El se?or Dios
Einstein, al diferenciar entre hechos sociales y naturales, sol¨ªa decir una frase que ha sido inscrita en la Universidad de Princeton: "El se?or Dios es sofisticado, pero no malicioso". En otros t¨¦rminos, a nadie se le ocurrir¨ªa acusar a la naturaleza de mentir, mientras es evidente que, por diversas razones, las autoridades pol¨ªticas y econ¨®micas, aqu¨ª y en todas partes, interpretan o presentan informaciones de una manera deliberadamente favorable a sus intereses. Para decir lo menos, el cap¨ªtulo econ¨®mico del debate iniciado ayer ha sido de una pobreza r¨¦cord, tanto por las explicaciones del ponente como por las cr¨ªticas de sus oponentes.Aunque habr¨¢ que esperar algunos meses (por las revisiones) para saber exactamente cu¨¢nto creci¨® la econom¨ªa espa?ola durante 1994 (el Gobierno afirma que fue el 2%), es evidente que la fase de recuperaci¨®n c¨ªclica es un hecho, como ocurre en la mayor¨ªa de los pa¨ªses europeos. Felipe Gonz¨¢lez parece hacer de dicho crecimiento una verdad inmutable, la prueba, casi, de la superficialidad de crisis pol¨ªtica actual.
En este punto est¨¢ la malicia que advert¨ªa Einstein en los acontecimientos sociales: la econom¨ªa capitalista tiene como rasgo distintivo su tendencia a crecer y a caer, a expandirse y a contraerse. Al defender a capa y espada como un logro del Gobierno la recuperaci¨®n en curso, Gonz¨¢lez tiene que solidarizarse con sus limitaciones. Sin embargo, tomando las cifras de paro registrado -"vosotros", dijo, refiri¨¦ndose a Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar y a Julio Anguita, "prefer¨ªs la EPA" (Encuesta de Poblaci¨®n Activa)- el presidente del Gobierno volvi¨® a ser el malicioso de Einstein: se apunt¨® un descenso del desempleo durante 1994 de 150.000 personas. Seg¨²n se atisba, la EPA va a dar, en los pr¨®ximos d¨ªas, una ca¨ªda media del empleo en 1994 de unas 118.000 personas, al difundir las cifras de paro durante el ¨²ltimo trimestre del pasado a?o. Est¨¢ claro que cuando este dato se haga p¨²blico, el Gobierno intentar¨¢ quitarle credibilidad, realzando la del paro registrado.
El problema del debate econ¨®mico de ayer es que ni los unos ni los otros -unos (Gonz¨¢lez) porque prefieren utilizar la econom¨ªa como baza y otros (Aznar) porque temen que una evoluci¨®n superficialmente mejor sea bien rentabilizada por los socialistas- han profundizado sobre la gran pregunta: ?d¨®nde va la econom¨ªa espa?ola?
Es temerario declararse un fan de los pron¨®sticos econ¨®micos, de acuerdo. Pero si alguna cosa puede decirse con cierta dosis de seguridad es lo que no va a ocurrir. A¨²n con crecimientos del 3% durante un par de a?os -que ser¨¢ necesario ver para creer- la econom¨ªa espa?ola no podr¨¢ reducir sustancialmente sus niveles de desempleo. Para ello, la actual recuperaci¨®n deber¨ªa transformarse en una expansi¨®n vigorosa que no se ve en el horizonte.
El Gobierno socialista ha generado grandes d¨¦ficits p¨²blicos incluso durante el periodo de recesi¨®n, por lo que debe intentar una pol¨ªtica de contenci¨®n del gasto. Mientras tanto, los consumidores y los empresarios, que colaboraron activamente con la expansi¨®n anterior, s¨®lo reaccionan muy lentamente. La recuperaci¨®n se ha basado, hasta ahora, en el papel motor del sector exterior -tres devaluaciones mediante- que ahora comienza a ser secundado, muy moderadamente, por el consumo y la inversi¨®n.
Sin embargo, todo esto acontece en un contexto a¨²n inflacionista. La perspectiva de que la inflaci¨®n interanual pueda situarse en el 5% cuando se anuncie, el pr¨®ximo lunes, el IPC de enero, preocupa mucho m¨¢s a los mercados financieros que los debates sobre el estado de la naci¨®n. Porque la inflaci¨®n espa?ola se vuelve a disparar cuando la media comunitaria sigue descendiendo, lo que agranda el diferencial.
Precisamente, los excesos en el d¨¦ficit p¨²blico del pasado impiden que la recuperaci¨®n se transforme en una expansi¨®n. Primero porque el sector p¨²blico juega un papel contractivo, ya que habr¨¢ que destinar en 1996, por ejemplo, m¨¢s del 15% del gasto al pago de intereses y amortizaciones. Segundo, porque en 1997 el d¨¦ficit, seg¨²n los acuerdos de la UE, deber¨ªa situarse en el 3% del PIB, lo que exigir¨ªa en 1996 una disciplina de sangre, sudor y l¨¢grimas incompatible con una expansi¨®n. Si Aznar tuviera otra pol¨ªtica alternativa, al menos deber¨ªa tratar de asentar las bases generales de la misma. El debate econ¨®mico de ayer, pues, ha brillado por su pobreza.
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