Un or¨¢culo muy concurrido
El oasis de Siwa, con ocupaci¨®n desde el paleol¨ªtico, es un lugar extraordinariamente atractivo y pleno de historia. Cubierto por unas 240.000 palmeras y dotado de numerosas fuentes, entre ellas la famosa Fuente del Sol, destacada por Herodoto, est¨¢ habitado por descendientes de una rama del grupo ber¨¦ber. Los siwanos han sido c¨¦lebres por sus luchas intestinas, su enfrentamiento constante contra la dominaci¨®n externa y algunas costumbres singulares como el matrimonio entre hombres y jovencitos (oficialmente prohibido desde la visita del rey Fuad al oasis en 1928). La homosexualidad entre los habitantes de Siwa ha sido vista como una prueba de la influencia de la visita de Alejandro -h¨¦roe ambidiestro- y el establecimiento de un culto homoer¨®tico.Am¨®n en Libia
El oasis se denomina Siwa desde aproximadamente el siglo XV; los escritores ¨¢rabes le llamaban antes Santarieh. El nombre egipcio se ha perdido, aunque se sabe que empezaba por las letras Ta. En la antig¨¹edad cl¨¢sica se conoc¨ªa el lugar como "el oasis del or¨¢culo de Am¨®n en Libia". No se han encontrado monumentos fara¨®nicos en Siwa m¨¢s antiguos de la 26? dinast¨ªa (sa¨ªta) -entre los m¨¢s interesantes est¨¢n las tumbas de Si-Am¨®n y Niperpathot, en la necr¨®polis de Jawal al-Mawta-. De esa ¨¦poca, concretamente del reinado de Amasis (568-526 a. C.), data el Templo del Or¨¢culo, que se alza en el promontorio rocoso de Aghurmi -a cuatro kil¨®metros del centro del actual pueblo de Siwa, y en el que el arque¨®logo Ahmed Fakhry cree haber descubierto estancias secretas desde las que los sacerdotes fingir¨ªan la voz del dios. El or¨¢culo de Am¨®n en el oasis era ya famoso antes de la construcci¨®n del templo. Herodoto lo pone a la altura de los de Delfos y Dodona, y achaca a la intervenci¨®n de Am¨®n la p¨¦rdida del ejercito enviado por Cambises desde Tebas para arrasarlo: el desierto se trag¨® a 50.000 soldados persas.
En el siglo IV a. C., el or¨¢culo gan¨® terreno y a Am¨®n se le erigieron templos en muchos lugares de Grecia y Asia Menor. La visita de Alejandro se enmarca en esta alza de popularidad. Su viaje desde Paraetonium (Marsa Matruh), en la costa, a trav¨¦s del desierto -300 kil¨®metros, 8 d¨ªas en un buen camello-, estuvo lleno de peligros y signos m¨¢gicos (seg¨²n la tradici¨®n). A finales del siglo III a. C., An¨ªbal envio mensajeros para saber cu¨¢ndo acabar¨ªa su guerra con Roma. La clausura del or¨¢culo debi¨® de llegar con Justiniano y su implacable persecuci¨®n de los restos de paganismo. Entre los visitantes que posteriormente recibi¨® Siwa se cuentan Le¨®n el Africano, el explorador Frederic Caillaud y el mariscal Rommel (en 1942).
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