya un nuevo sue?o-, terminarla a medio plazo.La diplomacia euro-norteamericana est¨¢ en efervescencia: reuni¨®n del Grupo de Contacto, a nivel de embajadores, el lunes en Par¨ªs; del Consejo de la Uni¨®n Europea, el mismo d¨ªa en Bruselas; del Consejo Atl¨¢ntico de la OTAN, ma?ana y pasado ma?ana; del Grupo de Contacto, el mismo viernes...
Esta fren¨¦tica actividad pretende culminar un deal, un acuerdo de intereses mutuos, con Milosevic. Se le ofrecen dos grandes triunfos: el levantamiento de lo que queda del embargo decretado contra Serbia (que ya no rige en lo cultural) y el visto bueno a la federaci¨®n de los serbios de Bosnia con Serbia: al fin y al cabo, una versi¨®n de la Gran Serbia. A cambio de todo ello se pide a Milosevic una presi¨®n decisiva sobre el Gobierno de Pale para que los serbio-bosnios acepten finalmente el plan de paz. Quedar¨ªa as¨ª resuelto el principal escollo hacia el armisticio, aunque fuera aceptando buena parte de las conquistas territoriales de los agresores.
La diplomacia occidental -que est¨¢ sumando activamente a Rusia en este negocio- ha llegado a este planteamiento tras el agotamiento de todas sus otras salidas. Este se ha producido en las ¨²ltimas semanas al comp¨¢s del incontrolable estallido de todas sus contradicciones internas, desde que la Administraci¨®n Clinton decidi¨® hace dos semanas, presionada por el Congreso, levantar su vigilancia sobre el embargo a los bosnio-musulmanes.
Altos diplom¨¢ticos europeos culpabilizan a esa acci¨®n norteamericana como causante de una espiral de recrudecimiento de la guerra, con el asedio a Bihac. Hasta ese momento, Bihac no constitu¨ªa un objetivo central, y la guerra se desarrollaba en sordina posicional. Envalentonados con el gesto de Washington, los bosnios lanzaron su brillante ofensiva. Ef¨ªmera. La respuesta militar de Pale, consciente de la divisi¨®n de opiniones en el seno de la OTAN, entre ¨¦sta y la ONU, y en el grupo de contacto, ha sido implacable y exitosa: medios occidentales reconocen ya abiertamente que los serbios "han ganado la guerra".
Por un lado, la OTAN decidi¨® hace un mes en Sevilla "robustecer" las represalias a los ataques serbios. Por otro, se ha demostrado que los ataques a¨¦reos pueden servir como respuesta a una acci¨®n espor¨¢dica. Aunque entra?an riesgos de con traofensivas que ponen en peligro no s¨®lo las labores de los cascos azules -ayuda humanitaria, interposici¨®n, contenci¨®n de las hostilidades- sino incluso su pro pia supervivencia: los soldados banglades¨ªes convertidos en aut¨¦nticos rehenes hablan por s¨ª solos. El general Rose ha sido recientemente bien expl¨ªcito sobre la escasa utilidad de esta din¨¢mica.
Pero de ninguna manera las acciones m¨¢s contundentes son capaces de, por s¨ª solas, imponer la paz. El coste en hombres de una estrategia pacificadora a punta de bayoneta la hace inasumible para los Gobiernos: tambi¨¦n Para Washington, que ni siquiera tiene hombres desarrollando labores humanitarias o de interposici¨®n sobre, el terreno. De modo que, vistas las consecuencias pr¨¢cticas de los nuevos escarceos b¨¦licos, vuelve a sonar la hora de la diplomacia. Aunque sea a costa de un tr¨¢gala ¨¦tico y est¨¦tico y de un sarcasmo hist¨®rico: ofrecer el laurel de pacificador al principal responsable de la guerra y convalidar a posteriori sus objetivos expansionistas.
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