Amanece el error
Llegar¨¢ un momento en que en est¨¦, pa¨ªs no haya nada; al menos llegar¨¢ un momento en que no haya nada en el mundo de la cultura. El Reina Sof¨ªa es un desastre que quiz¨¢ nunca debiera haber sido inaugurado. El Prado es un esqueleto cubierto de los ropajes de la burocracia. El cine es cutre. La literatura est¨¢ cubierta por la bruma de las lista s y s¨®lo hay alg¨²n que otro novelista: los dem¨¢s existen s¨®lo porque lo quiere La Moncloa, que aparen temente les env¨ªa argumentos y vituallas.El teatro se hunde, verdaderamente, a pesar de Narros, Pasqual, Espert, Marsillach, Sacrist¨¢n, Plaza, Cabal, Gas, G¨®mez, Nieva, L¨®pez,, a pesar del p¨²blico. El C¨ªrculo de Bellas Artes no tiene luz ni tel¨¦fono. El Instituto Cervantes es un barco a la deriva. Y as¨ª sucesivamente. El tono no es el del noventa y ocho, o al menos no el del noventa y ocho de hace un siglo, sino que el tono es regocijado: como si nos gustar¨¢ que todo eso fuera as¨ª. Y mientras decimos que todo lo que est¨¢ fuera de nosotros es, en efecto, un desastre, los que lo decimos parecemos estar a salvo. No nos equivocamos nunca y cuando nos equivocamos es porque tambi¨¦n se equivocan los otros.
Siempre amanece el error en los dem¨¢s: en nosotros florece la moral del acierto. Por ejemplo, por citar uno de los casos m¨¢s subrayados de la semana: nuestralista de escritores para ir a Par¨ªs -o a cualquier sitio- se r¨ªa mejor que cualquier otra lista. ?Y cu¨¢l hubiera sido la nuestra? Ah, d¨¦jame ver la tuya. Esta es una modesta proposici¨® para acabar con las aristas de la pol¨¦mica: las listas podr¨ªan hacerse por orden alfab¨¦tico, de modo que si a Francfot van aquellos escritores cuyas iniciales est¨¢n entre la ele y la e?e, a Par¨ªs han de acudir aquellos con apellidos de las iniciales restantes; a lugares donde s¨®lo pueda ir un grupo muy reducido se enviar¨¢ a los creadores cuya inicial sea la zeta; a Lleida los que empiecen por elle, como Llamazares y, Lled¨®, y a Xau¨¦n probablemente no podr¨ªa ir nadie, aunque pudiera pensarse en Bernardo Atxaga, porque al menos tiene la equis entre sus letra. A Melilla ir¨ªan casi todos, desde Mars¨¦ a Mu?oz Molina pasando por Mendoza, Mill¨¢s, Merino, Mateo, Mar¨ªas y Molina Foix que tambi¨¦n podr¨ªa ir a Xau¨¦n, por cierto. Y as¨ª sucesivamente. Es el bonito juego de las listas que podr¨ªan ponerse en marcha de nuevo en cuanto tengamos otro sal¨®n del libro en Londres o en Tegucigalpa donde. quiz¨¢ habr¨ªa que aplicar, tambi¨¦n, el orden alfab¨¦tico, el m¨¢s perfecto.
El esfuerzo in¨²til conduce a la melancol¨ªa y esa es la sensaci¨®n que produce todo;, menos mal que, adem¨¢s de Par¨ªs, nos queda la realidad. Y entre las cosas m¨¢s terribles de la realidad que pasa est¨¢, estos d¨ªas y para siempre, la contundencia brutal de la muerte de Perich, fil¨®sofa anarquista que hizo de centrocampista risue?o en la generaci¨®n cabreada. Una alineaci¨®n de lujo que hall¨® en Por favor uno de los mayores triunfos de Aquella ¨¦poca en que, como dec¨ªa Manuel V¨¢zquez Montalb¨¢n, contra Franco viv¨ªamos mejor: era otra melancol¨ªa. Eran -son- como una pi?a extra?a en este equipo de individualidades que suele ser la cultura espa?ola, y si hab¨ªa que haberlo demostrado con palabras baste la esplendorosa y dolorida nota necrol¨®gica que sobre Perich escribi¨® precisamente M. V. M. en este peri¨®dico.
La generaci¨®n cabreada tambi¨¦n estuvo en Madrid, claro. Y algunos de sus supervivientes pl¨¢sticos han abierto estos d¨ªas exposici¨®n, a las puertas de Arco, que por cierto supongo que deb¨ªa haber estado en las lista de desastres.Con estos pintores -Luis Fernando Aguirre, Juan Genov¨¦s, de uno de cuyos cuadros es el t¨ªtulo de esta cr¨®nica, Jos¨¦ Hern¨¢ndez y Cristino de Vera- podr¨ªa hacerse una excursi¨®n por la melancol¨ªa contempor¨¢nea: desde la iron¨ªa animada de los cuadros de ?guirre a la introspecci¨®n religiosa, y musical, de Cristino, de Vera, pasando por la excursi¨®n rabiosa por la soledad que sigue retratando Genov¨¦s hasta la alucinante peregrinaci¨®n on¨ªrica de Hern¨¢ndez, hay en estos cuadros una imagen de la vida del arte, de la consecuencia que tiene a¨²n sobre la pintura, pese a la celebraci¨®n del error, la historia pl¨¢stica de Espa?a. Cuando uno apaga la radio, cierra los peri¨®dicos y se queda solo con su propio error debe salir a la calle a ver que la realidad tambi¨¦n est¨¢ en los sue?os.
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