El holocausto como cultura
?El holocausto como cultura? El t¨ªtulo del volumen de ensayos de Inire Kertesz, un escritor h¨²ngaro, ¨¦l mismo un superviviente y, a mi juicio, el mejor cronista de Auscliwitz (incluso entre la respetable pl¨¦yade de Levi, Amery y Celan), puede provocar inquietud, incluso consternaci¨®n. En algunos de nosotros podr¨ªa provocar presumiblemente la acusaci¨®n de sacrilegio. Y, sin embargo, los tres ensayos del volumen, filos¨®ficamente inspirados, plantean sin temor la cuesti¨®n de si el holocausto cre¨® alg¨²n valor, y la contestan, sin reticencia, de forma afirmativa. Los ensayos se dirigen a los lectores incluy¨¦ndolos en el c¨ªrculo de aquellos para los que Auschwitz es o, como dice Kertesz, "ha perfeccionado" el s¨ªmbolo de la ruptura del contrato (o del pacto). Su mandato es: piensen que este s¨ªmbolo se ha convertido en un mito, no lo recuerden simplemente. El recuerdo se puede degradar hasta hacerse rutinario, el pensamiento nunca.Quien haya le¨ªdo los tres ensayos, as¨ª como la novela cl¨¢sica de Kertesz, Privado de destino, como yo lo he hecho, sabe qu¨¦ es lo que tenemos que pensar: lo que Kertesz denomina "el esp¨ªritu de la narrativa". La narrativa, cuyo esp¨ªritu evoca aqu¨ª el escritor, no es historia, ni una colecci¨®n de f¨¢bulas, ni, finalmente, poes¨ªa en general, sino la cadena representativa de esas historias sobre el bien y el mal en cuya escala nos calibramos a nosotros mismos, en la que intentamos integramos, en la que nos esforzamos por grabar nuestros nombres y actos. Kertesz escribe: "Si el holocausto ha creado una cultura a estas alturas -como as¨ª ha sido y como lo hace una y otra vez, sin duda alguna-, su literatura genera su propia inspiraci¨®n del Evangelio y de la tragedia griega, estas dos fuentes de la cultura europea, a fin de que la irredimible realidad d¨¦ a luz a la redenci¨®n: al esp¨ªritu, a la catarsis". Y m¨¢s: "Sea nuestro an¨¢lisis el que sea, el humo del holocausto arroj¨® una sombra oscura y alargada sobre Europa... En esta iluminaci¨®n sulf¨²rica, el esp¨ªritu de la narrativa cont¨® las Palabras, grabadas en una losa de piedra... resucit¨® de la pasi¨®n eterna del sufrimiento humano".
De forma extra?a y quiz¨¢ impropia, el esp¨ªritu de la narrativa, evocada por Kertesz, me recuerda ahora a la hermosa Helena de Homero. Cuenta Homero que cuando Helena apareci¨® ante el Consejo de los Ancianos troyanos, los viejos dignatarios de ojos fr¨ªos la miraron por encima y llegaron a una conclusi¨®n inmediata: por tal hermosura, merece la pena emprender una guerra, derramar la sangre de nuestros hijos. Esta escena me viene a la mente porque, igual que la belleza absoluta no se puede retratar directamente, el horror absoluto permanece m¨¢s all¨¢ del alcance del retrato directo. Cualquier pretendida descripci¨®n ser¨¢ una falsificaci¨®n sin valor del original: nos alejar¨¢ de la comprensi¨®n, en lugar de acercarnos a ella. En lugar de decir: Auschwitz fue como el infierno, ahora decimos: el infierno es como Auschwitz. Porque el horror absoluto s¨®lo se puede retratar en su impacto: ¨¦ste es el c¨®mo y el por qu¨¦ se eleva a mito. Lo que Kertesz denomina "la cultura del holocausto" es precisamente su impacto.
Al igual que los ancianos de ojos fr¨ªos de Troya se volvieron a Helena para decirse a s¨ª mismos: "Merece la pena", los europeos tambi¨¦n (y no s¨®lo los europeos) se vuelven ahora a Auschwitz para decirse a s¨ª mismos: "Est¨¢ prohibido". El holocausto se ha convertido, en su. impacto, en un absoluto mitol¨®gico. Ya que el holocausto, afirma Kertesz, es el s¨ªmbolo de la ruptura absoluta del Contrato, del Pacto, de la Ley, y, como tal, nos devuelve a la Ley original, al Contrato original. Seg¨²n el entendimiento. del escritor, el esp¨ªritu de la narrativa ha creado tres- y s¨®lo tres- s¨ªmbolos m¨ªticos. Estos son: el monte Sina¨ª, el G¨®lgota y Auschwitz.
El pueblo jud¨ªo, que hace casi dos mil a?os fue expulsado del "esp¨ªritu de la historia", ha reinscrito su nombre en la historia en el siglo XX, en virtud de Auschwitz. Fue el pueblo jud¨ªo el que "hizo a Hitler": sin el holocausto, Hitler hubiera seguido siendo un dictador sin inhibiciones destinado al olvido total, tanto por parte de su pueblo como de la posteridad. Hitler se convirti¨® en un nuevo Ca¨ªn, un nuevo Ahasverus, un nuevo Herodes, el hombre del genocidio, el asesino de ni?os a trav¨¦s de los jud¨ªos. Esto nos hace meditar. Aunque las historias de la narrativa mitol¨®gica son sobre el bien y el mal, y la cultura creada por ellos es la de la reconfirmaci¨®n de la Ley y el Pacto, el esp¨ªritu de la narrativa, como el drag¨®n de las f¨¢bulas, exige sangre inocente para poder recompensar a los malvados con la inmortalidad. Como Job, que pele¨® con Dios, nosotros tambi¨¦n nos inclinamos a llevar a la pr¨¢ctica el esp¨ªritu de la narrativa.
Kertesz se plantea a s¨ª mismo, y tambi¨¦n a nosotros, la cuesti¨®n de por qu¨¦ Auschwitz, y precisamente Auschwitz, se ha convertido en un s¨ªmbolo mitol¨®gico universal y en una par¨¢bola moral. La primera raz¨®n, dice, es su simplicidad: aqu¨ª "el bien y el mal no se mezclaron jam¨¢s, ni siquiera por un momento". La segunda raz¨®n es su car¨¢cter definitivo, y la tercera es que a lo que Auschwitz renunci¨® fue al propio Pacto. El resultado queda m¨¢s all¨¢ de toda duda: "En cualquier caso, la decisi¨®n del mito de Auschwitz parece definitiva ahora; la narrativa de Auschwitz ya ha superado la fase de preocupaci¨®n secreta y olvido temporal, denominada represi¨®n por la escuela psicoanal¨ªtica".
Yo cuestionar¨ªa no el hecho, sino la interpretaci¨®n de esta amnesia. Perm¨ªtanme referirme a m¨ª misma, porque mi ejemplo no es excepcional. Nunca olvid¨¦ Auschwitz, el lugar del que mi padre, como muchos otros millones, "nunca volvi¨®". M¨¢s a¨²n, al igual que muchos otros jud¨ªos j¨®venes, me avergonzaba de m¨ª misma por culpa de Auschwitz. En esa ¨¦poca no era Auschwitz, sino el levantamiento del Gueto de Varsovia, y quer¨ªamos elevarnos al nivel de un mito eterno; no la historia de aquellos que, para citar a mi generaci¨®n, "se dejaron sacrificar como ganado", sino la de los luchadores que se hicieron con armas y murieron de pie. Pero el esp¨ªritu de la narrativa fue m¨¢s sabio que nosotros. Inclinemos nuestras cabezas ante su sabidur¨ªa.
Porque la cuesti¨®n no es qu¨¦ es mejor: si morir sin resistencia o resistir con armas; ni qui¨¦n es m¨¢s noble: el luchador de la resistencia o la v¨ªctima pasiva. La cuesti¨®n es qu¨¦ se puede convertir en mito y qu¨¦ en historia. Los h¨¦roes del levantamiento del Gueto de Varsovia, como los defensores de la Masada, han ocupado su lugar en el pante¨®n de la historia jud¨ªa. Pero el mito universal, al que podemos considerar la base firme -la ¨²nica- de nuestra cultura, no garantiza la admisi¨®n de cualquier historia, ni siquiera de cada mitolog¨ªa nacional. Un pueblo al que est¨¢ dirigido el mito universal ya no se representa a s¨ª mismo ¨²nicamente; se ha convertido en el vaso sagrado del esp¨ªritu de la narrativa. En lo absoluto, los mitos fundacionales, contamos algo que se est¨¢ volviendo universal porque s¨®lo pudo ocurrir una vez, porque no. se puede repetir ni copiar. No es un ejemplo, dado que es una par¨¢bola. ?sta es la raz¨®n por la que Kertesz hace la siguiente lista: el monte Sina¨ª, el G¨®lgota, Auschwitz.
?Pero no es esto una blasfemia simplemente? ?Puede atribuirse el designio divino (de la reconfirmaci¨®n indirecta de la Ley) a los actos del hombre (o el diablo)? La pregunta deber¨ªa responderse de forma negativa. Y as¨ª la contesta Kertesz: Auscliwitz aparece en su texto como la renuncia directa a los planes de Dios: al monte Sina¨ª, al G¨®lgota. ?De d¨®nde, pues, su confianza? Porque de lo ¨²nico que podemos estar seguros es de las obras de Dios: son ¨²nicas e irrepetibles. Despu¨¦s de todo, incluso la renuncia absoluta a los actos de Dios se puede repetir en principio, dado que se puede copiar. Lo que una vez ha sido hecho por manos humanas se puede repetir en otro momento. La larga y oscura sombra de Ausocliwitz es hoy el s¨ªmbolo de prohibido. Pero qui¨¦n sabe si ma?ana, no se dir¨¢: "Hag¨¢moslo de nuevo".
Aunque es cierto que, dado que Auscliwitz es, como acertadamente se?al¨® Castoriadis, producto de la imaginaci¨®n humana, y como tal algo que se puede recordar a voluntad, y por tanto repetible, es igualmente cierto que Auschwitz, dado que lo recordamos, no puede repetirse. No hay nada parad¨®jico en esta afirmaci¨®n. Auschwitz, como producto de la "instituci¨®n de la imaginaci¨®n social", pudo conseguirse una vez s¨®lo porque se mantuvo como un secreto celosamente guardado. Ni los alemanes s¨¢b¨ªan-nada (o al menos pod¨ªan mentirse a s¨ª mismos diciendo que no lo sab¨ªan); ni los jud¨ªos lo sab¨ªan, o al menos pod¨ªan mentirse a s¨ª mismos diciendo que no ten¨ªan ni idea. Mientras el esp¨ªritu de la narrativa (la judeo-cristiano-griega; la cultura europea, en una palabra) siga vivo, Auschwitz no podr¨¢ repetirse con el consentimiento, y la colaboraci¨®n universal. Auschwitz, como producto combinado de la imaginaci¨®n humana y el pensamiento p¨²blico, es imposible; y como tal no fue. posible entonces, cuando ocurri¨®. Y dado que ahora tenemos un amplio conocimiento de Auschwitz, y pensamos en ¨¦l in cesantemente, Auschwitz se hace irrepetible? Esto es lo que, Kertesz denomina la "creaci¨®n valiosa" de Auschwitz. Es cierto que Auschwitz, es irrepetible s¨®lo en tanto que el, esp¨ªritu de la narrativa" permanezca vivo. Si muere, recalca Kertesz, nuestra civilizaci¨®n se convertir¨ªa en "propensa al accidente, una ameba lisiada, desliz¨¢ndose impotentemente hacia su extinci¨®n". Si, a pesar de todo, Auschwitz "se convirtiera en una moralidad justificable, esto supondr¨ªa el fin de la vida; todo el mundo lo tiene claro". "El holocausto es algo valioso porque ha llevado, a costa de incontables sufrimientos, al conocimiento insondable; en virtud de esto, es el tesoro descubierto de reservas morales incalculables".
Kertesz analiza brevemente, y desecha r¨¢pidamente, una de las ideas de Freud seg¨²n la cual el antisemitismo alem¨¢n se puede explicar como el resentimiento anticristiano subconsciente de las tribus germ¨¢nicas que hab¨ªan sido convertidas al cristianismo con gran, retraso. La idea no carece de fundamentos, incluso en forma diferente a la explicaci¨®n dada por Freud. Nada indica que los alemanes fueran m¨¢s antisemitas que los franceses, los brit¨¢nicos o los norteamericanos; su conversi¨®n retrasada y paganismo subconsciente dif¨ªcilmente sirven como explicaci¨®n del holocausto. Pero esto no significa que el holocausto no pueda conectarse -consciente o inconscientemente- con el paganismo.
Franz Rosenzweig analiz¨®, de una forma mucho m¨¢s convincente que la de Freud, la relaci¨®n del cristianismo con el juda¨ªsmo, y la ambivalencia de esta relaci¨®n. Por una parte, dice Rosenzweig, el cristiano no pod¨ªa tolerar la existencia del jud¨ªo, porque mientras el ¨²ltimo jud¨ªo no hubiera aceptado la verdad de Cristo, un cierto grado de duda interior permanecer¨ªa unida a esta verdad. Por otra parte, el cristiano necesitaba la existencia, la supervivencia del jud¨ªo absolutamente, dado que los jud¨ªos fueron los ¨²nicos testigos directos de que el Redentor habitara en esta tierra. Rozenzweig cree, por tanto, que el cristiano necesita tanto el antisemitismo como a los jud¨ªos. Si los jud¨ªos perecieran, ya no quedar¨ªan testigos de la existencia real del Redentor; la desaparici¨®n de los jud¨ªos supondr¨ªa el final de la cristiandad.
Todo esto fue escrito antes del holocausto, y en este punto aparece el holocausto. La Alemania nazi no era simplemente antisemita; se embarc¨® en una guerra de exterminio contra los jud¨ªos. Con este mismo acto, tambi¨¦n inici¨® una guerra contra los cristianos. Los dioses paganos, que se alimentaban de la carne de ni?os sacrificados, no toleraban rivales. El holocausto desaf¨ªa toda explicaci¨®n, pero permanece el hecho de que el pagano fan¨¢tico, Adolf Hitler, fue el autor de la soluci¨®n final, y el pagano c¨ªnico, Reinhard Heydrich, escribi¨® el gui¨®n.
?Qu¨¦ es un pagano? El esc¨¦ptico, el agn¨®stico, el no creyente, no es un pagano; ni siquiera el ateo lo es (a juicio de Kierkegaard, el ateo es el que est¨¢ m¨¢s cerca del creyente). El pagano es el que elige uno o varios dioses opuestos al Dios judeo-cristiano, creando as¨ª una religi¨®n que destruye los valores ¨¦ticos tradicionales y los sustituye por valores nuevos y formas nuevas de solidaridad. El pagano es el que crea un mito acerca de por qu¨¦ Ca¨ªn tuvo que matar a Abel (o por qu¨¦ fue necesario que lo hiciera). En este sentido, el Gulag tambi¨¦n es un mito sobre la ruptura del pacto; as¨ª es como aparecer¨¢ en la narrativa.
Y, sin embargo, ?cu¨¢l es la diferencia entre el holocausto y el Gulag? ?Qu¨¦ hace que Auschwitz sea un mito m¨¢s poderoso? El Gulag es un mito pol¨ªtico, la met¨¢fora del mundo totalitario. Como tal, la met¨¢fora del Gulag tambi¨¦n abarca al nazismo, con la excepci¨®n del holocausto. El exterminio de la familia Stauffenberg (en represalia por el intento de asesinato de Hitler), la tortura de los enemigos pol¨ªticos, su encarcelamiento y todo lo dem¨¢s pertenece, en Alemania tambi¨¦n, al mito del Gulag. Este mito es poderoso, pero complejo. Aqu¨ª hay que desmenuzar e interpretar los s¨ªmbolos pol¨ªticos; aqu¨ª no basta con saber y pensar. Para volver a Kertesz, aqu¨ª est¨¢n los criminales por una parte y las v¨ªctimas inocentes por otra. Los buenos y los malos est¨¢n separados claramente: Ca¨ªn mata a Abel, Herodes hace que maten a los reci¨¦n nacidos de Bel¨¦n. En tanto en cuanto estemos familiarizados con la historia, ya la hemos comprendido. Si pensamos en ello, inmediatamente entendemos lo que hay que hacer y lo que no, lo que est¨¢ permitido y lo que est¨¢ prohibido. En este ejemplo se encierra una peque?a contribuci¨®n a lo que Kertesz denomina la creatividad cultural del holoc¨¢usto.
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