La izquierda gen¨¦rica
Dos recientes art¨ªculos de opini¨®n que aparecieron el mismo d¨ªa, 9 de enero, en este peri¨®dico me recordaron la repetida debilidad de la izquierda no s¨®lo, ni siquiera principalmente, en Espa?a, sino tambi¨¦n en los otros dos pa¨ªses de los que yo tengo una larga experiencia personal: Estados Unidos y Francia. Javier Mar¨ªas comen taba las reacciones de una serie de escritores anglo-americanos a un sondeo de opini¨®n dirigido espec¨ªficamente a escritores durante la guerra civil espa?ola. La mayor¨ªa de las respuestas no eran especialmente interesantes ni bien documentadas. Faulkner, Hemingway, Dashiel Hammet y Sherwood Anderson, todos hac¨ªan declaraciones antifascistas convencionales. En cuanto a los otros, "los que empiezan diciendo 'of course...' parecen insinceros y causan hoy mal efecto, la boca llena". Unos pocos escritores importantes, como T. S. Eliot y Norman Douglas, adoptaban un desapego ol¨ªmpico, y otros pocos, como Ezra Pound y Evelyn Waugh, apoyaban expl¨ªcita mente a Franco. Pero de quien yo me ocupar¨¦ en mis propios comentarios ser¨¢ de la mayor¨ªa ret¨®ricamente izquierdista.La tesis del segundo art¨ªculo, obra del excelente analista del comportamiento pol¨ªtico espa?ol en el siglo XX Manuel Ram¨ªrez, es que la izquierda espa?ola ha sido excesivamente "coyuntural": globalmente antifranquista, siempre "pidiendo la disoluci¨®n de 'los cuerpos represivos', la autodeterminaci¨®n para 'todos los pueblos del Estado', el tan pregonado 'cuerpo ¨²nico de ense?antes', la rep¨²blica federal", etc¨¦tera. Pero que estas consignas coyunturales han sustituido en la realidad, especialmente desde el derrumbamiento del marxismo, a la ausencia de unas doctrinas b¨¢sicas y coherentes.
Pensando en los ¨²ltimos 60 a?os en Europa y Am¨¦rica, ¨¦l periodo en el que yo he sido pol¨ªticamente consciente, y he estado constantemente asociado a la izquierda, me gustar¨ªa examinar las implicaciones cr¨ªticas de estos dos ensayos que obligan a meditar. Por un lado, dir¨ªa que las soluciones pr¨¢cticas a los problemas existentes son intr¨ªnsecamente m¨¢s dif¨ªciles para la izquierda que para la derecha. La derecha defiende los intereses existentes: los derechos de propiedad existentes, el control de recursos naturales existentes, los colegios de ¨¦lite y los puestos directivos a que estos colegios dan acceso, la existente autoridad moral de la Iglesia o de las iglesias, de la jerarqu¨ªa militar y de las clases sociales tradicionales. La tarea pol¨ªtica de los gobiernos conservadores consiste en controlar las cosas en inter¨¦s de la continuidad, y de las ¨²nicas innovaciones que se preocupan son de las innovaciones necesarias para adaptarse ellos mismos a las circunstancias econ¨®micas o cient¨ªficas cambiantes.
Pero la izquierda habla de un futuro intencionada y necesariamente idealizado, de cambiar instituciones y de mayores oportunidades para las clases menos afortunadas. Asume, discuta o no abiertamente la cuesti¨®n, que la humanidad falible es mejorable, quiz¨¢s no "perfectible" literalmente, utilizando el vocabulario de los pensadores m¨¢s optimistas de la Ilustraci¨®n, pero s¨ª marcadamente mejorable. Da por sentado que las personas que ahora son incapaces de aprovechar la tecnolog¨ªa y las complejas instituciones del mundo contempor¨¢neo ser¨ªan muy capaces de desarrollar vidas constructivas, de contribuir positivamente a la riqueza y la, cultura de la sociedad en general si estuvieran bien preparadas. Da por sentado que las personas que se han movilizado bajo las consignas del tipo de "abajo con..." pueden movilizarse igualmente para alcanzar soluciones constructivas pr¨¢cticas a problemas complejos. Toda su moralidad se basa en la fe, en la inteligencia y decencia fundamentales de la gran mayor¨ªa una vez liberada de la ignorancia y la opresi¨®n.
Para la izquierda, por tanto, los programas pr¨¢cticos son m¨¢s dif¨ªciles que para la derecha. Implican hip¨®tesis generosas y no demostradas que dejan inevitablemente espacio para el error. Nada m¨¢s lejos de m¨ª que defender el historial del llorado Josef Stalin y sus malignos lugartenientes enanos en Europa oriental. Pero creo, y siempre lo dije en mis clases, que un motivo de la crueldad masiva de los reg¨ªmenes comunistas fue el descubrimiento de que la gente no trabajaba m¨¢s duramente, ni acud¨ªa al trabajo con m¨¢s puntualidad, porque le dijeran que ahora era propietaria de los medios de producci¨®n.
Los reg¨ªmenes comunistas fueron m¨¢s crueles con sus propios pueblos que los fascistas y los dictadores militares de derechas precisamente porque sus teor¨ªas daban por sentada la "educabilidad" racional de la poblaci¨®n general. En consecuencia, consideraban que el subotaje y el ego¨ªsmo "peque?o-burgu¨¦s" eran la causa de cada fallo en sus planes industriales y agrarios colectivizadores. Y el muy inteligente y bienintencionado Mija¨ªl Gorbachov no supo literalmente qu¨¦ le hab¨ªa golpeado cuando la glasnost y la perestroika no dieron como fruto un entusiasmo general por trabajar por el bien com¨²n. En cambio, los reg¨ªmenes derechistas se preocupaban tan s¨®lo del poder, y no de "mejorar" al pueblo. (Al hacer esta comparaci¨®n entre maldades me refiero a Mussolini, a Franco y a la mayor¨ªa de los dictadores latinoamericanos, no al fan¨¢tico racista y asesino industrial de masas ¨²nico que fue Adolf Hitler).
Las frecuentes faltas de la izquierda que me recordaron los, art¨ªculos de Mar¨ªas y de Rarn¨ªrez son las faltas de la autodecepci¨®n y de la simplificaci¨®n excesiva. Debido a que la izquierda se atribuye autom¨¢ticamente una visi¨®n generosa y optimista de la naturaleza humana, a Hemingway le result¨® f¨¢cil decir: "Simplemente, como cualquier hombre honrado, estoy en contra de Franco"; a Hammett, decir: "Me resulta muy dif¨ªcil creer que nadie pueda tener a¨²n' dudas sinceras respecto a Franco y al fascismo"; a Faulkner, mostrarse "soso" (el adjetivo es de Mar¨ªas) al aprobar una causa de la que ten¨ªa muy pocos conocimientos o intereses directos.
En cuanto a Norman Douglas, que escribiera: "No logro emocionarme con las naciones y las causas los credos: mi desprecio por la humanidad en general es demasiado grande. Lo ¨²nico que me interesa son los individuos... "; o a T. S. Eliot, que afirmara: "Lo mejor es que al menos unos cuantos hombres de letras permanezcan aislados" de la pol¨ªtica; o a que James Joyce no hablara en absoluto: es un fen¨®meno frecuente que los hombres geniales, o los de gran capacidad pero muy cortos de genialidad, consideren que la ejecuci¨®n de su destino personal es toda la contribuci¨®n que deben a la humanidad y se excusen de todo compromiso expl¨ªcito.
En cuanto a las consignas excesivamente simplificadas a las que se refiere Ram¨ªrez, a muchas personas de la izquierda les basta, con demasiada frecuencia, con firmar peticiones o participar en manifestaciones o hablar de conceptos generales como "autodeterminaci¨®n" y "disoluci¨®n de cuerpos represivos" para sentirse del lado de los ¨¢ngeles. Lo que la izquierda tiene que hacer es definir sus propuestas con m¨¢s claridad. ?En qu¨¦ se diferencia la autodeterminaci¨®n de la autonom¨ªa que ha sido votada y legislada democr¨¢ticamente? Si, como se?alan impl¨ªcitamente, toda la polic¨ªa y las fuerzas armadas son cuerpos represivos, ?es que no existen fuerzas criminales y potencialmente asesinas contra las que la sociedad necesite alg¨²n tipo de fuerza protectora leg¨ªtima? Si se admite esa necesidad, las consignas sobre cuerpos represivos, sin m¨¢s definici¨®n expl¨ªcita, son insuficientes. En resumen, la izquierda falla a menudo a la hora de ofrecer soluciones espec¨ªficas cre¨ªbles a duras realidades, y a menudo asume una superioridad moral que no necesariamente se ha ganado.
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