Todo un espect¨¢culo
Jokanovic marc¨® los tres goles del Oviedo al Espa?ol
Tom¨¢ndolo con buen humor, el partido fue todo un espect¨¢culo. Consumi¨® los primeros 40 minutos de juego preparando la astracanada que precedi¨® al descanso. El ¨¢rbitro ofici¨®, de director de escena en cinco minutos delirantes. En el primer penalti que pit¨®, por derribo de Toni a Carlos a boca de puerta, era m¨¢s que probable que el ariete azul hubiera alcanzado el bal¨®n para empujarlo a gol de no mediar la acci¨®n del guardameta. La tarjeta para Toni era roja y no amarilla, lo contrario que para Jaime, quien un minuto despu¨¦s fue expulsado por dar un mano tazo al bal¨®n cuando no estaba claro ni que se encontrara dentro del ¨¢rea.
Con el partido resuelto, el p¨²blico invirti¨® el par¨¦ntesis del descanso debatiendo qu¨¦ penalti lo hab¨ªa sido y cu¨¢l no y si la expulsi¨®n de Jaime habr¨ªa sido producto de la mala conciencia del ¨¢rbitro, tras el indulto previo de Toni.
Con una rara habilidad para equivocarse y la inhibici¨®n por bandera para con el juego sucio, Barrenechea, Montero oscureci¨® en parte el brillo de la verdadera estrella del partido, el serbio Jokanovic.
El cerebro azul
El cerebro azul, que ya hab¨ªa sobresalido por encima del tono gris general en la primera parte, continu¨® su festival apabullando con dos zapatazos certeros que sirvieron para transformar los penaltis en goles. Hizo el tercero, ya en la segunda parte, con un cabezazo espl¨¦ndido y complet¨® un segundo tiempo con tintes extraterrestres.Muy por encima de la expectaci¨®n creada por el ayer ausente Prosinecki, la distinci¨®n ha llegado al Oviedo de la mano de Jokanovic.
Con varias bajas y alg¨²n remiendo obligado en la alineaci¨®n, el Oviedo confirm¨® su marcha ascendente en la Liga. El Espa?ol, que no hab¨ªa tenido apenas problemas hasta que llegaron los penaltis decisivos, ni tampoco hab¨ªa puesto en peligro los dominio de Mora, entreg¨® el partido en cinco minutos absurdos, no s¨®lo por los pintorescos errores del ¨¢rbitro sino porque el grueso de los fallos decisivos fueron obra y gracia del portero y la defensa espa?olista. El enfado que mostraba Camacho desde el banquillo poco antes del descanso era un s¨ªntoma lo mismo de contrariedad con el arbitraje que de impotencia al ver c¨®mo se escapaba el partido en un suspiro.
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