Una tregua por la lira
LA DESIGNACI?N de Lamberto Dini como primer ministro in p¨¦ctore italiano -a la espera de que el Parlamento le otorgue el benepl¨¢cito- tiene el significado de una tregua en la lucha que se libra en Italia por la redistribuci¨®n del poder dejado vacante, a causa, de los esc¨¢ndalos de corrupci¨®n, por la clase pol¨ªtica que lo detent¨® durante casi cinco d¨¦cadas.Esta tregua tiene un objetivo claro: proteger la lira, debilitada por el peso de un d¨¦ficit cr¨®nico incontrolable y por la vor¨¢gine en que la hab¨ªa sumido un enfrentamiento pol¨ªtico sin cuartel capaz de asustar, al inversor m¨¢s intr¨¦pido. El hecho de que el presidente de la Rep¨²blica, Oscar Luigi Scalfaro, haya elegido a Dini, un economista bien conocido en el extranjero, para que intente formar un Gobierno integrado exclusivamente por t¨¦cnicos es una se?al contundente dirigida, ante todo, a los mercados, que han reaccionado positivamente al envite.
Italia ha vuelto a demostrar as¨ª que, pese a su propensi¨®n a representarse la pol¨ªtica como un drama sin l¨ªmites, sabe hacer prevalecer en su momento un sentido pr¨¢ctico de las cosas que acerca el delirio mediterr¨¢neo al fr¨ªo empirismo brit¨¢nico. Tambi¨¦n ha dado pruebas de disponer de una envidiable cantera de personalidades de muy distintos signos a las que poder recurrir en situaciones de emergencia como la presente.
Parad¨®jicamente, esta disponibilidad de figuras de prestigio reconocido es una herencia directa del hoy denostado sistema del consenso, al que, por lo menos, no' se le puede negar la virtud de haber repartido el juego profesional y social entre todos los sectores pol¨ªticos. El dato no deber¨ªa ser menospreciado ahora que, al amparo de la ley electoral mayoritaria, se habla sobre todo del l¨ªder, de vencedores y vencidos, mientras la prolongaci¨®n de la emergencia incrementa el consumo de italianos prestigiosos.
A Silvio Berlusconi hay que reconocerle, por su parte, el m¨¦rito de haber sabido ceder, dando luz verde a una hip¨®tesis Dini que no habr¨ªa podido nacer sin su consentimiento. Se trata de una cesi¨®n forzada por la falta de alternativas constitucionales. Pero es prueba de realismo aceptarla, olvidando aventuras plebiscitarias, sobre todo cuando se tiene la justicia en los talones y las. puertas del poder pol¨ªtico se abren para un viaje que tal vez no tenga retorno.
Aunque sea poco elegante, el balance de perdedores y ganadores resulta inevitable en toda tregua, cuando callan las armas y quedan obsoletas las estrategias que han sido empleadas hasta ese instante. Y ah¨ª, aun teniendo en cuenta que Dini es un hombre de la derecha, m¨¢s pr¨®ximo a Berlusconi y, sobre todo, al l¨ªder de Alianza Nacional (AN), Gianfranco Fini, que a cualquier otro l¨ªder, se impone la conclusi¨®n de que la apabullante artiller¨ªa desplegada en esta historia por el primer ministro dimisionario y sus aliados, con llamamientos a las masas y denuncias de golpes blancos de Estado, ha sido excesiva y desproporcionada con los exiguos resultados que ese sector puede apuntarse.
Berlusconi tiene que entregar el Gobierno, tras haber proclamado que la ¨²nica alternativa a su mandato eran las elecciones inmediatas. Cuando ¨¦stas se celebren por fin -que sea en junio o en oto?o son s¨®lo especulaciones- ser¨¢ con unas reglas del juego informativo m¨¢s claras que las actuales en el sentido de garantizar la igualdad de oportunidades en las televisiones, que el primer ministro dimisionario monopoliza. Ha sido lo que ha prometido Dini.
Fini pierde m¨¢s que nadie en la batalla que acaba de cerrarse, porque se hab¨ªa distinguido como catalizador del enfrentamiento, rompiendo con su imagen habitual de moderado irreprochable que tanto ha contribuido a que los italianos acepten a Alianza Nacional como algo m¨¢s que una simple herencia del fascismo. El sentido com¨²n se ha impuesto. Es de esperar que dure.
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